aba respirar, no por la asfixia. No, esta vez no. Esta vez lo que la ahogaba era su propio miedo, reflejado y aumentado por las sombras que eran como la propia encarnación de este. Se forzó a contr
ra? ¿Qué hab
sueño -
cambió. Esa voz... Aura había escuchado esa voz antes. No sabía dónde, no sabía cuándo y, sin embargo, estaba tan segura como de pocas cosas lo había estado hasta entonces. «¿Crees que puedes engañarte tan fácil?», volvió a decir la sombra, acechándola. Aura corrió con toda la rapidez que las piernas le permitieron, pero las sombra
ó los brazos en acto de reflejo, queriendo empujar a la sombra de un manotazo. De la nada un nuevo conjunto de sombras s
ridad. Y, aunque Aura no la
se volvían cada vez más lentas. Antes de que pudiera darse cuenta, una nueva sombra se interpuso en su camino y la hizo caer. El do
bló y la cabeza l
ó cara a cara con la sombra. Esa era la primera vez que veía con nitidez un rasgo de su atacante, ya que la visión no se le nublaba por la falta de aire y le permitía ver los siniestro
l peso del mundo cayera de repente sobre sus ojos, y en contra de todos sus prin
su cabeza-. Tienes que ven
pu
s... Despiert
ra que, después de haberle drenado gran parte de su energía, se veía aún más oscura que antes. Por algún motivo, el miedo pasó a se
uñeca, mas la sombra no disminuyó su agarre
el brazo de la sombra y dejó que su energía saliera como un
e los dedos se disipó lo suficiente como para que Aura viera lo que ocultaba, y durante un momento, antes de que la sombra por fin se alejara... No fue una sombra, sino una mano la que había agarrado entre sus dedos. Una mano humana. Cuando la sombra retrocedió, aún retorc
>
si fuera de plomo. Apenas podía moverse; le faltaban fuerzas. ¿Qué había pasado? Miró con los ojos entrecerrados, casi por inst
Al mirar vio una marcha de sangre seca que había causado que la tela se adhie
lla y se apresuró a vestirse; con suerte llegaría a tiempo para la siguiente clase. ¿Por qué su
ual la obligó a conducir más rápido. Esa vez las sombras no se molestaron en aparecer. Cuando llegó por fin a la universidad todos los pasillos estaban desiertos, sus pasos resonaban
a entró en la sala, sin apenas dignar
orzó a que su voz sonar
primera
e que por es
á a pasar.
pasara y ella se apresuró a tomar
lado que hizo a la muchacha estremecerse de pies a cab
había inclinado un poco hacia ella para que nadie los oyera hablar
-murmuró con u
fesores que había. Según ella, claro. Al mirar los ojos violeta tormentoso del chico los destellos del sueño de la noche anterior le llegaron de golpe. Las sombras, el atisbo de la persona que había tras la oscuridad, la ene
que no podía despegar la vista. Asintió despacio sin hablar. Entonces él ba
ntó a su vez,
segundo: justo a la altura de su muñeca marcas violáceas de dedos se cerraban en torno a donde la sombra la había sujetado. ¿Habían estad
e él discutiría, pero no lo hizo. El chico se limitó a
todo en aquel lugar, y se deslizaba débilmente, como si no poseyera la energía necesaria para avanzar más rápido. Durante un momento pareció como si los ojos viole
murmuró él, más
ose por qué habría aparecido en su sueño y, sobre todo, por qué la s
staló en su cabeza. ¿Y si...? Aura se imaginó la energía como si fueran volutas de humo saliendo de sus manos y transformándose en sombras. Después
al sentir la mirada
sp
asara inadvertido. Él la escrutó durante una eterna fr
uc
aron durante
on más brusquedad de la que pretendía. Se lo h
rqueó u
r de s
uando un carraspeo la
ión con mi clase, señor S
o la voz del profesor Cla
cas a su lado. Aura quis
, los dos. Ahora. Ambos se quedaron inmóviles durante un momento hasta que Aura, indignada, tomó sus
as sombras volvieron y se arremolinaron a su alrededor, absorbiendo energía de todo lo que se moviera delante de ellas, y nadie parecía notarlo. Lucas, que se había adelantado, se detuvo de
roducto de un dolor lacerante en la cabeza, mas se obligó a no tambalear, a hacer como si nada pasara. El muchacho que acababa de entrar la o
esor y le entregó un papel amarillo qu
re a llegar tar
s suyos a causa del dolor. Toda la escena se registró brumosa en su memoria. Cu
s la llamó
sor volvía a hablar dentro de la sala, mas no logró armar las palabras en su cabeza. Lo último que le pareció notar antes de salir fueron unas extrañas marcas, similares a las suyas,
, el dolor se mitigó lo suficiente como para
-preguntó Lu
ue separaba la puerta del piso y se deslizó siseando hasta enroscarse en el
pegó un alarido inhumano que le taladró los tímpanos, y por el gesto que hizo, estaba segura de que Lucas lo había oído también. La cabeza comenzó a dolerle con más intensidad mien
stabilizarse se pegó a ella sin obtener resultado. Sus piernas ya no eran c
atisbo de miedo en su v
se sintió tentada de preguntar, pero se contuv
de eso, solo que esta vez parecía no ser suficiente. Consiguió abrir los ojos; ya no estaban en el pasillo fuera del aula de Historia
sentado en el piso y el
¿Dónde estam
e momento hubiera estado c
viejas del campus. Cerca d
uiera dan
nadie viene -c
me tr
ensó luego de h
unos minutos. Supuse que no quer
no q
aci
te si
a decidido electrocutar
s dormir
Aq
r qué no.
ontinuó diciendo-. Necesitas
timiento
letas del chico lucían más oscuros por la falta de luz, y p
adeó la
ad, o solo lo que quieres oír?
tan diferentes, Lucas -repuso, porque querí
ante un instante y
ijo po
o resp
ró. A pesar de que parte de
Te prometo que cu
Aura sintió el cansancio abordar su cuerpo una vez más y no tuv