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Lo que Somos

Lo que Somos

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A sus veintisiete años, Rhen lucha por sobrevivir y dejar su traumático pasado atrás. Marcada por años de abuso a manos de su padrastro, ha logrado escapar y construir una vida independiente junto a su mejor amiga, Evie. Sin embargo, el camino no ha sido fácil, y sus sueños de ser feliz, se ven cada vez más lejanos. Todo cambia cuando, tras ser despedida de su trabajo, encuentra una nueva oportunidad como repartidora en SG Entertainment. En este nuevo entorno, un accidente la lleva a convertirse en modelo y a cruzarse con Liam Sterling, el frío CEO que, a pesar de su éxito, carga con sus propias batallas internas. Lo que comienza como un choque entre dos almas dañadas se transforma en una conexión más profunda. Rhen se verá obligada a encontrar el coraje para superar sus miedos, mientras que Liam aprenderá que en ella está la paz que siempre había deseado. A medida que enfrentan las adversidades, descubrirán que el amor, a pesar de las cicatrices, puede florecer y revelar lo que realmente son.

Capítulo 1 FRUSTRACIÓN

Rhen deslizó la palma de su mano por el mostrador, trazando círculos sobre la madera desgastada. A esa hora, la tienda estaba vacía, y el eco de su respiración en el silencio le resultaba extrañamente reconfortante. Había sido un día largo, como todos los días desde que empezó a trabajar en esa tienda de barrio hacía seis meses.

Tal vez nunca lo admitiría en voz alta, pero había encontrado algo de paz en ese empleo sencillo, lejos de las presiones y recuerdos que evitaba enfrentar. Sabía que no duraría para siempre, pero se había aferrado a la idea de que, al menos, tendría un respiro. Aunque fuera temporal.

El sonido de pasos la sacó de sus pensamientos. Su jefe, el señor Brooks, un hombre de rostro amable y arrugas profundas, se acercaba con las manos metidas en los bolsillos. La sonrisa que solía mostrar cuando la saludaba no estaba ahí, y la incomodidad en su mirada era evidente.

"Rhen, ¿puedo hablar contigo un momento?" preguntó, manteniéndose a una distancia que parecía, irónicamente, respetuosa.

Rhen se irguió, apartando las manos del mostrador. Había algo en su tono que le erizó la piel. Había trabajado en suficientes lugares como para reconocer cuando una conversación no iba a terminar bien.

"Claro, señor Brooks. ¿Pasa algo?"

Él se frotó la nuca, sin mirarla directamente.

"Rhen, lamento mucho esto. Si dependiera de mí..." Suspiró y finalmente la miró a los ojos. "He vendido el negocio. Los nuevos dueños han decidido empezar de cero, y... me han pedido que liquide a todo el personal."

El impacto de sus palabras cayó sobre Rhen con fuerza. Sintió cómo su corazón comenzaba a latirle en las sienes, y una mezcla de incredulidad y resignación se apoderó de ella.

"Lo... lo entiendo," logró decir, tratando de mantener la calma, aunque sentía un nudo en la garganta.

Él extendió una mano en señal de apoyo, pero se detuvo antes de llegar a tocarla.

"Tendrás tu cheque de finiquito en unos días. Es lo menos que puedo hacer. Rhen, siento de verdad que esto te haya tocado en este momento."

Ella asintió, pero las palabras del señor Brooks se desvanecieron mientras su mente comenzaba a correr en círculos, pensando en el alquiler, las facturas y el poco dinero que había logrado ahorrar. Sabía que no podía reprocharle nada al señor Brooks, pero en ese instante solo podía pensar en lo cansada que estaba de empezar de nuevo. Y de nuevo. Y otra vez más.

Con una última despedida, salió de la tienda y caminó hasta su pequeño apartamento, tratando de procesar lo que acababa de suceder. La noche era fría, y el viento le cortaba la piel mientras apretaba su chaqueta alrededor del cuerpo. Las luces de los edificios brillaban a lo lejos, y el sonido de la ciudad le llegaba en un murmullo constante. Una parte de ella quería detenerse y gritar, pero la otra sabía que, como siempre, tendría que encontrar la forma de seguir adelante.

Paseó sin rumbo por tanto tiempo, que cuando llegó a casa, eran pasadas las doce de la noche. Para entonces, Evie ya estaba dormida así que no tuvo que rendirle cuentas. No quería que la viera así. La mujer le había ayudado demasiado durante todos estos años, siempre estando para ella, apoyándola e incluso brindándole palabras de aliento cuando era necesario, pero ahora Rhen sentía que contarle la verdad sería como aceptar que nunca podría salir del círculo vicioso que había estado desde niña.

