isita y una ter
BR
ne. Piero me dijo que el establecimiento funcionaba en un pabellón de Estilo Segundo Imperio, que se caracterizaba por la suntuosidad
emperatriz Eugenia, por el estilo de Luis XVI y María Antonieta. Me dio algunas clases ma
entendido demasiado algunas explicaciones, mi mandíbula casi
a abrirme la puerta-. Este es el restaurante Le Pré Ca
te parecía un palacio de tres plantas, de un exquis
e que te has colocado en el primer lugar de mi lista -r
a años, que al parecer, era conocido d
en distintos tonos verdes y marrón. En el centro del salón, colgaba una araña estilo candil candelabro que iluminaba el espacio con tenuidad. La decoraci
e de mí. Escogió un vino que recomendó el maître y nos enfrascamos en
on alguien con quien no debía terminar en la cama. Aunque conocía a Piero desde apenas ayer
evo en las trampas del amor y terminar sufriendo como lo hice una vez. Si eso ocurría, no sabía con certeza si podría
que he pasado en mi vida -dije, cuando nos reti
s momentos como este, antes de que regreses a Los Ángel
de Alison y
ías vacaciones paga
n y empiezo a comprender el motivo por el que se llev
. Podría enseñarte lugares que jamás habías imaginado pudieran existir. Creo que durant
ensado... -fue mi respue
ía? -repitió, fr
é querrías que me
aría conocerte un poco más. Me caes bien, Sabrina, y no hay nada de malo en que seamo
-respondí co
lo, al
cuando Piero aparcó el coc
, tomó mi mano y besó mis nudillos, logr
iempo no me sentía tan a gusto c
gradecí, con la intención de entrar. Sin embarg
iris marrón. De improviso, sentí como sus manos se afianzaban a mi cintura y su aliento comenzaba a a
derle, aunque de todas maneras, fue
de pelo de mi rostro. No quería abrir los ojos, no deseaba ve
urró, con su aliento cálido
ados y me vio
s acariciaba con sus dedos mi brazo-, unos preciosos ojos que revelan el daño que te han causado, pero también l
lista para esto -re
¿qué es est
lo s
ustaría d
r a mi corazón en un experimen
var y todo caerá en su
emasiado fácil. No me conoces n
e sentido... lle
igos? -pregunté, mirando esa boca ape
uerpos y que ser solo amigos, sería dilatar un poco las cosas. Pero de todos modos, lo haremos a tu manera. Pro
haré -respondí y bes
nuit, S
desca
ome en ella. Mis dedos viajaron a mis l
o bien dijo, coloque cada cosa en su sitio y esto pudiera funcionar. Tenía razón al decir que una amistad a la
desmaquillé mi rostro y me calcé una de las tanta
estima en el plano amoroso. Con todo lo que me había hecho, rasgó una p
de pie y encendí la lámpara, yendo hasta el
piel de mi padre: suave y dorada, que parecía bronceada casi sie
corazón y
do víctima de tantas mentiras, de tantos engaños. Y aunque a veces pensaba que intentarlo
mo tipo con el que me hube acostado. En esos encuentros, intent
era, ninguno consiguió hacerme sentir algo más que pasión y arrebato. Sin embargo, tampoco sabía cómo enfren
con la aparición de Piero, al que conocía apenas hace cuarenta y ocho ho
opuerto. Me gustaba, a pesar de saber que no debí haberlo dejado besarme, me gustaba y estaba segura que lo mejor que podría hacer si no deseaba sufrir, era alejar
*
a convenció a Lucio de hacerlo en el jardín de la mansión donde vivían. Luego de hacer algunas compras que solo le servían de catarsis, la acompañé a casa de Lucio y
erno, dividida en tres plantas. Un césped bien cuidado
r, se baña en dinero -susurré
stirados -replicó mi h
son? -pregunté pre
do educada conmigo, a veces es como si hubiera preferido que su h
ha ins
quien no le caigo para nada bie
án vivir tranquilos. Además de que ese tiempo les servirá para darse cuenta lo especial que ere
ento incómoda con esa mujer haciendo comentario
e las mejores en nuestra pequeña ciudad y tienes hermanas muy exitosas... -dije para animarla y ella son
esario neoyorquino, que creo a Lucio no lo termina de convencer y presiento, que como él no ve con buen
i nada con tus suegros. Hazlo por Lucio y po
licó y solo pude abrazarla deseando que todo pas
na estupidez como la insinuaba la hermana de Lucio. Recorrimos el jardín y convencí a mi hermana de que era un precioso lugar y que con el verano
la y su suegra. La noche estaba a punto de caer, por lo que decidí era tiempo de irme aunque Lucio llegó y m
del edificio y la decepción presionó tanto mi pecho cuando noté que el h
reguntó el chofer, quien es
uédeselo -dije como pude porque me sentía descompuesta-. ¿Sería mucho pedir
unos minutos más, hasta que Piero la acom
ento, solo pude agradecer que hubiera visto aquello antes de que ocurriera algo más entre nosotros, pero en la soledad de mi