guntó la muchacha co
de algo insignificante-. Qué lástima el muchacho. Justamente la semana que viene se iba a vivir a México a dond
ó sin pensarlo mucho-. También me quedaré con este conjunto. El pan
anquila, como te dije antes me puedes
en entró al cuarto de la jovencita y sin decir una palabra se sentó en la cama y la abrazó. Sabía que la noticia le había roto el corazón a su hija. Unos segundos después le pregu
perceptible de lo poco que era. Le preguntó a su madre que dónde estaban sus hermanitos y ella le respondió que en un cumpleaños. Estaba cumpliend
ión que sentía por ello, pero al recordar que ya al día siguiente comenzaría volvió a cambiar su semblante, nuevamente se
liz de que Mafer comenzara a trabajar, así la ayudaría con los gastos y más que eso, estaba co
sca un trabajo de manera desesperada. Ella sólo sabía que mañana a las siete y pun
rtantes-. Conchale, mamá. Se me olvido preguntar esas cosas, pero
e usted es un caso -le dijo
se llamaba José María, pero todos lo llamaban Joselo. Tenía once añitos, pero él se creía que tenía veinte, siempre andaba metido en un problema. Era el típico niño que todos llaman "niño imperativo", siempre quería estar en la calle jugando con sus amigos o simplemente hablando con los del barrio. De camino a casa luego del colegio se pasaba por todas las tiendas para hablar un rato con los trabajadores, los du
a lista. Los dos corrieron para sentarse a la mesa y tratar de agarrar el plato que tuviera más comida. Eso de competir con los hermanos por quién agarra el plato con más comida es como una tradición familiar rara en las familias. Al entrar vieron a Mafer y la saludaron mientras peleaban por las sillas. Mafer sólo se reía de lo tontos que podían llegar a ser sus hermanitos, pero los entendía y se contentaba que siempre se acompaña