asa con la tranquilidad de saber que como siempre, logré el efecto esperado al e
la puerta detrás de mi espalda, siendo recibido por una oleada de aire frío típico de esta época del año que alborotó m
ante de estos últimos meses. Aunque no tenemos una relación formal, ella me ha acompañado la mayor parte del tiempo que tengo vivien
hacerla formal, pues bien, le he dejado en claro que el mat
star conmigo bajo
mos tarde -escuché
eñal de alto, para que no continuara hablando. Me aturde. De no ser tan bonita y creativa en
icaciones, y menos que me hablen sin cesar. En los negocios soy directo, tres o cuatro palabras
que lleva saliendo con
Leopoldo Leonte este año, debía estar en el salón de fiesta antes de que él arribara con su familia. Tengo poco tiempo trabajando con él. Recuerdo que nos hicimos socios un par de meses des
to de mi avión. Este es el recorrido que hago todos los días desde
, reunidos en una comida en un restaurante en Italia, mi país de origen, fue que se nos oc
propuesta no había visitado Manhattan. Me parece una ciudad cautivadora pero no tanto como Boston donde
ció tranquila, como me gusta, lo cual me demostró que sol
la pantalla de su IPhone mientras yo iba tomándome un trago de w
faltando media hora para comenzar la recepción, nos situaron
saludarme y pretender conversar de negocios, cuando para mí, no era el momento ni el lugar. Po
evento del brazo de su flamante esposa, la señora Aitana de Leonte, una mujer que derrocha elegancia y carácter bien distribuidos. Detrás de ellos reconocí a Anna y justo al lado de ella u
s delicadas manos, me obligó a desviar la atención hacia ella para darme un leve beso en los labios, lo cual me molestó. No me gusta esta clase de espectáculos en públ
ba desnudo por el vestido de tirantes que lleva puesto. Sutilmente se lo apreté d
d, poco me importó. Observé a mi alrededor de manera disimulada y me tomé el resto del champagne contenido en la copa. Le hi
e encontraba una chica con el color de piel más excitante que mis ojos hayan podido ver en mis años de vida, con unos ojos que a la distanci
la vez perdida, parecía confundida, como si hurgara en su mente algo que no lograba descifrar. Ese leve con
lejarme por un momento. Me excusé con Samantha y caminé a un costado de la mesa que ocupa Leopoldo, mirando al frente para no dejar que mis ojos se desviaran en la dirección de la chica que acaba de alterarme. Q
ga -llamó
e frente a él y de la mirada de
vamente-, ven a conocer
é a la mesa, evitand
dome erguido de frente a tod
Sanna -me contesta l
as señala obligándome a verlas fijamente-
anna? -me saluda la
a, está usted muy
el pecho evidentemente hinchado de orgullo me insta a tomar su mano. Tal como pensé desde la distancia, tan
a -le digo tomando
tesoro -expresa con cierto dejo de
. Yo, un hombre seguro de mi mismo, acostumbrado a pasearme con las mujeres mas bellas de Italia y de alguna otra parte del mundo me siento intimidado
ndola fijamente a los ojos y ofreciénd
ude despegar la mirada de sus ojos embrujadores, sentí la necesidad de arrastrarla lejos del salón y apoderarme de esos labios que me parecieron ver t
ual que Anna es publicista, solo que decidió abrirse c
excuso, voy al sanitario -la escuché decirnos titubeante mie
a entre mis brazos, es bella, y me pareció aún más atractiva, al poner de frente a mis ojos sus grandes atributos arropados por una leve tela qu
legaba escasos cuatro centímetros más arriba del comienzo de sus caderas, las cuales en su vaivén lograron enloquecerme a