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Veintiún relatos sobre temas inquietantes de la realidad social: el rechazo, la culpa, la discriminación, el temor a asumir o a decir las verdades, las conspiraciones y la locura.
Veintiún relatos sobre temas inquietantes de la realidad social: el rechazo, la culpa, la discriminación, el temor a asumir o a decir las verdades, las conspiraciones y la locura.
Reciprocidad
Si algo despierto queda en tus adentros, Denis, ahora que has llegado a este punto, te preguntarás por qué este giro fatal del destino, esta coz de la brutalidad humana en tu contra. Puede que la respuesta sea sencilla: la justicia puede hacerse venganza y golpearte de revés, si la ignoras demasiado. La venganza, que tiene sus maneras y sus máscaras, que puede venir de Dios, de los jueces o de un prosaico policía rencoroso.
Estarás recordando la primera vez, el génesis de ti mismo: Disfrutabas tranquilamente tu merienda escolar, como niño mojigato y bien criado, cuando otro niño te golpeó por detrás. Una súbita bofetada que resonó en tu oído largo rato. Al volverte, el rostro del otro estaba allí, retándote burlón, alimentando su fama con tu indecisión. Te preguntaste por qué, sin hablar, sin responder. Fue el comienzo de tus grandes interrogantes. Al otro le decían Bicho, no sabes si por lo feo de su talante o por la insistencia en fastidiar a todo el que no le plantaba cara.
Bicho fue una tortura interminable en la escuela primaria hasta el día en que decidiste detenerlo. Tal vez la amenaza de tu madre, que en gloria esté, te empujó el ánimo. Tu madre y sus dichos, su jerga provinciana. «Si me entero que Bicho te vuelve a dar un sopapo y no le rajas la cabeza, voy a ser yo quien te pele, con un cuje guayaba¬¬». Así hablaba, no había manera que dijera paliza o golpiza, todo en ella era darte una pela, una tunda o una pavana. Era un recuerdo grato para ti, siempre lo será...
Ya en sexto grado estaban en el huerto, escardando los brezos y otra vez la pesada mano de Bicho te golpeó con saña. Un ardor de fuego cubrió tu cara y subió por tus adentros. Tomaste una estaca de marabú. Tus brazos se movieron sin que lo quisieras y golpeaste a Bicho justo donde se hacía la raya en el pelo. Luego, estabas fascinado por la manera abrupta en que se quebró su semblante y la mueca de burla mutó en sorpresa, dolor y humillación. Bicho no volvió a molestarte jamás, ni podía, una fisura en el cráneo lo dejó atontado de por vida.
Esa fascinación por humillar a tipos zoquetes iba a acompañar tu azarosa vida. Otros Bichos se cruzarían en tu camino. Te preguntabas por qué. Pero entretanto, volvías a administrar la dosis conveniente. Y te daba placer ver la ruptura, el antes y el después, al partirle la crisma al ofensor, al jodedor. Así te hiciste un criminal, pasivo, medio bueno, medio malo. Tu tiempo en la cárcel afinó ese don de aplicar correctivos y transformar lobos en ovejas. Siempre oculto y sibilino, para no volver tras las rejas. Mas algunos confundieron tu mansedumbre con guanajería. Como aquel inspector, que se encarnó en ti cuando montaste tu negocito particular. Mes tras mes amenazaba multarte por este o aquel papel que no tenías. Todo un año duró ese martirio, en tanto las visitas dejaron de ser mensuales y ya venía el hombre cada quince días, a amenazar, a buscar lo suyo, el soborno habitual. Se había enviciado. Tú te cansaste. Y el desdichado era bebedor: solía apaciguarse cuando le obsequiabas un litro de Havana Club.
Un día mezclaste el ron con alcohol de madera y le diste su regalo. El hombre estuvo en terapia intensiva, a punto de irse, aunque por suerte no murió. Pudiste visitarlo en su cubículo y deleitarte en esa transformación asombrosa, milagrosa. El rostro desencajado, suplicante, temeroso de verte...
El último fue tu vecino de enfrente, Aurelio. No era peligroso en sí. Pero tenía manías de vigilante. No ocupaba su vida en nada, salvo en chismear lo que se hacía y lo que se movía en la cuadra. Aurelio se la cogió contigo. No vivía, el pobre, de lo atento que estaba a cada movimiento que hicieras. Te espiaba sin pudor alguno, por las persianas o desde la puerta, día, noche y madrugada...al entrar y salir, él siempre estaba allí, mirando todo, si llevabas algo, si hablabas con alguien...Algo demoniaco que te colmó la paciencia.
