Hace tres años, Terrence se enamoró de Jean y se comprometieron. Todo iba bien hasta que Julia, la hermana de Jean, se emborrachó y se acostó con su cuñado por alguna razón. Debido a esta desafortunada situación, Terrence terminó casándose con Julia y Jean decidió mudarse a otro país. No obstante, Terrence se negó a tocar a su ahora esposa desde aquella noche que estuvieron juntos y el desprecio que sentía por ella crecía con cada día que pasaba. El día que Jean volvió, Terrence decidió divorciarse de Julia, pero sin importar cuánto le rogó ella que no lo hiciera, él hizo caso omiso a sus súplicas. Sintiéndose traicionada por su hermana y el hombre que amaba, Julia se juró a sí misma que se vengaría de ellos y haría que pagaran muy caro lo que le habían hecho.
Hoy era un día muy importante para Julia Gu. Su agente, Vanessa Shen, acababa de informarle del premio que recibiría esta noche.
Julia no podía esperar para compartir la noticia con Terrence Chen, sin embargo, sin importar cuánto lo intentara, este no respondía a sus videollamadas. Ella, con paciencia, lo intentó varias veces más, hasta que por fin contestó. "¿Qué?", dijo el hombre, con tal frialdad que Julia olvidó lo que tenía que decir por unos segundos.
"¿Dónde estás?", preguntó ella de inmediato, ya que justo en el momento en que la videollamada se conectó, vio que al fondo, de espaldas del hombre, había el letrero gigante del motel más infame de Ciudad H, el Doble Q.
El motel era conocido como el sitio de encuentro favorito de las personas que buscaban aventuras de una noche o un lugar para llevar a cabo sus asuntos extramaritales. De hecho, los adulterios eran tan comunes entre sus puertas, que el motel tenía su propio apodo: El Matadero Sentimental.
Casualmente, una nueva película en la que actuó Julia fue filmada allí, por lo que estaba muy familiarizada con el lugar.
Estresada por lo que veía, tomó el celular con tanta fuerza que las venas de sus manos comenzaron a resaltar. Sin embargo, se contuvo, sonrió, y dijo:
"Señor Chen, ¿ha ido al motel para tratar sus asuntos de trabajo? ¡Qué sorpresa!", pero antes de que pudiera decir algo más, Terrence Chen terminó la llamada, lo cual, naturalmente, enojó a Julia.
Apretando los dientes con odio, salió del salón rápidamente. Un momento después, dijo: "Abby, dame las llaves del auto", a lo que esta respondió con el ceño fruncido:
"Julia, la fiesta comenzará en dos horas y...".
"¿Acaso eres sorda? ¿No escuchaste lo que acabo de decir?", exclamó Julia. Al verla perder los estribos de esa manera, Abby se quedó paralizada sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, pero para su alivio, Vanessa se acercó a ellas y le dijo que se fuera, que ella iba a hacerse cargo. Ahora, a solas con Julia, Vanessa curvó los labios en lo que parecía una pequeña muestra de irritación, y dijo:
"¿Estás loca? ¿Ves lo lleno que está este lugar? ¿Sabes siquiera lo importante que es estar aquí? ¡Si sigues así, terminarás en los titulares de esta tarde! ¿Acaso no te das cuenta de lo que eso significaría?", mientras decía esto último, Vanessa frunció el ceño y evidentemente exasperada.
"¿Sí? Pues me importa una mierda", respondió Julia arrogantemente. En ese mismo momento, su marido hubiera podido estar teniendo una aventura con alguna zorra que probablemente conoció en un bar. Por lo tanto, no le importaba un comino lo que los periodistas pudiesen escribir sobre ella.
"Por favor, Vanessa. Dame una hora, nada más ni nada menos. Tengo que hablar urgentemente con mi esposo", suplicó, al mismo tiempo que tomó a su agente por la muñeca. Sin embargo, no tuvo ningún efecto en Vanessa.
"¿Tienes idea de cuánto he trabajado solo para traerte aquí? No me importa si se trata de tu esposo, tu madre, tu padre o quién sea, pero no puedes irte de aquí, no hasta que termine el evento".