Así que, cada mañana, Rhen se levantaba con el mismo propósito: conseguir otro empleo. Salía de casa tan temprano y regresaba tan tarde que logró evitar a Evie durante algunos días, solo hablando con ella por teléfono, mintiendo de que le habían cambiado el horario cada que Evie la cuestionaba. Sin embargo, la realidad era que, en cada esquina de la ciudad, sus ojos escudriñaban carteles y avisos, y su teléfono estaba lleno de listas de posibles oportunidades.

A veces, después de dejar su currículum en oficinas pequeñas o en tiendas de ropa, se quedaba esperando, aunque nadie parecía prestarle mucha atención. El primer día de búsqueda fue agotador, pero ella todavía mantenía el ánimo. Se dijo a sí misma que, en el peor de los casos, algún lugar en esa ciudad la necesitaría. Sin embargo, la realidad golpeaba con cada rechazo. En una tienda, una encargada de recursos humanos revisó su currículum y torció el gesto al ver que no había completado la universidad.

"Lo siento, señorita Moore. Estamos buscando personas con estudios completos."

Rhen intentó argumentar, explicando que era una trabajadora confiable y que aprendería rápido, pero la mujer le dedicó una sonrisa cortés antes de disculparse y pasar al siguiente solicitante.

Al final del tercer día, Rhen sentía las piernas entumecidas y el cuerpo más pesado que nunca. Se dejó caer en el banco de un parque, sintiendo el cansancio acumulado en sus hombros. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo, recordándose que llorar no le conseguiría trabajo. Pasó los dedos por su teléfono, revisando la lista de lugares a los que había aplicado. La mayoría le habían dicho que la llamarían. Sabía muy bien lo que eso significaba.

"¿Por qué iba a ser diferente esta vez?" susurró para sí misma.

Esa noche regresó al apartamento y, para sumarle a su desdicha, no contó con suerte en esa ocasión y se encontró con Evie viendo televisión en la sala. Rápidamente Evie levantó la mirada al escucharla llegar y al tomarse con sus ojos cansados y desilusionados supo de inmediato que algo malo había sucedido.

"¿Qué te pasó?" preguntó.

Rhen dejó caer su bolso en el suelo y se desplomó en el sofá con un suspiro.

"Perdí el trabajo, otra vez. El señor Brooks vendió la tienda la semana pasada, y los nuevos dueños despidieron a todo el mundo."

Evie frunció el ceño y se acercó, sentándose a su lado.

"Lo siento, Rhen..." dijo, poniendo una mano en su hombro. "¿Por qué no me lo dijiste antes?"

Rhen soltó una risa amarga.

"¿Eso qué solucionaría?" enseguida se dio cuenta que había sido grosera y después de suspirar, colocó su cabeza en las piernas de Evie. "Lo siento, solo estoy frustrada, no quería molestarte, siempre tienes que cargar con mis problemas."

Evie comenzó a acariciar suavemente la cabeza de Rhen, sin dudarlo. Conocía de primera mano todo lo que había vivido, y tanto sus padres como ella la habían acogido como parte de su familia. La única razón por la que sus padres no tomaron a Rhen bajo su tutela desde el principio fue porque ella nunca se lo permitió. Rhen siempre había evitado ser una carga para nadie, y cuando sentía que estaba ocultando sus problemas, simplemente se alejaba.

"Eres como mi hermana, Rhen. Tus problemas no son una carga y nunca lo serán."

Las palabras de Evie resonaron profundamente en Rhen, llevándola a recordar la primera vez que se conocieron en aquel pequeño café de la ciudad. Rhen había trabajado allí desde los quince años, aferrándose a la rutina diaria que le ofrecía un respiro del caos en el que había crecido. Aquel día, Evie entró con su risa contagiosa y una chispa en los ojos que iluminaba la habitación.

Rhen la vio sentarse en una mesa, riendo con un grupo de amigas, y en ese instante, sintió un profundo anhelo por la libertad que parecía tener, aunque sabía que era un sueño inalcanzable.

El eco de sus risas burlonas golpeó su autoestima. Las miradas que recorrían su atuendo modesto y algo desgastado la hicieron sentir más vulnerable que nunca. Era innegable que las experiencias de su vida habían dejado cicatrices profundas en su confianza. Sin embargo, lo que Evie no sabía era que esa misma inseguridad había llevado a Rhen a cerrarse a las amistades, temerosa de ser rechazada nuevamente.

