ITU
ON SE VIS
e acumulaba en su interior. Las horas le parecieron siglos, y ya empezaba a dar síntomas de debilidad, cuando miró su reloj. Eran las dos de la tarde, y su estómago ajeno a todo lo que no fuera alimentarse se rebelaba. Cuando veía en la televisión casos de mujeres maltratadas le parecía tan lejano todo aquello... pero le empezó a suceder a ella, y una sensación desconocida, mezcla de estupor, culpabilidad, e indefensión se apoderó de ella, para siempre como un amo cruel. Aun le dolían los golpes que le pr
empo sin verla por aquí la
local que el regentaba. Se trataba de un hombre joven, amable, y que la hacía sentir en casa, algo que le gustaba sobremanera. Fernando se extrañó de que la reacción de
La noto preocupada, si pue
e dijo alzando la cabeza, int
sted no tiene nunca malos dí
afé bien carga
lograba librarse. También estaba cansada, pero no quería regresar a su casa, donde seguramente, aun estaba su marido. Le había cogido un miedo cerval, y solo de pensar que lo tendría delante
stá bien?¿qui
en que nos comenzásemos a tratar de tú?, nos c
parece bien. ¿Te importa que me siente un
n poco de compañ
é es eso tan importante
vemos en la televisión, a veces nos sucede a nosotros
iento aumentar dentro de
resulta terrible reviv
e vas a sentir ma
o fuera. Es mi marido...me peg
lto loco, matando a sus mujeres, pegándolas, y creando una atmósfera de inseguridad increíble. –le acarició
sobre ti el peso de mis penas, pe
a traer unos dulces para que
de ellas que realmente, era graciosa. Fernando era un buen conocedor de la sicología humana, no en vano llevaba diez años regentando su local. Había escuchado todo tipo de confesiones, confesiones que seguro que muchos sacerdotes no habían oído jamás, y eso que él era un ateo convencido. Hacía algunos años perdió en un trágico accidente a su pareja, y al hijo que iba a tener con ella, l
lluvia nutrida, que se colaba por debajo de los paraguas. Oviedo entera, se rebullía en sus
NG, pero empezaba a sentir la necesidad de hacer algo más directamente algo que supusiera un compromiso mayor...Su padre era un rico empresario, muy conocido en los círculos financieros, y elitistas de Oviedo, con lo que le resultaba sumamente fácil, recaudar fondos cuando se precisaba. No obstante se sentía cada vez má
todos los problemas, pero es tan frustrante... tiene que haber alguna cosa diferente que se pueda hacer,
r en golpear a una criatura tan dulce como era Ana ?no lograba entenderlo. El sol asomaba tímidamente entre las nubes, y daba la sensación de que al fin la furia de los elementos, decrecía. La luz coloreaba las piedras de los edificios,
pelo compuso su arrugada bata, para recibirla, y pulsó el botón de apertura. Ana presentaba una extraña apariencia, entre abatida, y triste, que no presagiaba nada bueno, a la vista de Ramón. Sus ojos de habitual alegres, y
spuesta era más que evidente. Siéntate mujer, ¿quieres tomar algo?
atrás en el sillón, y sus manos engarfiaban los reposabrazos como si fuesen una tabla de salvación flotando en la inmensidad del mar. La tensión le afloraba sin que ella pudiese evitarlo. En la chimenea, justo
o me deja pensar en otra cosa. Tengo una amiga en Madrid, que me acogerá en su casa, y quizás incluso busque trabajo allí. Voy a necesi
e la "uni"?¿cómo voy a prestarte nada? Te lo
abuse de tu generosidad, ni de tu amistad. Así que solo lo aceptaré si es como un préstamo, me sentiré me
zó las manos en signo de resignación-¿Cuánto te pare
arbaridad, ni que fuera a da
que me lo vas a devolve
la viese por vez primera. Una mujer que renacía de sus propias cenizas, para hacer frente a la vida, con un coraje renovado por el dolor y la pena.
amos a tomar algo ,podríamos rememor
uede que me ayude a olvidar un
ltó mientras se dirigía al baño. M
pleno rendimiento. Estuvo un buen rato bajo el chorro de agua, y no se dio cuenta de que Ana había dejado de hablar. De pronto, como si regresase de algún lugar perdido en un distante planeta, se dio cuenta del hecho, y preocupado, casi chorreando salió de la ducha, y se enfundó una toalla a la cintura,
, esto es un mal momento que pasaremos juntos tus amig
a hipar, a la vez que se sonaba. Ramón la tomó por su larga y negra cabellera, c
ecesites, es bueno, no pasa nada, va, venga