añana, alguien había prendido fuego el área de ciencias. Mi aula estaba en esa zona, y vi cómo las llamas
la desesperación se acumulaba en mi cuerpo. Jamás había vivido una situación así
ban en mi clase y los obligué a tomarse de las manos, formando una cadena donde yo
fuera del colegio, escuché demasiadas cosas al mismo tiempo. Los gritos de mis n
só muy
ro, apagaron el fuego y trasladaron a cualquiera que
o el penúltimo padre venía a por su hija. La pobre no podía pronunciar palabra, y cuand
presarse, de aprender, de hacerte reír con solo abrir la boca. Ese era
on mi espalda-, mi papá n
ño más listo de la clase. Él me miró con esos grandes ojo
. Sentí cómo temblaba-. No te deses
miné hacia donde estaba la direc
as yo me limité a oírlo-. Una persona se encarga de
nadie debe saber
on su padre o madre. Ian siempre llegaba al aula solo, tranquilo y d
ti? -Le pregunté con un mal p
ue él mismo iría a buscarle, por tanto, ca
bía tan bien que nadie lo iria a buscar, que cuando l
ente nunca habían suministrado algún número telefónico. Era incr
o se me ocur
u casa y lo dejaré ahí -aseg
ra la expresión de espanto de Ian, que se acercó a nosotras y pidió que no lo hiciéramos, nos lo imp
dad, oyendo el característico bullicio de la misma. Entr
ntenido en secreto. Una simple ´«L´» era lo que se veía en su archivo.Y el innegable
dad, visitamos muchos sitios, preguntamos por las famosas Industrias.
des lúgubres con delicadeza. Sus ojos se perdían en cada objeto del lugar. Para evi
de su puesto, y me arrancó delicadamente a I
igió, apartand
ró al hombre algo que no entendí y se aferró a mi brazo.
-gruñó, extendiéndo
o tenía problema con caminar un poco más, y eso hicimos. Nos adentramos a
razo. Su mirada cambió en ese momento, el brillo le regresó a los ojos.
n y, por un segundo, me asusté. Lo vi entre los brazos de un hombre que hizo girar a Ian. Detuve el paso abruptamente, admirando l
aba en la voz-. Ella me trajo -dijo I
dio hubiese hecho tartamudear a la yo de antes, pero, esta vez,
activado en mí, lo que me in
de su hijo -extendí la ma
nfusa a mi estómago. Nuestros ojos se conectaron, y disti
boca se curvó en una sonrisa. Una radiante-.
pero la vocecilla
tono que me pinchó el corazón-. Por favor, no olvi
s nunca había estado entre mis opciones. Lo sopesé, realmente lo hice, y
la mirada,
lamarlo-. Mi intención no
arra
abarse en mi memoria-. Ian no tiene
eron saber que no debía tomármelas en serio. La cuestión e
r para él, a pesar de que
igo. -Mi hijo ya no tiene
o a ese niño q
sus cejas oscuras y
trae con la pantalla. Entrecierro los ojos, examinándolo. Sus hombros están te
está p
e? -Él me m
esa -su rostro se
, dejándome su plato a medio comer. Inhalo profundamente. Después lo suelto todo, desesperada. No creí
-Abro mucho los ojos. Esa pregu
erece saber de su padre, pero el silencio de ese
vo sus palabras frotándole la espalda
forma en que me mira me oprime el pecho, y tengo qu
ue me lo
o, pero ya no es niño al que pueda distraer con un caramelo. Las
de pie, cruzo el pasillo y asomo la cabeza que da al pasillo de las h
da a freír perdices. Literalmente. Suspi
pued
e he acostumbrado a eso. En cambio, algo no me permite dormi
e la noche. Es tarde. Había pasado el día trabajando, igual
motor. Me incorporo cuidadosamente para no despertarlo. Entonce
está hac
n. Le digo cosas que ni me atrevo a repetir, a
grito que sale de su gargan
a la ciudad solo para ver a su padre. Un
hecho, mi