Katia fue abandonada por su ex pareja, tiene un hijo y es madre soltera. No confía en los hombres y desde el primer día odia a su jefe por una razón que casi nadie conoce, excepto sus amigos más cercanos. Se trata de un trauma de su pasado que la ha dejado incapacitada para quedarse encerrada en un ascensor, así que su mal humor hacia el hombre que se quedó atascado con ella, quien es nada más y nada menos que su jefe, Stefan. Esa animadversión trasciende hacia las oficinas cuando es llamada como su secretaria. Ella no puede ocultar su repele hacia él y este no hace más que buscar motivos para hacerla sonreír, además de sentir cierta ternura por esa mujer arisca que oculta un secreto vinculado a su hijo. Él también guarda los suyos propios, tiene vínculos familiares con delincuentes de su país y eso es lo que hará que ella se separe de él, con miedo a lo que pueda pasarle a su hijo. Además, su ex pareja vuelve y eso complica aún más las cosas entre Stefan y Katia, que poco a poco se van enamorando. Al final, ella sabe que también tiene sus secretos, así que entiende el porqué Stefan ocultó los suyos, viven un romance de ensueño a pesar de las intrigas y celos que despiertan a su alrededor.
El despertador sonó y maldije por lo bajo, sintiendo de alguna manera que hoy sería un pésimo día.
Todos los días me levantaba temprano para poder preparar a mi hijo y que este pudiese ir al colegio. Como cada mañana, miraba la foto del hombre que tenía en la mesita de noche. Lo echaba de menos y no entendía el porqué se había marchado.
Tomé el marco que tenía la foto y me quedé mirándola. Ya habían pasado tres años desde que él se marchó y no podía evitar preguntarme el motivo de su partida.
Dejé el marco de nuevo en su sitio y me levanté de la cama. Tomé la liga que había en la mesita de noche y me recogí el cabello, mientras me dirigía hacia el baño.
Salí y a dos puertas de la mía, estaba la de Adrien, con pegatinas de dinosaurios.
Entré en esa puerta y me quedé mirando al niño que dormía sobre sábanas de dinosaurios. Sonreí dulcemente y me acerqué a la ventana que estaba enfrente de la cama del niño para subirla y ver su reacción.
Él apretó los párpados, se echó el brazo por encima de los ojos y remoloneó.
"Todas las mañanas lo mismo" pensé con ternura, mientras me acercaba a la cama. Me senté en el filo y le dije:
-Vamos, Adrien, vas a llegar tarde al colegio.
-No quiero -dijo medio dormido.
-Mamá tiene que irse a trabajar y no puedes quedarte solo en casa.
-La tita Jackie se queda conmigo -se quitó el brazo de sus ojos.
-La tita Jackie también tiene que trabajar -le acaricié la barriga- Vamos, dormilón. El papá de Darío va a venir a por ti y debes estar listo para cuando venga. No podemos hacerle esperar.
Mi niño abrió los ojos de manera perezosa.
-Mami, ¿me prometes que luego vamos a ir al parque?
-Claro, pero primero tienes que hacer lo que mami diga -le di suavemente en la nariz.
-Oye, mami, ¿cuándo va a venir papi? -me preguntó, haciendo que le mirase sorprendida.
"Eso es lo que me gustaría saber a mí" pensé.
-¿Es que papi no nos quiere y por eso se ha marchado?
-¿De dónde sacas eso de que no nos quiere? Claro que nos quiere y mucho. Lo único que su trabajo... lo tiene muy ocupado.
-¡Pero aun así, mami! Todos los papás de mis amigos están siempre con ellos, a pesar de que ellos también trabajan -hizo pucheros
-Adri, cariño. Papá... no tiene su trabajo aquí, lo tiene... en otro sitio. Estoy segura que pronto volverá y que nunca se marchará de nuestro lado -mentí, aunque eso es lo que yo quería creer.
-Mami, ¿me darás una foto de papá? Es que pronto es el día del padre, pero...
-Claro, te daré una foto pero ahora, a vestirse que hay que ir al colegio -le dije con una sonrisa.
Lo ayudé a ponerse el uniforme del colegio y bajamos las escaleras, donde nos dirigimos a la barra que había en medio de la cocina y separaba el salón y la cocina.
