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El monarca de un reino lejano planea dar un banquete para celebrar un día especial que se avecina. Le da a su amigo y mejor bufón una tarea especial, junto con un plazo para cumplirla. El protagonista necesitará de ayuda por parte de una sociedad que vive en las sombras del reino. Dos días de vivencias únicas ayudarán a Phillipe para salvar su pellejo. Esta es la primera narración de las diez que conforman la novela «Libro 1: Las memorias de Albert Cathal». Este es el primer tomo de la saga «Alucinaciones de un hombre empedernido (Anécdotas y relatos)»: relatos acerca de las aventuras épicas de un grupo de héroes, antihéroes y villanos a través de diferentes paisajes, mundos y universos.
Hemos regresado en el tiempo, muchas lunas y soles atrás, en una época conocida como la edad media; costumbres simples y arduo trabajo son las rutinas diarias.
El lugar son tierras lejanas de otro continente, llenas de praderas multicolores y bosques frondosos; en el Norte se halla un mar llamado Loefr, y en el Este se extiende un gran desierto. A lo largo y ancho de estos parajes que se mantienen verde la mayor parte del año, varios pueblos han prosperado por dos siglos, logrando erguir grandes ciudades de piedra junto con sus reyes y sus castillos. Villas de todos los tamaños, campos de siembra y granjeros se esparcen por todos lados.
Tres monarquías han logrado sobrevivir al ciclo de las cuatro estaciones de cada año, y ahora son los actuales residentes del territorio conquistado, el cual han nombrado como Ítkelor; tales gobiernos son: el reino del Oeste, del Sur y el del Norte. El reino del Este fue el único que desapareció del mapa.
Ese reinado era próspero y vivía en paz. Sus reyes tenían una buena amistad con los gobernantes de los otros reinos; inclusive, los ocho regentes decidieron formar una alianza para proteger a Ítkelor de posibles invasores en tiempos venideros.
Pocos años atrás y de un día para otro, el rey y la reina del Este pasaron a ser tiranos sin razón alguna; subieron los impuestos exageradamente y dieron por terminada la coalición con sus aliados; a tal grado, que prohibieron la entrada de mercancía y gente proveniente de las tierras vecinas a su propio territorio. Esto hizo enojar a los habitantes residentes, quienes trataron de rebelarse contra los monarcas, pero todos ellos fueron sometidos por los soldados del reino. Sin otra opción mejor, la gente del Este empezó un éxodo colectivo hacia los otros feudos, siendo recibidos con los brazos abiertos.
Tres días después, los gobernantes del Norte, Oeste y Sur decidieron hacer algo al respecto. Ellos mismos junto con una parte importante de sus ejércitos, marcharon personalmente en plan de guerra hacia la ciudad capital del Este; mas al llegar a su destino encontraron la urbe totalmente abandonada y una parte destruida o con daños severos, al igual que la residencia real; unas secciones estaban derrumbadas y otras con boquetes en las paredes. Desde ese día, ningún miembro de la monarquía del Este volvió a aparecer.
Los tres reinados restantes se apropiaron de las nuevas tierras disponibles, repartiéndolas en partes iguales. Ninguno reclamó por la ciudad deshabitada y el castillo fantasma, ganándose el título de pueblo maldito. Todas esas construcciones, más ciento cincuenta metros alrededor de tal lugar, es tierra de nadie.
Afortunadamente, el tiempo se está encargando de borrar esos recuerdos incómodos; aunque, los sobrevivientes del Este no se cansan de compartir las tristes anécdotas con la nueva generación; algunas han sido deformadas, convirtiéndose en leyendas.
El lugar en donde habita el protagonista de la siguiente historia es el reino del Norte, también conocido como el reino de Güíldnah.
La capital amurallada principal de Güíldnah es de una forma casi rectangular, ubicada a unos cuantos kilómetros de la costa de Loefr. Un castillo simple con forma de «L» ocupa un extremo de la misma urbe; hay varias torres a lo largo de la muralla, vigilando cualquier peligro. Otra pared de piedra y una barbacana adentro de la ciudad, divide el territorio del castillo, la gran casa de los sirvientes y los establos del rey, separando las tres secciones de todo el resto del pueblo.
La ciudad, llena de edificios de un piso o dos y techos de tejas cafés, cuenta con una gran plaza circular, justo al frente de los portones de madera de la barbacana. En las tardes se llena de gente que se dirige a sus labores, a comprar comida o solamente paseando y disfrutando del aire fresco.
Toda la comunidad y edificios se hallan en medio de un enorme bosque de robles y tejos; más lejos de los límites de la arboleda, en medio de la extensa pradera que cubre la mayoría de Ítkelor, la naturaleza ya había levantado varias colinas y cerros verdes de baja altura.
Como todo reino bien organizado, Güíldnah tiene a sus monarcas; un matrimonio encargado de que todo esté bajo control.
El nombre del rey es Derek; un hombre saludable que le faltan tres años para llegar a la edad de cuarenta otoños. Aparte de su barriga en reciente crecimiento, otros rasgos de este monarca es su cabello lacio y negro, el cual le llega a los hombros, aparte de su barba crecida al estilo completo.
La afortunada mujer que se ha casado con este miembro de la nobleza es Amedea, una mujer dos años menor que Derek e hija de un importante duque del Oeste. La mayoría de las veces, ya sea adentro del castillo o cuando visita a su pueblo, oculta su cabello largo lacio y color castaño debajo de un velo blanco; pocas veces solo adorna su cabellera con su corona dorada.
