fijamente a los ojos, con o
te perseguiré. Ya dije lo que tenía que decir. No quiero volv
yo.
a por la espalda? Marianne dudó unos segundos antes de decidirse, tragó saliva, y empezó a caminar. Deseando que Edward no
ni se había dado cuenta que la habían subido por las escaleras a rastras. Volvió a dudar, respiró profundamente antes de bajar las escaleras. La puerta de
ruzados. Era joven, atractivo, quizá de la misma edad que Marianne. En cuanto vio a Marianne acercarse a
e metros. Con las manos descansando en las caderas. Sus labios seguían enrojecidos, ya
ara disgusto de Marianne. Ella lo fulminó con la mirada-. Está bien.
n el asiento con la vista al frente, seria e ignorando al asistente de Edward. Ni siquiera escuchó el resoplido del asistente antes de volver a ocupar el
d que pasaba enfrente de sus ojos, las luces de neón trazaban líneas fosforescentes al igual que los focos de los automóviles y postes de luz. No había tri
riosa y sobrenatural. Marianne miró perdidamente el cielo nocturno, moteado, el