encontró con las luces bajas y un camino de velas en la sala que encendidas daban una apariencia romántica a todo el piso. En el comedor,
ba un vestido estilo romana en color vinotinto y sus pies estaban envueltos en tacones plateados bajos
, hasta el tocadiscos que Marie le había enseñado a usar una vez. Se volteó y sorpren
os, pero Emira se escapó de sus manos y volvió a su silla. Jordan s
í a Carmela que se fuese antes de
iró a los ojos, esos pozos verdes llenos de deseo- Eres la se
or- señaló la bandeja cubierta delante de él y
dor- Aquí- dijo él y se los entregó, no tardó mucho en abrirla y Emira se la quitó de las manos para servir las copas
refieres que no salga de la habitación?- p
qué pretendes con consentir
sólo
o dijo nada mientras masticaba. Ella tampoco agregó más y el silenc
icar cuando ella se lev
hacer eso- le r
evo su copa y la de ella. Emira estaba muy sonriente y eso le motivaba.
s manos un bote de chocolate untable- Me provocarás diabetes, mujer- murmuró con los dientes apretados mientras su esposa caminaba hacia él. Jord
bre- Cómeme- pidió y Jordan se humedeció la boca r
rró sus pechos de chocolate y con un fuerte movimiento la alzó sobre la mesa. Emira pensó que se quebraría debido a su peso pero nada pasó. Él la acostó y ella vio de cabeza el arreglo floral que preparó. Jordan chupó el chocolate de sus pechos haciéndola gemir por lo bajo-Tan dulce, tan mía- murmuró enloquecido de deseo- Dilo, mi amor- pidió con dulzura y Emira, quien empezó todo esto como una treta para que no interviniera con sus futuras lecciones de baile, sentía que había sido un error el arriesga
riendo su boca como
o dijo nada, Jordan hundió sus dedos en el coño de Emira
él se perdió en el
sin pesar, ella estaba deshecha en sus brazos y
hocolate empapando la entrepierna de Emira con él quien recibió el frío en su piel y no
u vez de su sabor a mujer, Emira temblaba sin control de si misma mientras su hombre jugaba c
e para mí- pidió con su boca enterrada en ella, lamiendo cada centímetr
os. Él disfrutaba del show en vivo y directo, de ser el director de aquella orquesta de gemidos y gritos que componía Emira y que él dirigía hasta su punto de quieb
cuerpo, Jordan se hundió con violencia en ella para luego hacerlo suave y pacientemente