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Era el Día del Padre y yo, Sofía, publiqué una tierna foto con mi papá, llena de amor y gratitud. No imaginé que ese simple gesto detonaría una pesadilla orquestada por mi compañera de cuarto, Valentina, una chica envidiosa y amargada. Al revisar mis redes, el corazón se me heló: una cuenta anónima había usado una foto mía en pijama, insinuando que soy una "Sugar Baby" y que tengo una relación inapropiada con mi propio padre. Incrédula y temblorosa, confronté a Valentina, quien, entre risas y cínicas palabras, admitió su "broma" y me escupió su odio: "Siempre tan perfecta, tan feliz con tu papi. Algunos no tenemos esa suerte" . La rabia me cegó, pero mi impotencia creció cuando la policía, al ver su actuación de víctima, se encogió de hombros, dejando impune la difamación. ¡Pero ella no se detuvo! Al día siguiente, la misma cuenta anónima publicó la foto, ahora manipulada, con mi rostro en un cuerpo pornográfico. ¿Cómo era posible tanta maldad? ¿Quién es capaz de urdir una calumnia tan vil? No iba a dejar que me destruyera. Armada de una ira helada, sabía que la arrogancia de Valentina sería su perdición. Respiré hondo, el miedo se transformó en determinación. Marqué el número de mi prima Camila, abogada. Ahora, empezaba mi contraataque.