El cumpleaños número 21 de Daniela marcó un antes y un después en su vida. Había empezado como cualquier noche, amigos, tonterías y brindis en una discoteca. Sin embargo al terminar la noche perdió la conciencia; cuando despertó estaba muy lejos de casa, a merced de hombres inescrupulosos que no lo pensarían dos veces en sacar provecho de ella. Fue en ese lugar donde lo conoció, ese guapo, cruel y millonario hombre que se convertiría en su esposo, pero también en su peor pesadilla. Este libro incluye escenas de sexo, abuso y relaciones lesbicas. No es apto para menores de 18 años.
Aún no logro entender cómo terminé en ese fatídico lugar, aunque nunca olvidaré mi primer día ahí.
Un momento antes estaba celebrando mi cumpleaños número 21 con mis amigos en una discoteca, dejamos nuestras cosas en una mesa y fuimos a bailar, Pedro se ofreció amablemente a cuidar las cosas para que no nos robaran nada, al volver me tomé la mitad de mi vaso de cerveza de un sorbo pues tenía mucha sed. Unos minutos después me empecé a sentir mareada, eso era raro, eso no era ni la cuarta parte de lo que solía tomar, sin embargo me sentía como si hubiera tomado 3 botellas de pisco al seco.
-Creo que me voy, me siento mal- Dije- Voy a llamar un taxi.
-Voy contigo, tampoco me siento bien, creo que debí haber comido algo más fuerte antes de venir- Dijo Laura para justificar el efecto que el trago, del cual sólo había tomado un par de sorbos, había provocado en ella.
-Perfecto, compartamos entonces...
-Las acompaño a esperar- Dijo Pedro con una expresión extraña.
Salimos y empecé a meter los datos en la aplicación pero antes de que pudiera terminar de escribir me desvanecí.
-Dani, Dani... ¿Estás bien?- Fue lo último que escuché antes de perder la conciencia.
Cuándo desperté estaba en un pequeño cuarto, recostada sobre un colchón viejo, atada de manos y pies y con una cinta adhesiva en la boca ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? Fue lo primero que me pregunté. Empecé a luchar contra mis ataduras pero era inútil, lo único que lograba era lastimarme la piel con el rose de las cuerdas. De pronto la puerta se abrió y entraron dos hombres totalmente desconocidos para mí.
-¿y? ¿Qué le parece, jefe?- Dijo un hombre de cabello negro y piel bronceada.
-Se ve bien... Desnúdala- Dijo cómo si fuera algo que hacía todos los días.
Espera... ¿Acababa de decirle que me desnudara? El hombre sacó un cuchillo cartonero de su bolsillo y se acercó peligrosamente a mi "¡no! ¡Por favor, no!" Exclamé en mi interior retorciéndome mientras intentaba luchar con mis restricciones, pero era inútil, el hombre empezó a cortar mi ropa sin importar nada, luego me desató las piernas y me obligó a ponerme de pie sujetándome de la cuerda que sostenía mis manos en la espalda.
Empecé a llorar abrumada por todas las sensaciones que eso generaba, miedo, angustia, vergüenza, confusión pero sobre todo, me sentía terriblemente vulnerable.
-Sí, sí... Creo que servirá- Dijo, sacó un sobre de su bolsillo y se lo pasó, luego agregó- Déjame a solas con ella.
-Claro, un placer hacer negocios con Usted- Respondió y entendí de inmediato a que se refería... Me acababan de vender.
Había oído hablar de eso en las noticias, la trata de blancas, sin embargo era ese tipo de cosas que uno sabe que existen pero que nunca piensas que podrían pasarte a ti, sin embargo ahí estaba, desnuda, con las manos en la espalda frente a un viejo de unos 50 años, retrocedí un par de pasos, aunque eso no impidió que se acercara a mi.
-Eres muy linda- Dijo acariciando mi mejilla- En serio que sí- Recalcó, luego me quitó la cinta de la boca y antes de que pudiera decir nada me tomó del pelo para besarme a la fuerza. Intenté resistirme, pero en mi posición era imposible.
-Basta, suéltame- Dije con voz temblorosa apenas nuestros labios se separaron- Déjame ir- supliqué entre lágrimas.
-¿Qué te deje ir? Pero si apenas empezamos... Tengo muchos planes para ti, muñeca...
-¿Planes? ¿Qué planes?- Dije aunque en realidad no estaba segura de querer saber.
-Ya lo verás... Por el momento, vamos a aprovechar el tiempo- Dijo mientras se abría el pantalón.
