ndo la
a decisión política para salvar el futuro del reino le condenaba
a la puerta de su habitación, la despertó de golpe, arrancándola a la
a ocasionado una noche de sueño difícil y pesado, ese día en el que su rostro debía
s nudillos la gruesa puerta de roble― princ
quería olvidar. De a poco y mientras el embotamiento del sueño se dis
o temía y el que al mismo tiempo le despertaba tanta expec
rar que dentro de poco los prados verdes y los días cálidos desaparecerían de su cotidianidad
reino de Traines era de todo menos alegre. La pobre camina
ingresó a la habitación sin pedir permiso, estando casi a punto de arroyar a Isabela, lo que ocasionó un pequeño des
s chicas sin reparar en las diferencias de su clase social, una era la heredera al trono de Traines mientras la otra era una simple criada, eran inseparables y
a joven perteneciente a la más alta realeza y un general de rango medio no iba a resultar en un devenir positivo bajo ninguna circunstancia, pero a Isabela eso le importaba poco, en su idilio de amor nada importaba más allá de los ojos color cielo de su amado Fernando, llegando incluso a esbozar un plan de
lo sabes bien ―Isabela cerró la puerta al tiempo qu
o del color del otoño caían sobre sus hombros y sobre su pecho para enmarcar su busto de proporciones agraciadas, sus ojos color ámbar que resaltaban por el tono blanquecino de su piel que muchos comparaban con la porcelana siempre habían sido un detalle resaltado por los hombres que la cortejaban y su figura esbelta y de líneas delicadas, que eran una herenci
cuadro de desánimo irremediable. Y es que no tenía manera de tener otro ánimo, si su corazón pertenecía a Fernando, de lo cual ella se encontraba convencida, la idea de
orte del señor de Jarre ya de
consumaba y la Princesa del reino de Traines, Isabela del castillo, debía desposar al señor de la tierra de Jarre, ella debía acompañar a su señora más allá del gran mar, lejos de su amado Anton. Sin embargo, y más allá de consideraciones personal
e quebrar su ánimo, Casandra dio un paso al frent
ese abrazo, Isabela sintió
ianza de sentirse hablando con una amiga cercana―, per
el motivo que le mantenía en pie aún
Señor de Jarre sea un anciano que no te cumpla en la cama y l
logró el efecto deseado, pues Isabela comenzó
ieres que aparte de me toque casarme con un hombre des
le un jalón de cabello al tiempo que separaban su abra