Pero Evie, con su espíritu extrovertido, no se dejó influir por las opiniones de su grupo. Cuando comenzaron a reírse de Rhen, ella las miró con desaprobación y decidió alejarse de ellas. Días después, volvió y se acercó directamente a la joven que la había cautivado. Su primera conversación fue torpe y nerviosa, llena de titubeos, pero la calidez de Evie resultó ser un bálsamo para el alma de Rhen. Quedó hipnotizada por el brillo en los ojos de Evie, recordando que, de haber estado su madre viva, podría haber sido igual que ella.

Desde entonces, Evie se convirtió en una visitante habitual de la cafetería, y cada vez que llegaba, Rhen sentía un alivio en el corazón. Evie le enseñó a ver el mundo con nuevos ojos; sus almuerzos juntos se convirtieron en un refugio seguro donde Rhen pudo compartir sus sueños, temores y, por primera vez, abrirse sobre su doloroso pasado. Evie la ayudaba con las tareas escolares que Rhen había dejado de lado, convirtiéndose en su pequeña maestra, explicándole conceptos que le habían faltado en su camino educativo.

Esos momentos de estudio se convirtieron en tesoros, donde risas y confidencias se entrelazaban. Evie hablaba de sus aspiraciones como fotógrafa, mientras Rhen compartía anhelos de independencia y seguridad que parecían tan lejanos. Con el tiempo, Rhen comenzó a ver a Evie no solo como una amiga, sino como la hermana que nunca tuvo, alguien que la comprendía sin juzgarla. Los padres de Evie también se involucraron en su vida, y por primera vez en años, Rhen pudo experimentar el amor paterno que tanto anhelaba.

Ese amor era reconfortante y cálido; gracias a ellos, decidió seguir adelante y escapar del yugo de su padrastro. Aunque la culpa y las cicatrices emocionales y físicas nunca desaparecieron del todo, con Evie y su familia, Rhen comenzó a soñar más allá del simple deseo de libertad.

"Gracias," susurró, tomando las manos de Evie y rodeándola en un abrazo en busca de consuelo.

"No te desesperes, pronto encontrarás algo. Siempre lo haces," la consoló Evie con una sonrisa.

Sin embargo, una semana completa pasó después de eso, y siempre era el mismo resultado: nadie quería contratarla, ni siquiera de mucama. Aquella noche, Rhen regresó al apartamento arrastrando las pocas esperanzas que le quedaban. Sus pasos pesaban y, al abrir la puerta, se sintió más derrotada que nunca. Evie estaba en la sala, rodeada de equipo fotográfico y mirando una serie de fotos en su laptop.

Evie notó su presencia de inmediato y se levantó para recibirla, percibiendo al instante la frustración que Rhen intentaba ocultar.

"¿Cómo te fue hoy?" preguntó con voz suave.

Rhen dejó caer el bolso en el suelo y se desplomó en el sofá con un suspiro profundo. Pasaron unos segundos antes de que pudiera responder.

"Evie... No parece que alguien vaya a darme una oportunidad. He ido de lugar en lugar. Los pocos que me escucharon me rechazaron por no tener la universidad terminada." Su voz temblaba ligeramente, y se le escapó una risa amarga. "Creo que ni siquiera tengo el valor de mirarme en el espejo ahora mismo."

Evie se sentó a su lado, colocándole una mano en el hombro y apretándola con cariño.

"Rhen, tranquila. No tienes que preocuparte ahora. Mientras tanto, puedo encargarme del alquiler y las facturas. No es la primera vez que nos apoyamos en momentos así."

Rhen la miró, con el agradecimiento asomando en sus ojos, pero negó con la cabeza.

"No puedo permitir que sigas haciéndolo, Evie. Te lo agradezco, de verdad, pero siento que estoy abusando de tu generosidad. Necesito un empleo estable, algo que me dé la tranquilidad de no depender de nadie. Han pasado días desde que me despidieron, y sigo en el mismo punto. No puedo..." Suspiró, llevando una mano a su rostro, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarse. "No puedo seguir así."

Evie la observó en silencio, y después de un momento, se inclinó hacia ella con una expresión de determinación.

"¿Sabes? Quizás haya algo que pueda hacer. ¿Recuerdas que te conté que me promovieron y ahora soy fotógrafa a tiempo completo en SG Entertainment?"