Senté a mi hijo en uno de los taburetes y me acerqué a la nevera, donde tomé la leche y la mantequilla. Mientras preparaba el desayuno de mi hijo, se giraba de vez en cuando para ver que no se había movido. El pequeño estaba jugando con un coche pequeño de carreras en color rojo.
No podía negar que echaba de menos al padre de Adrien, pero intentaba hacer todo lo que podía para que a mi hijo no le faltara de nada y gracias a mis amigas, la carga de criar a un hijo sola no era tan pesada, ya que me ayudaban.
Tras dejar a mi hijo con Darío, el padre del mejor amigo de Adrien, conduje hacia las afueras de la ciudad, rezando que no hubiera demasiado tráfico.
De camino hacia el trabajo, pensaba en aquel hombre que me dejó tres años antes. Me gustaría que él volviera para que explicara por qué se había marchado y no había dado señales de vida en todos esos años.
Suspiré.
Debía quitarme eso de la cabeza si quería rehacer mi vida, pero no podía hacerlo. Todavía seguía enamorada del padre de mi hijo.
Estacioné el auto en mi lugar del estacionamiento que había delante de un edificio enorme. Antes de entrar, respiré hondo, abrí la puerta de cristal y pasé dentro del edificio.
-¡Oh, Katia! -me llamó la recepcionista y luego me hizo un gesto con la mano para que me acercara- Escucha, escucha. ¡Tengo un chisme nuevo!
-¿Qué es ese chisme nuevo que tienes, Deva? -dejé el bolso encima de la recepción y empecé a mirar las cartas.
-He escuchado del Director de Recursos Humanos, que pronto el nuevo CEO vendrá a Oklahoma por un tiempo y que encima, ¡es joven!
-¿Y qué? Seguro que tiene novia y se cree el mandamás por ser el dueño de algo. Odio a ese tipo de personas -tomé tres cartas y luego se las enseñé a Deva- me las llevo.
-¡Katia, por favor! -me llamó, mientras que me dirigía hacia el ascensor. - ¿Por qué lo juzgas sin conocerlo?
-Por lo mismo que tú lo admiras o esperas que sea guapo y joven -me giré hacia la mujer de la recepción. - Seguramente es mayor y feo -volví hacia el ascensor y apreté el botón.
-¡Lo que deberías hacer es buscarte un novio! Estás muy arisca con los hombres desde hace tres años -me dijo Deva, mientras que un hombre vestido de un traje se ponía a mi lado.
-Todos los hombres son iguales -hablé sin mirar a mi amiga- sólo quieren lo que quieren.
-Gracias por la parte que me toca, señorita -habló el hombre de pronto, asustandome.
Me puse la mano en el pecho debido a la impresión, pero no le contesté. Torcí la boca y giré la cabeza hacia el lado opuesto al cual se encontraba el hombre.
Suspiré, antes de que las puertas del ascensor se abrieran.
Jeanne Boucher se enfrenta a una situación desgarradora cuando la enfermedad de su padre pone en peligro su vida. En un intento desesperado por salvarlo, acepta a regañadientes la propuesta de su terco y seductor jefe, Émile Dubois: un matrimonio de conveniencia para proteger el patrimonio familiar de este último. A pesar de la atracción que existe entre ellos, él ve a Jeanne como un juego y busca tenerla bajo su control, en su cama, y satisfacer sus deseos más perversos. Sin embargo, ella no sucumbe a su encanto y resiste sus intentos de seducción. A medida que la tensión entre ellos crece, se enfrentan a una tentación inevitable que podría poner en peligro los términos de su acuerdo temporal y desafiar sus propios sentimientos. Sin que ellos lo sepan, después de noches apasionadas en las que se dejan llevar por el deseo, Jeanne lleva en su vientre el fruto de su unión. Con el fin del acuerdo temporal, se cava un abismo entre ellos cuando él permanece completamente ignorante de la existencia del hijo que ella espera. Esta revelación pone en peligro los términos de su acuerdo anterior y desata una tormenta de emociones que desafía sus creencias y los sumerge en un territorio desconocido.
