ce el refrán, «el hombre decide y el destino dispone». ¿O no es así? Bueno, tampoco importa demasiado. El caso es que, pese a todo, estoy encantado. Espero, asimismo, que mi estirado suegro no apa
anto esperar, que me dio al fin la dirección de sus laboratorios de cosmética. Ya sé, ya sé. Me estás mira
ero el caso es que, además de casarse, le había dado dos preciosos hijos. Una situación económica espléndida que Juan Beltrán no
honesto y cabal, pensador y poco dado a las frivolidades..., cosa que, dicho sea de paso, él no compartía en modo alguno, pues nació pecador, y pecador y pendón seguiría siendo toda su vida, y, aun de viejo, seguro que engañaría a quien tuviese que engañar, para vivir su pedazo de vida. Y s
ro, dime, dime -añadió Juan, con su verborrea, sin treguas ni pa
o que tenga que soportarte durante e
, siempre hemos s
s, y recuerda que cuando tú empezabas a cortejar y terminabas la carrera, yo la empezaba. No t
ice en pañales, pero recuerda cuando salimos de juerga aquella primera noche de tu vi
turo suegro le tenía muy a raya... Pero, en el fondo, siempre lo consideró un bocazas, pero un bocazas con buen corazón, generoso y excelente amigo. Las cosas desde entonces habían cambiado mucho. Él se preparab
aber vivido un tiempo juntos en el mismo piso de estudiantes, y es que él prefería dárselo todo a
hijos, suegro y un puesto de aquí te espero, tenía la novedad de una amante, y notaba
escuchaba paciente las novedades que le contaba su amigo, a quien no veía desde que se casó con Diana, y él, como testigo e invitado, asistió a l
mi suegro al fin cedió su puesto. Me dejó de director; él se reservó la presidencia, pero, como le encanta viajar, se ha ido por unos meses,
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contar con paypal o Stripe)