omo siempre. Desde que observan que va entrando a la empresa todo el mundo empieza a correr por todos lados, nunca me acostumbré a co
confianza como los de David cuando él no está; mientras hago el informe semanal un
retira y camina hacia el ascensor. Tomo mi libreta de apuntes y con los nervios de punta camino hacia su oficina a paso firme mientras acomodo mi saco color negro. Mis tacones
entro, con esa voz varonil. Abro la puerta y entro, él como siempre impecable, ni siquiera un cabello de su cabeza fuera de lugar, se había quitado el saco gris y está re
eño sillón frente a su escritorio, la oficina de Satanás Anderson
sta, despegando la mirada del monitor p
ecogerla, ahora mis lentes se deslizan de mi bolsillo y caen al suelo, ¡demonios! Los tomo rápidamente, rue
oger la libreta y los lentes, lo llevo detrás de mis orejas y me cruzo
, pero sabes, nunca he dejado que nadie conduzca mi Porsc
el motivo para despedirme? ¿Tres semanas después? No he terminado el
ía ningún taxi cerca y obviamente no podía lle
e estado, de no ser así, usted tal vez estaría en las noticias en estos momentos, eso no es un argumento válido
clama, con una v
sa, solo intento salvar mi trabajo. Él me observa, con su entrecejo frunci
certe? -enarca una ceja-. Y no te v
ra dirección en la oficina y me percato de que hay una planta, algo, finalmente, que no es gris a
serio contigo -dice-. Pue
oncertada, claro que pue
mante, ni tragaré drogas para pasar por un aeropuerto. ¡No! Tampoco particip
obtiene una respuesta de mi parte, se mira tan cóm
señor Anderson, ¿en qué le puedo ayudar? -no pue
ecleando en su computador, no puedo evitar ver que se mira tan interesante hablan
on drogas. Con razón tiene tan gran
modo mientras me
as mi