"Vanessa...", sabiendo que las súplicas no funcionarían con su agente, Julia decidió sincerarse. "Terrence... Bueno, me ha engañado, ¡y no puedo estar durante las próximas dos horas haciendo como si nada estuviera pasando! ¿Me entiendes?".
"¡Sabía que ese idiota lo arruinaría otra vez!", exclamó Vanessa, mientras que su rostro se ponía pálido por la rabia. Tomó a Julia de la mano y la dijo: "Eres una gran chica, ¡pero esto se está volviendo ridículo! Ese hombre no te ama. Llevan ya tres años de matrimonio, ¿pero alguien sabe de esta relación aparte de mí? Julia... ¿No es mejor que te separes?".
"Tienes razón", admitió Julia sonriendo amargamente, y continuó: "Yo solo... Solo quiero hablar con él y dejar las cosas claras".
En ese instante, Julia se quedó en silencio por unos segundos y bajó la cabeza, después de lo cual la levantó, miró a Vanessa directamente a los ojos, y dijo: "Hemos estado juntos por casi trece años, y casados tres... Tomé la decisión de unirme a él en matrimonio porque lo amo. Si te soy sincera, no sé qué haré si confirmo que ha estado con otra mujer... Puede que solo esa escena en vivo me haga tomar las decisiones de una vez".
"Julia...", dijo Vanessa a su vez, y frunciendo el ceño, continuó: "Mira, sabes bien que cuentas con mi apoyo y que puedo ayudarte con cualquier problema cuando quieras, pero este no es el momento adecuado. Sencillamente, no puedes hacer nada estúpido esta noche".
"Por favor", suplicó Julia, a la vez que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
Sin embargo, Vanessa no cedió ni un centímetro, y permaneció allí, de pie junto a ella, con los brazos cruzados.
"¿Vanessa, no crees que deberías perder un poco de peso?", dijo Julia enarcando las cejas y con intención de provocar a su agente.
Vanessa, sin embargo, se limitó a mirarla.
Sabía bien qué tipo de persona era Julia, y que no pararía hasta conseguir lo que quería. "Si usaras con Terrence la misma táctica que usas conmigo, no habrías terminado así", dijo la mujer, después de lo cual miró su reloj y agregó: "Aún quedan una hora y cincuenta minutos antes de la cena. Te quiero de regreso en cincuenta minutos, pase lo que pase".
"¡De acuerdo!", respondió Julia secándose las lágrimas, y después salió corriendo por la puerta.
Antes de salir del edificio, y para evitar llamar la atención, se puso un abrigo grande, un par de gafas y un sombrero. Sin pensarlo más, corrió hacia Doble Q.
Al llegar, consiguió de inmediato el número de habitación donde se encontraba Terrence, ya que conocía a la recepcionista. Sin perder ni un segundo, corrió a la habitación, y una vez allí tocó a la puerta con todas sus fuerzas.
La idea de Terrence abrazando a otra mujer hizo que Julia se volviera loca, por lo que tocó a la puerta con aún más fuerza, haciendo un escándalo. Todos en el hotel, tanto empleados como clientes, se acercaron para ver qué pasaba. En ese instante, Julia comenzó a gritar: "¡Terrence, no te escondas, cobarde! ¿Crees que puedes engañarme tan descaradamente y no darme la cara? ¡Abre la puta puerta!".
De repente, la puerta se abrió con un crujido, y unas manos con fuerza la arrastraron hacia adentro.
Tan pronto como alzó la mirada, vio el rostro lívido de Terrence enmascarado con indiferencia. Se paró ante ella como si no hubiera hecho nada malo.
"¡De verdad que eres todo un caso, Julia!", exclamó Terrence de brazos cruzados.
"¿Pero qué te crees? ¿Que iba a dejarte pasar que estés en un motel con Dios sabe quién?", y tan pronto como dijo esto, Julia lo empujó para ver quién era la mujerzuela con la que estaba.