-No, no... Por favor- Dije retrocediendo hasta que tropecé con el colchón y caí sobre este.
Un segundo después el viejo estaba sobre mi besando mi cuello y recorriendo mi cuerpo con sus asquerosas manos mientras su miembro se endurecía rápidamente, por más que supliqué él no se detuvo hasta quedar satisfecho. Luego se tendió a mi lado sin dejar de acariciarme.
-Eres deliciosa- Dijo pasando su lengua por mi cuello hasta mi oído- Creo que te querré para mi.
-Por favor, por favor... Déjame ir, prometo que no diré nada, solo quiero volver a mi casa, por favor...
-No tienes idea de dónde estamos ¿verdad?- Dijo aunque la respuesta era obvia, no tenía como saber donde estábamos, ni siquiera qué hora era pero... ¿Qué tan lejos podríamos estar de Santiago? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?, negué con la cabeza con la esperanza de que me diera alguna pista- Estás muy, muy lejos de casa, preciosa.
-¿Dónde estamos?- Dije asustada.
-No necesitas saber eso, lo único que necesitas saber es que la única forma de salir de aquí es en pedacitos ¿entiendes? - Yo asentí- Bien ahora... Te diré porque estás aquí- Dijo mientras mis ojos se llenaban de miedo y mi corazón latía cada vez más rápido- Estás en un prostíbulo... Mi plan es venderte cada noche al mejor postor o hasta que tu cuerpo no de más- Ahora que lo pienso quizás no lo dijo literalmente así, pero así es como lo recuerdo.
-No, por favor... Te lo suplico, haré lo que sea, pero no me obligues a hacer eso.
-Sabía que dirías eso... Tienes suerte, me gustaste, así que te daré una alternativa... O te resignas a ser una puta por el resto de tu miserable vida o... Te conviertes en mi esclava sexual.
Ninguna de las alternativas sonaba muy convincente, pero estaba contra la pared, mis alternativas era dejar que no sé cuantas personas me follen y me hagan quizás que cosas o... Dejar que ese viejo me violara sistemáticamente por el resto de mi vida.
-Sí, sí, seré lo que quieras, pero no me prostituyas...- Supliqué.
-Buena decisión...- Dijo, me desamarró las manos y agregó- Ahora muéstrame cuanto lo deseas.
-¿Cómo? ¿Qué quieres que haga?.
-Simple, chúpamela- Dijo poniendo sus manos detrás de su cabeza relajadamente.
-Okey...- Dije resignada.
-La respuesta correcta es "sí señor"- Dijo tirando de mi cabello.
-Sí, sí señor- Repetí con voz temblorosa, luego me soltó y me empujó hacia su entrepierna.
Me puse en cuatro, sostuve su cosa con dos dedos, no quería tocarla más de lo estrictamente necesario. Cerré los ojos y la metí en mi boca, intenté pensar en otra cosa, pero era muy difícil hacerlo con su hedor acosando mi nariz. Después de lo que me pareció una eternidad explotó en mi boca, sostuvo mi cabeza mientras la llenaba con su semen. Empecé a atorarme...
-Será mejor que te la tragues si no te quieres ahogar- Dijo, así lo hice- Buena chica...
Luego se levantó, se vistió y salió como si nada hubiera pasado, me quedé ahí abrazando mis piernas en posición fetal, no sé que era peor, que me haya violado o saber que esa era la primera de cientos más... Lloré por horas, por días, toda una eternidad en un momento, mientras me preguntaba cuánto más podría resistir antes de enloquecer... "Quizás podría hacer algo para enfurecerlo a tal punto que desee matarme" Pensé, aunque la muerte aún sonaba muy espeluznante, sin embargo algo me decía que con el correr de los días esa opción parecería cada vez más tentadora.
No sabía cuanto tiempo había pasado y ya había perdido la cuenta de cuantas veces había sido violada por ese viejo que ni siquiera me había dicho su nombre, todo lo que sabía de él era que era una especie de proxeneta y que estaba dispuesto a todo para obtener lo que quería, cada vez que le desobedecía me golpeaba, me ahorcaba o me amenazaba con su arma, recordándome que era suya y que no tenía derecho a opinión.
Ese día entró como siempre yo acababa de despertar, no sabía cuanto había dormido pero seguro no había sido mucho, vivía con el temor constante de que esa puerta se volviera a abrir, lo cual activaba todos mis sentidos, dispuesta a huir, defenderme, hacer algo, aunque en realidad lo único que hacía era dejarme intimidar una y otra vez.
Saltó sobre mi como siempre, como un león dispuesto a devorar a su presa.