Una noche pusiste heces abundantes en una cesta y le rociaste todo el frente de la casa. En la mañana estuviste atento a su reacción. Listo para el momento del cambio. A fin de cuentas, era mucha mierda la que tenían sus paredes y sus ventanas. Esperaste.
Pero Aurelio no salió de la casa, sino que llegó al poco un carro patrulla y dos policías te sacaron esposado a la vista de todos. En la Estación, en el local de interrogatorios, esperaba Aurelio, el vecino, junto a otro oficial de alto rango. Resultó que Aurelio era un policía camuflado. El otro jerarca mostró un video donde se veía claramente como lanzabas la mierda. Aurelio estaba filmando en ese momento. Te encabronaste por su pretensión de acusarte de sabotaje a la autoridad. También eras ducho en leyes y supiste defenderte. No había pruebas de que el del vídeo fueras tú. Tuvieron que soltarte.
Pese a ello, Aurelio intensificó la vigilancia. Y una madrugada que parecía como que te esperaba, disimulando estar ocupado en su jardín, se te llenó la copa. Lo ofendiste, en todas las formas en que un hombre puede ser ofendido. Chivato, sulacrán, mira huecos, maricón, tarrú...Tal fue el repertorio que le lanzaste encima, a ver si reaccionaba. Pero Aurelio no respondió, solo te filmaba, con su teléfono móvil.
Esa vez la patrulla vino y te llevaron directo a prisión. Además de lo grabado, hubo vecinos que se ofrecieron como testigos para acusarte. Es que Aurelio no era un cualquiera. Tenía su reputación. Por eso en cuanto estuviste tras las rejas envió gente a darte una paliza. Cinco o seis, con palos y mangueras. No era para matarte, pero parece que se les fue la mano. Supongo que te habrás acordado en tu dolor de los dichos de tu difunta madre. Una tunda; tremenda pela; una pavana olímpica, hubiera dicho ella, de ver lo que te hicieron.
La jodida Justicia hecha venganza, Denis. Como mula ciega que patea de revés. Ahora has vuelto a las dudas de siempre. A los porqués eternos. Cavilando en tu desdicha, si algún pensamiento queda en el hombre después que cruza al otro lado. Y por ello gritas. Desaforadamente. Como para desahogarte. Pero los que miran a través del cristal de tu féretro no te pueden responder, porque no escuchan.
Arcel Qwindong es un abogado cubano que planea emigrar a los Estados Unidos de América y para que se le haga fácil la tarea adquiere la ciudadanía Jamaicana, a la que tiene derecho por su ascendencia paterna de aquel país. Entonces viaja para conocer a sus parientes de allá, pero su estancia en la isla caribeña se complica de un modo alarmante, de tal manera que sus planes de emigrar y aun su vida se ven comprometidos seriamente. Basado en una historia real.
Cuando la humanidad deje atrás sus egoísmos podrá construir un mundo edénico. La muerte será burlada, por cuanto cambiaremos de cuerpo cuando el que tengamos se vuelva inservible. Las leyes del matrimonio no serán necesarias. El crecimiento poblacional no será un problema. El trabajo NO será una obligación y nuestras necesidades básicas serán cubiertas por un sistema tecnológico que lo dominará todo, llamado INGEVERSO. Sin embargo esta sociedad super-civilizada del futuro se siente frustrada por cuanto el ser humano ha descubierto que no puede alejarse del Planeta madre, pues nuestra psiquis está atada al campo magnético terrestre, como por un invisible cordón umbilical y alejarse demasiado hace caer a los astronautas en un estado cataléptico. También otros peligros inéditos pondrán a este mundo del futuro al borde del colapso.
