carne viva, su corazón latía con fuerza, su respiración estaba entrecortada. Trag
de romper. Con su mirada, examinó la habitación, tenía que encontrar una forma de salir de allí, escapar. Encontró una mesita de noche, sin pensarlo dos veces fue hacia ella. Había un cuchillo en el primer cajón, un cuchillo de carnic
ón sexual. Edward la ignoró al principio, como si ella no estuviera allí. Caminó hacia un pequeño bar que se encontraba en un rinc
xpectativa. Detrás de su espalda, a
in mirarla. Le quitó el tapón a la botella, y bebió directamente sin ne
e, con una mirada llena de furia-. ¡
su boca y descendía por el cuello, el pecho tonificado, su abdomen, hasta perderse por deba
Marianne, asqueada, perturbada. Su respiración
ba bien definida. Dios parecía preocuparse particularmente por este hombre, bendiciéndolo también con un hermoso rostro. Un
e ahora? -preguntó Marianne, agarrando co
e Edward. Y él nunca mencionó que era el hijo de un magnate del oro
otella sobre la encimera del bar. Caminó hacia ella lentamente. Se paró frente a ella y l
rianne. Su corazón latía con fuer
padeó y entornó los ojos-. El dolor que estás sufriendo aho
a quise hacer eso. No debía hacerlo. Quería huir de
ron-. ¿Quién te obligó a quedarte más tiempo de
uir. Per
ame
o tú lo
ño, Marianne. -Edward ladeó un
o el
malditos años! ¡En ese entonces nunca me dijiste que eras en real
rente. Quizás nunca hubieras pasado por todo eso, y te hubieras ido del país antes que las c