Escocés –
*
rk, Inglat
jĂłvenes caballeros que revoloteaban a su alrededor como moscas en torno a un panal, aparte, por supuesto, de una fortuna no
rruaje, o recorriendo a pie los inmensos jardines de Norwood Park, donde ella residĂa con su padre y sus dos hermanos. Le gustaba la forma en que la miraban y le sonreĂan, la manera que tenĂan de
sa sois, seño
l decimosexto aniversario de Lynetta, convenciĂł a su padre de que la
aburrimiento, clavada la mirada en la Ăşltima carta que traĂa
porada -le habĂa record
abĂa vuelto a inquirir su padre mientras se rascaba d
es que no tie
ecesarios para proporcionar un baile a esa joven, a la que por cierto no guardo especial aprecio -habĂa sacudi
no de sus mayores defectos: que le resultaba imposible disimular lo que pensa
reclinado en su sillĂłn, con las manos apoyadas sobre el vie
ero, en realidad, todos ellos habĂan llamado su atenc
aba los dibujos de la tapicerĂa de brocado de las sillas del
habĂa s
e baile -habĂa dicho, para d
d Park arribaba a la zona, ya que era bien conocido que un baile allĂ no tenĂa rival en cuest
icos traĂdos directamente de Londres. Sus peinados en forma de torres, verdaderas obras maestras de alambres y redecillas, se alzaban elegantes desafiando la ley de la gravedad. Sus parejas de baile, todos atractivos jĂłvenes
. y se escabullĂan de cuando en cuando detrás de u
plementaba perfectamente con sus ojos del mismo color y su cabello castaño rojizo. A la torre de su peinado ha
Norwood Park, y que en aquel momento se hallaba en el centro del comedor para admiraciĂłn de todos. Sobre las almenas de hielo se alzaban figurillas danzantes he
argot, particularmente, habĂa bailado muy poco aquella noche. Lo que no habĂa obstado para que n
ba ya quince dĂas admirándolo y habĂa pensado que, dadas las atenciones que Ă©l le dedicaba, su interĂ©s era mutuo. Aquel
er bailado tres danzas seguidas-. Claramente se debe a una de dos razones: o se está reservando el mej
Ăł a su amiga
ra la danza - segĂşn Lynetta, ese era precisamente su segundo ma
erĂa ofrecerte una explicaciĂłn de por quĂ© no se ha dig
o en hacerme comprender la absoluta falta
tenga tu manera de bailar, en vez de
ue eso? -exigiĂł saber Mar
para el baile que, por mi incapacidad para entablar conversaciĂłn, por ejemplo -exp
instante, una ola de conmociĂłn recorriĂł la multitud. Las dos amig
ras Margot y ella estiraban sus
aballero, cerca de ellas-. Una p
Montclare, que les habĂa transmitido su hondo pesar por no haber podido asistir al evento. Lord Montclare reunĂa todos los requisitos adecuados que lo convertĂan en un codiciado partido: poseĂa una fortuna de diez mil li