Ellos se odian, no se toleran ni se soportan… ¿Cómo podrían cambiar las cosas entre ellos? Madison Chapman, una chica de 25 años que vive en la ciudad de Bristol, es transferida a la gran ciudad de Londres para trabajar como médico profesional en el mejor hospital de la ciudad. Sólo tiene un problema: ni su familia ni ella tienen el suficiente dinero como para comprarse ni siquiera un pequeño apartamento. Por eso decide compartir el apartamento… Carter Rogers, un chico de 26 años que vive en la ciudad de Londres, es propietario de las grandes E.M.R (Empresas Mobiliarias Rogers) se verá obligado a compartir su tranquilo y preciado apartamento con una verdadera “molestia”, según él… Toda esta situación se complica cuando alguien deja al pequeño Steve de casi 2 años de edad delante de la puerta de su apartamento.
¿Qué puedes hacer cuando un completo desconocido invade tu vida en menos de una semana? Jack es un hombre misterioso, que despide testosterona con cada paso que da, todo un donjuán que pondrá la vida de Lucy Wilson, la camarera más amargada y malhumorada del bar, de cabeza. Ella, con una vida llena de dificultades y tristezas, conoce por obra del destino a Jack Thomas, quien por su propio error termina viviendo en su casa en contra de su voluntad. ¿Podrán coexistir el uno con el otro, a pesar de los secretos que cada uno guarda?
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En su borrachera, Miranda se acercó audazmente a Leland, sólo para encontrarse con su mirada fría. La inmovilizó contra la pared y le advirtió: "No me provoques. Dudo que puedas soportarlo". Poco después, su compromiso se canceló, dejándola en la indigencia. Sin otras opciones, Miranda buscó refugio con Leland. Con el tiempo, asumió el papel de madrastra, cuidando a su hijo. Llegó a comprender que la decisión de Leland de casarse con ella no se debía solo a que ella era obediente y fácilmente controlada, sino también porque se parecía a alguien que él apreciaba. Ante la solicitud de divorcio de Miranda, Leland respondió con un abrazo desesperado y una súplica para que reconsiderara su decisión. Miranda, impasible, respondió con una sonrisa de complicidad, insinuando un cambio en su dinámica. El señor Adams, que siempre fue el controlador, ahora parecía ser el atrapado.
¿Quién les iba a decir que aquel encuentro por pura casualidad los uniría de por vida? Desde el primer momento en el que se vieron, sintieron una atracción tan fuerte que no pudieron evitar darle riendas sueltas a la pasión. Él, un hombre de 40 años que intenta divorsiarse de su esposa de hace 20 años y con un hijo con problemas de adicciones. Ella, una joven de 27 años que intenta encontrar amor propio para poder liberarse de un hombre quien, por más que ame, no la merece, la engaña, humilla y además, le pega. Sola y con un pequeño de a penas meses, debe salir a la vida sin imaginarse que por cosas del destino, terminaría trabajando en la empresa del padre biológico de su pequeño. Desde el momento en el que sus miradas se cruzan y sus cuerpos se rozan, la fuerte atracción sexual se manifiesta y ambos se adentran en un mundo desconocido pero adictivo en cuanto a todo lo que el famoso club swinger les ofrece. Ambos se ven seducidos por los diferentes juego sexuales y no pierden oportunidad de poder experimentar El éxtasis de sus propios sentidos.
Reyyan Bennett nunca imagino que a su vida llegaría una gran responsabilidad a manos de una pequeña bendición de nueve meses y menos aún que esa bendición fuese producto de una borrachera monumental en un evento de San Valentín, donde no solo acabo con todo el alcohol disponible, sino que también se aprovechó del endemoniadamente sexi de su jefe. Alexandros Cavalluci es un hombre guapo y sexi, con una enorme fila de mujeres detrás de él, pero tiene un pequeño defecto: es arrogante, amargado, déspota, mandón, explotador, y ¿hombreriego? Además, de que nunca podría fijarse en una mujer como Reyyan ni en las de su especie. ¿Qué sucederá cuando su jefe recuerde todo lo que sucedió y que ese bebé que crece en su vientre es su hijo? ¿Será capaz de aceptarlo? Una noche en blanco, una consecuencia… de 9 meses. **IMPORTANTE: esta historia es FICCIÓN, por lo que las acciones de los personajes no corresponden a cómo actuarían en la vida real.