-Por favor... -Empecé a decir pero él puso un dedo sobre mis labios.
-Shh... No me interesa lo que tengas que decir... ¿o acaso ya se te olvidó lo que eres?- Yo negué con la cabeza- Dilo.
-Soy su esclava, su juguete sexual y mi único propósito debe ser darle placer.
-Buena chica- Dijo dándome una palmaditas en la mejilla.
Me tiró al colchón y se lanzó sobre mi, empezó besando mi cuello mientras su mano bajaba a mi entrepierna, lo odiaba, en serio que sí, lo odiaba con todo mi ser, pero también sabía que no tenía opción, no era como si pudiera enfrentarlo, mucho menos huir de esa habitación que parecía una bodega vieja, sin ventanas, sin ventilación y la única salida o entrada era esa puerta que siempre estaba con llave, aún cuando él estaba dentro, supongo que era un tipo de precaución por si tenía el atrevimiento de querer salir corriendo. De pronto empezó a sonar su celular de forma bastante insistente, pero el lo ignoró.
-Conteste, podría ser importante-Dije tímidamente viendo en esa llamada una oportunidad para alejar sus manos de mi aunque sea por unos minutos.
-Ahora tengo cosas más importantes en mente- Respondió sin dejar de acariciarme, sin embargo el teléfono siguió sonando hasta que harto de su insistente timbre contestó- ¡¿Qué?!- Exclamó con fastidio- ¿qué? ¿Cómo que escapó? Nadie escapa de aquí... Tropa de inútiles ¿Qué tan difícil es mantener a raya a una chiquilla?... ¡Pero si abrimos en 15 minutos! ¿De donde voy a sacar un reemplazo a esta hora?... ¿Crees que ando con putas en los bolsillos o qué?...- Dijo, luego me miró de una forma que no me gustó nada- Espera... Creo que tengo a alguien... Pero solo es un reemplazo, deben buscar a alguien nueva... Sí, sí, ya voy...- Dijo y cortó, se levantó y me dijo en tono imperativo- De pie.
Me levanté un tanto confundida, me tomó del brazo con fuerza y abrió la puerta mientras decía.
-Te va a tocar reemplazar a una de las chicas...
-¿Qué chicas?- Pregunté confundida.
-¿tu que crees? ¿Ya se te olvido donde estas?.
Tiró mi mano hacia afuera de la habitación, entonces entendí a qué se refería.
-No, no... Por favor... Dijiste que no lo haría... Dijiste que no me venderías- Exclame poniendo toda la resistencia que podía.
-Eres mía, puedo hacer lo que quiera contigo- Contestó de manera totalmente indolente.
-Pero, pero... Te he obedecido en todo...
-¡Camina!- Gritó tirando de mis brazos tan fuerte que casi me caigo.
Pasamos una puerta y entramos a un salón iluminado con luces de neón rojas, ahí habían unas 20 chicas que lucían igual o más asustadas que yo y entre ellas estaba Laura... Recordé como ella había salido conmigo diciendo que también se sentía mal, me miró asombrada, noté que ninguna de ellas pasaba los 25 o a lo más 30 años.
-Ponte esto- Dijo pasándome un babydoll transparente, obedecí de inmediato, no quería que me golpeara o algo, además de él habían unos 5 hombres con aspecto de gorilas custodiando cada rincón de la habitación, antes de ponerme al lado de la chica que estaba más cerca de mí, intercambiamos miradas de preocupación con Laura.
Poco a poco iban entrando distintos hombres, algunos miraban y se iban, otros elegían a alguna de mis compañeras como si estuvieran viendo un catálogo, de pronto entró un hombre de unos treinta y tantos, de aspecto impecable, era obvio que era un hombre de mucho dinero.
-La quiero a ella- Dijo con acento extranjero, señalándome como si dictará una sentencia, el viejo me hizo una seña para que me acercara "Bueno, por lo menos es un poco más guapo que el viejo" Pensé, aunque tampoco era como si me emocionada mucho la idea de acostarme con él.
-Bien, puede pasar por aquí y usar la habitación número 12- Dijo mi proxeneta señalado un pasillo.
-Creo que no entiende, quiero comprarla... ¿Cuál es el precio?- Dijo como si yo fuera un adorno, una figura de porcelana, un simple objeto.
"Eso es todo lo que eres para ellos Dani" Me recordó una voz en mi interior, empuñé las manos con fuerza tragándome la rabia e impotencia que sentía, mordiéndome la lengua para no recriminarlo usando todos los insultos que existen en el mundo.
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Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
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