ho, abrí mis parpados, estaban pesados, me había quedado dormido, ya no tenía tubos conec
peramos fuera
la mía había volado por los aires para des
nco con cristales azules, detrás de la mesa donde estaba conectado a
la para bajar de la camilla, el piso estaba frío; como las paredes, era de un tono gris, me hacía pensar que era transparente, como todo en
e, porque sabe que todos nosotros somos un solo organismo, todos nosotros hacíamos esto posible y nos ayudaba a mantener el equilibrio, era por eso que
io perfecto
éndome saltar. Eso era absurdo, era solo una metáfora del
na voz, una voz en mi cabeza clara y dulce. Tenía el
urdo, u
su
ar voces en mi cabeza y empecé a ponerme el uniforme, un traje completo verde pastel, verlo prestándole demasiada atención hacia q
ultando la playera blanca. Me acerqué al armario blanco y saqué un par de botas y mi daga, solo quedaba una, como
uras como las botas, debía anudarlas, pero mi mente estaba en blanco, tomé cada ext
n las botas, me esperaban, no podía perder el tiempo con algo así, seg
a cada extremo de una –así lo hice–, ahora pasa una debajo de la otra, después pasa las jaretas sobre tu tobillo a la altura del segundo agujero de las
ara el segund
udo del moño ¬–dije al mismo
nos segundos la voz del cansancio logro hacer que me sintiera con alguien más en la habitación. Hice lo mismo con la otra bota, olvidando co
salvo que en el pecho tenían una medalla, indicaba que ya habían terminado la academia y
e podía ver los rostros de los soldados que habían pisado esa academia, edificaciones de antes, cuando los humanos
ado que estaba vacío a simple vista, pero tenía justo en el centro unas escaleras en forma de caracol, eran tan bla
co sonido era el de nuestros pasos, cuando estuvimos al pie de las escaleras, los sold
r a la academia Utopía, tenemos el honor de esco
abeza y empecé a subir,
so era más blanca que las nubes, si la mirabas por mucho tiempo te cegaba su pureza, parecía
de los soldados– cuando cruce esta pu
frente a la puerta mis rodillas flaqueaban, no sabía si lo estaba. Uno de
do como usted, y, lo más importante, su temple, ese que le brindó seguridad
ho. Solo la lluvia cayendo sobre mí y los gritos de un soldado pid
dos brillaba con orgullo–, nunca nadie había termin
nto n
smo, lo había conseguido, tal vez ol
s: "estoy listo" y las puertas se abrieron, convirti
ía sol brillaba como si el sol le estuviera pegando, la segunda era azul, azul como el cielo incluso más pro
za, pero esta vez estaba esperándola y ansiaba atento q
me había olvidado de ellos, estaba
la que sea? ¿Q
s, –Debe elegir la primera que se abra una vez qu
si elijo
e –sonreían con paciencia, pero
emitió un chasquido, miré sobre mi hombro esperando ver a los soldados indicándome que entrara, nada, es
resignado por tener que ir a la amarilla brillant
rta azul, pu
od
é el pomo, se sentía ardiendo ba
on un paso atrás –Aquí lo estaremos e
ra ser sorprendido con miles de personas, vestían vestidos y traje
as de todos, su barba tenía matices rojos y verdes, sus ojos eran dos cuencas moradas llenas de aso
e pierdes habla en voz alta –sonreí, su voz me daba paz, tanta que no m