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El tren avanzaba lentamente hacia el pueblo de mi suegra en Nochevieja, una tradición anual que cumplía con la familia de Sofía. De repente, una inquietud inexplicable me llevó a revisar las cámaras de seguridad de casa. Lo que vi, me detuvo en seco: Sofía no estaba sola; otro hombre la besaba en nuestra cama, la que yo compartía con ella cada noche. El mundo se paralizó, la traición se grabó a fuego en mi mente, revelando que mi matrimonio había muerto justo en la víspera del Año Nuevo, dejándome con una claridad terrible y una calma helada. Justo cuando pensaba que nada podía empeorar, una llamada de mi suegra, Elena, pidiéndome dinero con descaro y confirmando su complicidad, encendió la chispa de una venganza que prometí sería inolvidable.