La habitación era increíblemente grande, por lo que Julia tuvo que pasar por otro pasillo antes de toparse con la persona que estaba buscando.
Mientras se frotaba la frente dolida por la topada, y sin darse cuenta aún de lo que había pasado, escuchaba un gemido débil de dolor que venía de una mujer. Terrence, al ver la escena, se apresuró en ayudar a la mujer que estaba en el suelo, mientras que Julia permanecía inmóvil sin poder creer lo que veían sus ojos.
"¿Eres tú?", dijo Julia con la voz entrecortada.
"Soy yo", respondió la mujer enarcando una ceja y acurrucándose en los brazos de Terrence. "Cuánto tiempo sin verte, mi querida hermana", dijo la mujer, que no era otra que la hermana de Julia, Jean Gu.
Ni en sus sueños más salvajes Julia se habría imaginado que la mujerzuela con la que encontraría a su esposo fuese Jean;
e impresionada como estaba y con un millón de pensamientos pasándole por la mente, dijo: "Ustedes dos...".
Jean llevaba puesto un conjunto de lencería muy revelador. El encaje blanco decoraba su escote inferior mientras abrazaba su cuerpo curvilíneo, los hoyuelos en su sostén eran muy visibles a simple vista.
Julia se quedó boquiabierta, como un pez fuera del agua. No sabía qué más decir.
Después de todo, tres años antes había sucedido la misma escena, pero al revés: Era Julia quien le quitaba Terrence a Jean.
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“Jefe, ¿realmente pagará por tener una mujer que ya es suya? — Redirigí mi atención hacia él por la pregunta más ridícula que tuve el disgusto de escuchar porque él mismo sabe que cuando se trata de Alessa me esfuerzo mucho — Lo siento, no quise ser invasivo. Chasqueé la lengua ante su idiotez y volví a hablar con mi tío sobre la reunión de mañana con el Sr. Lazzo, pero me detuve inmediatamente cuando comenzó el evento. - ¡Buenas noches! Señores, estoy inmensamente feliz de tenerlos aquí en otra subasta para satisfacer el deseo de cada uno de ustedes, y hoy en particular tenemos una virgen débil para los amantes de las jóvenes ingenuas y desde ahora les confío a todos que el la belleza es como la que tiene boca y no habla es muy sumisa asi que ahorra tus millones ya que la cereza de la torta llegará muy pronto! Admiré al subastador loco por ver su cabeza en bandeja solo por hablar así de mi futura esposa. - ¡tonto! Tienes los minutos de tu maldita miserable vida. — Enfadada, pero ansiosa con la intención de que mi Alessa entrara en las licitaciones guardé silencio, y aunque me vaya de aquí pobrecita que me resulta muy difícil me llevaré a mi prometida a casa. ¡esta noche! Pasaron los minutos cuando finalmente llegó vestida de blanco al frente del pequeño escenario, un atuendo que indicaba su pureza. - Tranquilízate mi amor, nadie tocará un miserable dedo si quiere contigo. ¡Tienes mi palabra! Las ofertas se hicieron una tras otra, y seguí observando a todos los que consideraron la idea de tocar a mi esposa, solo para asegurar la muerte más dolorosa. —, los momentos pasaron rápido y cuando a la última puja le faltaba el conocido le doy (el famoso le doy tres) para pegar el martillo de venta inmediatamente doblé el precio que esos hijos de puta dieron para conseguirlo. Con una sonrisa en mi rostro admiré la cara mal jodida de cada uno de ellos allí sabiendo que mi esposa se iría de aquí conmigo, en especial mi fan que fue la última en dar una oferta de 40 millones de euros. “Vendido a ti vestido todo de negro aquí en la primera fila. Con una mueca, me dispuse a reclamar lo que siempre fue mío. Lo suficientemente cerca e incluso usando una máscara pude ver que era aún más hermosa de lo que ya es, acaricié su rostro y la sentí temblar con mi toque. Esos malditos hijos de puta van a pagar por hacerla temer yo... ¡ah, vete!
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