Escocés –
resado por aquel inmenso salón, el corazón de Balhaire desde hacía siglos. Siempre había aspirado a algo más delicado: una habitación elegante, el salón de baile de un Londres o un París. Pero, para Arran, aquella habitación era de lo más funcional.
toresco -comentó ella, leyendo sus pens
ó él-. Yo no esperaba
ndo una leve mueca-. Y, por e
eso era todo lo que estaba dispuesta a decir, aparentemente, mi
el salón original, más allá de los suelos y las paredes. Era una especie de plataforma elevada donde el jefe de clan y sus consejeros habían hech
o en un reciente viaje comercial, así como los dos candelabros de plata que decoraban la cabecera. Los había recibido como pag
verdad? -preguntó ella
n, y todavía no se habían lanzado ningún cuchillo! ¡Que llamasen a los heraldos! ¡Que hiciesen sonar los clarines! ¿Qué diablos estaba haciendo su mujer allí después de años de silencio, hacie
a furia irrefrenable, a
ría saber qué es lo que os
alguien al f
ndo una exagerada reverencia-. Tan entusiasmada estaba con la famil
sopló ante lo ab
i hogar -agitó los dedos de la mano que le tendía, como para r
sonrisa que acababa en un par de deliciosos hoyuelos, con aquellos luminosos ojos verdes que relumbraban a la tenue luz del salón.
o, con la mano todav
s acercaros
esnudo. Se había peinado su larga melena solo con los dedos, para recogérsela en una tosca coleta que le caía sobre la espalda
rza para levantarla, tanta que la hizo dar un pequeño y brusco salto hacia delante. En aquel momento la tenía ta
on la mirada, inte
có una os
o la del diabhal mismo, lo sorprendió, o más bien lo dejó perplejo con lo que hizo a continuación. P
mida y pudorosa, que lo había abandonado tres años atrás. Fue un beso perfectamente carnal, que lucía todas las señales de la madurez, con una boca suculenta, una lengua juguetona y unos pe
n tono cobre bruñido, y acarició por un instante los rizos que enmarcaban su rostro. Ignoró luego su ceño levemente fruncido mientras le soltaba el broche de la capa. La tela se abrió, relevando el ajustado talle de su traje de viaje, con el cremoso bulto de sus senos asomando
medio a medio si esperaba
a mi bolsa -comentó, admirando la calidad de su ves
céis... -se interrumpió, lanzando otra mirada a su desaliñado aspecto-. El
recuerdo de ella desnuda en su cama. De sus largas piernas enredadas en
Apartándose ligeramente de él, le dijo: -¿Me permitís presentaros al señor Pepper y al señor Worth
echar un vistazo a aquel
aire, os habría enviado a mis mejores hombres.
lestia que nos dierais de cenar? Yo estoy desfallecida de hambre, y estoy segura de que esto
malditos años, y fingir que todo estaba perfectamente sin que ella se dignara a darle la menor explicación al respecto. Estaba decidido a exigi
ica!
nces de la muñeca a Margot y la atrajo hacia sí. Le habló m
e haberos marchado como lo hicisteis... ¿y tod
, tal como había hecho la noche e
bres que se han asegurado de traerm
lto conmigo?
me estabais recordando la fama de ho
rme lo que debo hacer, milady. R
ue he entrado en razón. Porque deseo que retomemos nuestro matrimonio. Que lo intentemos d
es labios, escuchando las palabras
la mirada clavada en su boca-. Asesinato. La provocació
sangre... No podéis considerar tan imposible que yo haya cambiado de acti
do de él? Experimentó o
estra parte algún indicio de que deseabais que lo hiciera -
r soltar una carcaj
he recibido una maldita palabra vuestra
recibido palabr