n donde, por continuidad, falleces. Ella simplemente sobrevivía, viendo cada amanecer y cada anochecer, esper
sde hace mucho tiempo, no parecían extrañarlas y ella se
a hizo suspirar más de una vez, terminó siendo el veneno más tóxico que pudo
elaboración de la granada explosiva en l
zar su rutina diaria. Observó su reflejo en el espejo e hizo una mueca de disgusto: Aquellas enormes ojeras se habían tatuado bajo sus tristes y apagados ojos marrones. Antes, eran brillantes y llamativos, rodeados de esas largas pestañas tenían ese toque exótico qu
us labios eran muy suaves y sabían a cereza, por supuesto que ella
a en su mente explotó, pasando a uno mucho más reci
cerrando y sanando, no dudaba en morder su boca hasta hacerla llorar y que un charco rojo cubriera su boca,
to, el agua burbujeaba y se apuró a preparar su ca
marcaba las seis y cuarenta minutos de la mañana, sus demonios habían juga
en el que le encantaban los dulces, amaba comerlos. Esto fue en unas vacac
. Ella se sentía bien con su cuerpo en ese momento, hasta que un día llegando a la casa de la madre de Tom, donde
Él sabía que ella estaba ahí, parada y en silencio. La chica no la notó, estab
parada en la puerta con lágrimas silenciosas cubriendo su rostro. Él caminó desnudo hasta encontrar su caja de cigarros y el e
una vaca
e Isabella comió una golosina,
mpleto. Se le notaban un poco las costillas y en su pálida piel destacaban tres cosas: La falta de vello corporal era una de ellas, ¿El por qué? Tom odiaba que tuviese algún tipo
ivinaron: era el nombre de Tom el que estaba escrito, haciéndola suya, su pe
ó apagando cigarros sobre la piel desnuda de su chica, justo sobre sus senos. Era