Ellos no saben que soy una chica. Todos me miran como si fuera un hombre, un príncipe. Su especie compra humanos para satisfacer sus lujuriosos deseos. Y cuando ellos llegaron a nuestro reino para llevar a mi hermana, intervine para protegerla. Fue así como ellos también terminaron comprándome. El plan era escapar, pero mi hermana y yo nunca tuvimos una oportunidad. ¿Cómo iba a saber que nuestra prisión sería el lugar más fortificado de su reino? Se suponía que debía quedarme en el anonimato, pues no tenían un uso para mí. Solo era alguien a quien nunca debían comprar. Pero entonces, el hombre más poderoso de la salvaje tierra, su despiadado rey bestia, se interesó por ese "principito bonito". ¿Cómo podremos sobrevivir en este reino brutal, donde todos odian a los de nuestra especie y no tienen piedad de nosotros? ¿Y cómo puede alguien, con un secreto como el mío, convertirse en una esclava sexual? Nota del autor: es una novela de romance oscuro, apta solo para mayores de edad. Espera varios temas sensibles, como la violencia. Si eres un lector experimentado de este género, buscas algo diferente y estás preparado para entrar sin saber qué es lo que te espera, ¡entonces sumérgete en esta aventura! . De la autora del bestseller internacional "La Esclava Más Odiada Del Rey"
"El amor aparece en los momentos más inesperados". Weldon se convirtió en otro hombre tras la muerte de su esposa. Se olvidó de las aventuras amorosas, y se enfocó en criar a su hijo. Todos pensaban que no le daría otra oportunidad al amor. Un día, su recién contratada médica familiar lo visitó. La doctora intentaba hacer su trabajo mientras Weldon no le quitaba los ojos de encima. Ella terminó con los pelos de punta por esa mirada y terminó huyendo de él. La situación pronto se salió de su control. Dos meses después, la médica familiar se convirtió en la nueva esposa de Weldon. Todos a su alrededor querían saber cómo logró que él superara el dolor y también se casara con ella. "Bueno, es sencillo. Le prometí darle dos hijos más siempre y cuando me pidiera matrimonio." La nueva esposa apareció con dos niños que eran copias exactas de Weldon. Esto causó rumores en el pueblo y generó aún más preguntas. ¿Quién era esta mujer? ¿Y cómo terminó con esos niños?
Arabella, una genio formada por el gobierno, recuperó su libertad tras siete años difíciles. Al volver a casa, encontró a su tía disfrutando de la mansión de sus difuntos padres mientras su hermana gemela buscaba comida desesperadamente. Inmediatamente se enfureció ante la escena. Desmanteló el negocio de su tía rápidamente y se inscribió en la escuela de su hermana, para deshacerse de sus abusadores. Cuando los cínicos se burlaron de su "origen humilde", una familia prestigiosa la acogió y el laboratorio nacional la elogió. Los reporteros la rodearon, los influencers la admiraron y los rivales celosos vieron cómo sus fortunas se desmoronaban. Incluso Asher, el magnate de reputación despiadada, se suavizó y murmuró: "He arreglado tu desastre. Ahora sé mía".
Drogada y engañada, dio a luz en medio de una tragedia: su hijo fue declarado falsamente muerto al nacer. Consumida por el dolor, desapareció... pero años después, regresó con su hija y un hijo adoptivo, impulsada por un deseo implacable de vengarse de quienes arruinaron su vida y la de su difunta madre. Pero el destino tenía preparado un giro impactante: su hijo está vivo... y su padre es un poderoso CEO.
Ariana se vio obligada a casarse con el heredero de la familia Anderson. Bajo la regla del acuerdo de inseminación artificial, tenía que concebir un hijo de su futuro marido. Inesperadamente, su marido en coma recobró el conocimiento al día siguiente de su boda. Theodore abrió los ojos y la miró fríamente. "¿Quién eres tú?". "Soy tu... esposa", respondió Ariana con miedo. Al oír esto, Theodore parecía extremadamente molesto. "No recuerdo haberme casado. Este matrimonio no funciona. Haré que mi abogado se encargue de los trámites del divorcio". "Pero... quizá ya tenga a tu hijo".
Rechazada por su pareja, de la que había estado enamorada durante mucho tiempo, Jasmine se sintió completamente humillada. En busca de consuelo, se dirigió a una fiesta para ahogar sus penas. Pero las cosas empeoraron cuando sus amigos le propusieron un cruel reto: besar a un desconocido o pedir perdón a su pareja. Sin otra opción, Jasmine se acercó a un desconocido y lo besó, pensando que eso sería el final. Sin embargo, inesperadamente, el desconocido le rodeó la cintura con los brazos y le susurró al oído: "¡Eres mía!". Gruñó, y sus palabras le provocaron escalofríos. Entonces, le ofreció una solución que lo cambiaría todo...
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