Rhen asintió lentamente. Conocía bien la empresa; SG Entertainment era una de las compañías de entretenimiento más influyentes del país. Cada vez que Evie le hablaba de las sesiones de fotos y de los artistas y modelos con los que trabajaba, Rhen sentía que ese mundo estaba a años luz de ella.

"Podría conseguirte una entrevista para el puesto de repartidora de correos," continuó Evie. "Sé que no es lo que imaginabas, pero es una oportunidad para entrar en una empresa seria. Podrías intentarlo, al menos hasta que encuentres algo más."

Rhen frunció el ceño, llena de inseguridad. No podía negar que necesitaba el trabajo, pero la sola idea de entrar en SG Entertainment le parecía intimidante.

"Evie... No tengo estudios completos. Ni siquiera estoy segura de que sepa cómo moverme en una empresa como esa."

"Es solo un puesto de repartidora; no necesitas un título para eso," replicó Evie, sonriendo para tranquilizarla. "Eres la persona más trabajadora que conozco, y me encantaría que te vieran ahí, para que sepan lo increíble que eres."

Rhen suspiró, considerando sus palabras. La seguridad de Evie le daba fuerzas, aunque no estaba segura de si serían suficientes.

"Está bien," dijo finalmente, con un pequeño gesto de asentimiento. "No puedo seguir así, y si tú crees que puedo hacerlo, entonces... vale, veamos qué pasa."

Evie sonrió, abrazándola con fuerza.

"Sabía que dirías que sí. Estás lista para esto, Rhen. Solo tienes que confiar en ti."

Rhen se dejó envolver por el abrazo, y por primera vez en días, sintió que tal vez, solo tal vez, no todo estaba perdido.

Pasó los siguientes días tratando de sacudirse el nerviosismo que la había estado acompañando desde que Evie le habló de la oportunidad en SG Entertainment. A pesar de su ansia, se sintió animada por el apoyo incondicional que siempre le brindaba Evie. La chica le había prometido hablar con la persona de Recursos Humanos para que le brindara la información completa. Entonces, mientras esperaban respuestas, habían estado trabajando en su currículum para hacerlo más prolijo e interesante.

"Rhen, ¡tengo buenas noticias!" exclamó, con una chispa de emoción en sus ojos.

Rhen se volvió hacia ella, levantando una ceja.

"¿Qué pasó?" preguntó, sintiendo que su corazón se aceleraba.

"Recibí un correo de la oficina de recursos humanos de SG Entertainment. ¡Te han dado una entrevista!" dijo Evie, con una sonrisa radiante.

El tiempo pareció detenerse. Rhen sintió que se le escapaba el aire de los pulmones, y un torrente de emociones la invadió. Se dejó caer en la cama, tratando de procesar la noticia.

"¿Cuándo es?" logró preguntar, aunque ya temía la respuesta.

"En tres días, a las diez de la mañana," respondió Evie, acercándose a ella para sostener su mano. "Tienes tiempo suficiente para prepararte. ¡Estoy tan orgullosa de ti!"

Rhen asintió, intentando sonreír, pero el nerviosismo seguía acechando en el fondo. Sin embargo, no podía dejar de sentir que esto era un paso hacia adelante. Evie había creído en ella desde el principio y, de alguna manera, eso le daba fuerzas.

"¿Y qué tengo que hacer?" preguntó Rhen, sintiéndose un poco abrumada por la idea de entrar en un mundo tan diferente al que estaba acostumbrada.

"Solo ve a la página web de SG Entertainment y completa tu solicitud para el puesto de repartidora de correos. Ellos necesitan a alguien que pueda manejar la logística interna de la oficina. Asegúrate de resaltar tu experiencia, incluso si es en trabajos anteriores. Recuerda, tienes habilidades valiosas," dijo Evie, con un tono de aliento.

Rhen se dirigió a su computadora y comenzó a trabajar en la solicitud, siguiendo las indicaciones de Evie. Pasó las siguientes horas revisando cada detalle, asegurándose de que su currículum reflejara no solo su experiencia, sino también su dedicación. Sabía que esta era su oportunidad para demostrar que, a pesar de no tener un título universitario, era capaz de hacer el trabajo.

Los días pasaron rápidamente, llenos de ansiedad y emoción. Cada vez que se miraba en el espejo, el vestido negro de Evie la llenaba de una confianza renovada. Comenzó a practicar respuestas para las preguntas que podrían hacerle en la entrevista, hablando en voz alta frente al espejo. A pesar de sus miedos, la idea de formar parte de una empresa como SG Entertainment la llenaba de energía.

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Recién lanzado: Capítulo 2 ATRAPADA   10-28 09:35
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