que parecía haberse dormido. Cuando por fin lo consiguió se arrimó a las llamas como si estas fueran
oh, sí... Aún conservaba yo la visión cuando ocurrió. Antes, el cielo era... azul. Un color azul profundo, oscuro a veces, y claro otras. Capaz de la mayor calma y la mayor ira intempesti
anos nudosas cerca de las llamas, tratando de entrar en calor. El baile
ricto código. Cuando lo infringí... me castigaron con un estigma de deshonor. Un ojo ciego, una herida de por vida, en mi cuerpo y en mi alma. El segundo ojo no lo perdí hasta hace unos años, después de que el cielo oscureciera. Un espadazo me lo rajó en una contie
eron centellear con fu
de que todo oscureciera? -preguntó el mucha
enzo de los tiempos lo mancilló todo. Manchó el mundo con su espíritu corrupto. Lo único que ocurre ahora es que el paisaje se ha convertido en el reflejo de su podredumbre. Los árboles caen, secos y sin vida, y las flores se marchitan antes siquiera de llegar a flo
..? -susurró el chico-. ¿Por qué dejaron
, con la semilla del mal sembrada en su corazón, y por ofrecerle después un poder que nunca debería haber caído a su alcance. El Fragmento Ámbar... el Abismo maldiga e
eres que fueron creados para llevar al hombre
ejo-. Yo vi uno una vez, ¿sabes...? N
exactamente aq
midioses, si así prefieres que los llamemos. Su cometido, según explicaban los sabios de la antigüedad, era instruir a las razas mortales. Convertirse en sus guías, ayudar a su desarroll
, pensativo, y se rodeó l
a ejercer de guías de lo
r qué, cuando habían cumplido con su cometido, y los hombres podían valerse por sí mismos, deci
terior. Que decidieron no conformarse con lo que los dioses les ofrecían, sino que querían ir más allá. Gobernar a la humanidad
pto de los hombres, su lado podrido. Vieron la monstruosidad que los dioses habían creado, y
s, y exhaló su aliento sobre ellas
Yinn perdieron la guerra por culpa del poder del Fragmento Ámbar, y ahora...-el anciano ges
s se helaba a medida que la noche descendía. A lo lejos, en el horizonte, un punto de luz
por debajo de las nubes. La luz de los otros astros no ha visto la tierra desde el día del Advenimiento, pero ella... No, ella no deja
acho, sin despegar la mirada del punto que brillaba en la lejaní
laridad. Pero ahora es lo que es, chico, no importa lo que digan. Es una diosa que brilla en el cielo, incandescente. Y nunca
o nos recuerda la corrupción que ha consumido el mundo. La podredumbre que todo lo ha infectado. Es al mismo tiempo el tesoro más valioso que pose
olvieron instintivamente hacia el lejano luga
el pedazo de tierra yerma y seca que dejaré tras de