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Estrella era una joven muy solitaria y tímida, quien no creía en el amor. Un día salio de compras al centro comercial y de repente vio a un encantador joven que caminaba por el lugar, su corazón empezó a palpitar muy rápido, pero decía que no se podía dejar llevar por lo que sus ojos ven. Aquí empezó una historia de amor si ella darse cuenta.
El centro comercial estaba abarrotado de gente. Era un sábado cualquiera, y Estrella había salido de casa sin otro propósito que despejar su mente. Caminaba entre los pasillos sin rumbo fijo, observando los escaparates, aunque sin verdadero interés en comprar algo.
Desde pequeña, había aprendido que el amor no era más que una ilusión pasajera. Había visto demasiados corazones rotos, demasiadas promesas incumplidas. Por eso, prefería la soledad, su burbuja segura donde nadie podía herirla.
Fue entonces cuando sucedió.
Al girar por la esquina de una librería, tropezó con alguien. Un choque inesperado, un instante fugaz, pero lo suficientemente fuerte como para hacer que su bolsa cayera al suelo.
-Lo siento -murmuró, inclinándose rápidamente para recoger sus cosas.
-No, ha sido mi culpa -respondió una voz profunda, con un matiz de dulzura que la hizo detenerse por un segundo.
Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de él. Un joven de cabello oscuro, mirada intensa y una sonrisa encantadora. Algo en su expresión irradiaba calidez, como si el tiempo se hubiese detenido por completo.
Estrella sintió un vuelco en el corazón. No. No podía ser. Ella no creía en eso. Y sin embargo... allí estaba él, con la mano extendida para ayudarla.
-¿Estás bien? -preguntó él, con un destello de diversión en su mirada.
Y así, sin buscarlo, sin quererlo, su mundo cambió en un solo instante.
Estrella parpadeó varias veces, intentando recuperar la compostura. No entendía por qué su corazón latía con tanta fuerza. Era solo un desconocido, un joven amable que, sin darse cuenta, la había sacudido más de lo que estaba dispuesta a admitir.
-Sí, estoy bien -respondió con un hilo de voz, tomando la mano que él le ofrecía.
El contacto fue breve, pero suficiente para que un escalofrío recorriera su piel. No era miedo ni incomodidad... era algo distinto. Algo que no podía explicar.
-Me alegro -dijo él con una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor-. Soy Nicolás.
Estrella dudó antes de responder. No solía dar su nombre a extraños, pero algo en él la hacía sentir diferente.
-Estrella -dijo al fin, en un susurro.
Nicolás inclinó la cabeza, como si estuviera saboreando su nombre en sus labios.
-Bonito nombre. Te queda bien.
Ella desvió la mirada, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban. No estaba acostumbrada a los cumplidos, mucho menos de alguien como él.
-Gracias...
Un breve silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Era como si el mundo a su alrededor se hubiera desvanecido, dejándolos a ellos en una burbuja donde solo existían sus miradas.
-¿Te gusta leer? -preguntó Nicolás, señalando la librería detrás de ella.
Estrella asintió con timidez.
-Sí... es mi lugar favorito.
-Vaya, parece que tenemos algo en común -dijo él con una sonrisa traviesa-. Yo venía por un libro, pero tal vez el destino tenía otros planes.
¿Destino? Estrella no creía en esas cosas. O al menos, eso pensaba antes de conocerlo.
-Bueno, supongo que debo dejarte seguir con tu día -dijo él de repente, pero sin moverse-. Aunque...
Ella lo miró, esperando sus palabras.
-Si no es mucha molestia, ¿te gustaría recomendarme un libro? Algo que realmente valga la pena.
Estrella dudó. No solía socializar con desconocidos, pero había algo en Nicolás que la hacía querer romper sus propias reglas.
-Está bien -dijo finalmente-. Ven, te mostraré algunos.
Nicolás sonrió, siguiéndola al interior de la librería.
Y sin saberlo, en ese momento, ambos estaban dando el primer paso hacia algo que cambiaría sus vidas para siempre.
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