No todos los sirvientes habitan en sus aposentos correspondientes. En el castillo, vive un bufón de veinticinco años de edad con una característica especial: es un enano. En total mide un metro exacto, de cabello corto y chino, junto con un par de ojos color avellana oscuro; una característica distintiva es su nariz tipo rampole, grande y bulbosa. Siempre vaga por todo el castillo, dando saltos altos para alguien de su estatura; pocas veces se le ve caminando. Nadie se pregunta cómo es que puede dar esos brincos especiales; lo hace desde que llegó al castillo, por lo que sus compañeros cocineros, guardias y demás servidumbre creen que es algo natural en él. Su carácter amigable y jovial, son otros rasgos sobresalientes del pequeñín.
Es el bufón preferido del rey; siempre lo hace reír con sus payasadas, acrobacias y por su peculiar situación de estatura; esto no le importa a él, agradándole ver reír al regente del reino.
No solo el monarca goza de felicidad, también sus dos hijos: la princesa Niamh y el príncipe Evans. Hace apenas un mes cumplieron años; ella diez y él once. Todas las noches, el bufón juega con ellos hasta que se quedan dormidos.
Una noche decide hacer algo diferente.
Él empieza a contarles historias fantásticas; relatos de hadas, duendes, unicornios y un sinfín de personajes increíbles. El príncipe y la princesa escuchan atentos los cuentos del bufón. Por varias semanas los dos niños escuchan a duendes adentrándose en bosques misteriosos, hadas ayudando a los pájaros a construir sus nidos y unicornios visitando a sus vecinas, las sirenas del mar; solo por mencionar algunos sucesos.
No pasa mucho tiempo para que el rey se entere de esto, debido a que sus hijos siempre le repiten esos relatos; pero el monarca quiere saber de esos cuentos maravillosos por la boca del mismo joven. A los pocos días después, el bufón es nombrado cuentacuentos personal del rey y la reina: les relata un cuento en la noche en el salón real, y antes de irse a la cama visita a los niños en su cuarto real, para narrar su historia antes de dormir. Es así como el enano obtiene tres cargos oficiales: bufón, niñero y cuentacuentos.
Transcurren los días y al bufón se le han acabado los cuentos increíbles; no tiene más remedio que repetir los que ya ha contado. A las pocas semanas se encuentra relatando la misma historia dos, tres e inclusive diez veces.
Una noche, reunidos en el salón real y al final de la fábula acostumbrada, el sueño empieza a llegar con los reyes, así que deciden irse a su dormitorio; antes, el rey tiene unas palabras que decir.
-Amigo, tus cuentos son maravillosos y me han llenado de alegría y de otros sentimientos agradables -dice Derek sentado en su trono.
-Solo hago mi trabajo, su realeza -contesta el bufón con su voz un tanto aguda desde su lugar: parado al final de los dos escalones semicirculares, enfrente de los monarcas y vistiendo su acostumbrada ropa estrafalaria color verde claro y azul mediterráneo.
El rey le da una noticia importante.
-En tres días, en la noche, se celebran dieciséis años de la alianza que tengo con los reyes del Sur y del Oeste; así que he decidido invitarlos, junto con sus cortes reales, a un banquete especial.
-Qué buena noticia -comenta el enano con alegría, alzando ambos brazos al aire por unos segundos.
-Pero eso no es todo. Tengo pensado una sorpresa especial -expresa el rey adelantando su cuerpo, casi al final del trono.
-¿Cuál? -pregunta el bufón, subiendo un escalón más.
-Tú, mi querido bufón, les narrarás esas historias increíbles -contesta el rey, señalando al cuentacuentos.
-Bueno, entonces les presentaré la historia del pequeño cervatillo que se encontró el tesoro del río -dice el bufón, rascándose la barbilla por unos momentos.
-Me gusta ese cuento, pero ya lo he oído tres veces; ¿no tienes otro relato?
-Entonces, la historia del pájaro que se enamora del hada verde me parece lo adecuado -contesta rápido el pequeñín, adelantando la mano y señalando hacia arriba.
-¡Oh! ¡No! Me atrevo a decir que estoy harto de ese cuento de tantas veces que la has repetido -objeta el monarca cerrando los ojos, al mismo tiempo que niega con la cabeza y con el dedo índice.
Un incentivo puede que ayude.
-Amigo bufón, quiero escuchar historias nuevas en el día especial. No quiero aburrirme en ningún momento. Si logras llamar mi atención, te recompensaré con mil monedas de oro -promete el rey al tanto que muestra una sonrisa.
-Lo haré con mucho gusto, su majestad -asegura el bufón, ejecutando una reverencia.
-Eso espero; si no logras hacerlo, daré la penosa orden de que te manden a las mazmorras. Quiero impresionar a mis comensales, añadiendo que deseo que todo resulte perfecto. -Señala el rey en tono serio. Un segundo después, retorna el rostro alegre-; pero no quiero preocuparme de más por ese insignificante detalle. Tienes tiempo de sobra para pensar en unos cuantos relatos; además, sé que no me fallarás, querido amigo.
-Tiene toda la razón, no lo defraudaré -asevera el enano con mucha confianza.
-Descansa y prepara unas buenas historias para la noche especial. Te puedes retirar bufón -ordena el rey.
El cuentacuentos se retira a su cuarto que se puede encontrar en el mismo castillo; inclusive, se ubica al empezar las escaleras reales que llevan al cuarto de los reyes y sus hijos.
Le han regalado todo lo básico que necesita: una cama, un banco y una mesa; casi todos los muebles están hechos a su medida.
En una esquina, adentro de un arcón que es el único mueble de gran tamaño, están sus ropas y cobijas; hay todas las necesarias para los fríos inviernos que se viven en el reino, como el que acaba de terminar hace pocos días; apenas ha comenzado la primavera. Una pequeña ventana con su cortina rasgada, es la responsable de darle algo de frescura al cuarto.
Sin ninguna preocupación en su mente, el cuentacuentos se duerme en cuestión de segundos.
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