/0/5585/coverbig.jpg?v=a7d0dac5db019d62f2a77571b30d2ea1)
Eliot Marín emprende un viaje a la ciudad de Texas con el propósito de arreglar un corazón que rompió años atrás, uno al que su cobardía no le permitió sanar temprano. Él llegará con unas pruebas contundentes y razonables para recibir una segunda oportunidad, pero la vida de Mia habrá dado un giro de ciento ochenta grados durante todo el tiempo transcurrido, dificultando la posibilidad de recibir a Eliot nuevamente en su vida. Romeo y Julieta en la primera historia, sólo Mia y Eliot en esta segunda parte. A pesar de que muchas cosas han cambiado, los personalidades pasadas no lo han hecho del todo. Romeo tendrá la esperanza de que el viento no haya arrazado con todas las cenizas que dejó su amor, destruído por una obsesión que lo sometió a varios años de declive. Julieta se verá obligada a tomar una decisión... Julieta tendrá que romper un corazón para completar otro. Segundo libro de la bilogía "Ambos nos equivocamos".
Siete años después de "Ella no supo ser Julieta".
Caminando sobre el asfalto de alguna calle de Texas, Eliot Marín se encontraba mirando hacia todas las direcciones posibles, esperando reconocer en alguna parte la imágen impresa en el papel fotográfico que llevaba en una de sus manos.
Llevaba puesto un pantalón de mezclilla desgastado, una camisa negra con cuello de tortuga, de mangas largas y tela de algodón; lentes de contacto para renovar su imágen, y un calzado tan elegante y pulcro como su cabello castaño peinado perfectamente hacia atrás.
A pesar de que el hombre estaba un poco exhausto por el viaje de unas cuantas horas, no se permitiría descansar hasta encontrarse con el objetivo principal de su tan planeada travesía en aquella nueva ciudad: cierto espécimen de cabello naranja.
Avanzaba a pasos tranquilos, con una mano aferrada a una de las tiras de su morral, y la otra sosteniendo la única pista del paradero de la chica que pensaba cada día con nostalgia y una gran nota de arrepentimiento.
-Disculpa- tocó el hombro de una mujer que caminaba adelante, en su misma dirección-, ¿Podrías decirme qué tan lejos estoy de esta clínica?
La fémina le echó un vistazo a la imágen y alzó la comisura de sus labios en una sonrisa ladeada.
-Está a unas calles a la redonda, justamente voy hacia allá- le contestó la mujer con un todo bastante amigable-, si quieres vamos juntos.
-Claro, gracias.
Ambos caminaron entre los demás transeúntes, bajo el cielo se comenzaba a tornarse opaco bajo los colores que se hacían presentes por las cinco se la tarde.
-¿Turista?- inquirió la mujer al ver la maleta que él arrastraba.
-Podría decirse que sí. Para ser más exacto, vengo de paso, buscando a una persona- contestó Eliot, con esa pronunciación afable y modesta que había adoptado a lo largo de los años.
-¿Algún familiar enfermo?- volvió a preguntar la mujer del cabello negro, dado que se dirigían a un centro médico- Por cierto, me llamo Arantza- se presentó.
-Yo soy Eliot- respondió mientras doblaban la calle-. Estoy en busca de mi princesa perdida- soltó una pequeña risa-, he oído que su castillo es esa clínica. En un término menos fantasioso: ella trabaja ahí.
Los dos continuaron el trayecto en compañía hasta que un amplio y pulcro edificio de tres pisos se hizo visible frente a ellos, Eliot comparó la fachada con la foto que llevaba y fue alivio lo que abordó su interior al leer el nombre La Intemperie en letras doradas y cursivas que representaba a la clínica.
-Bueno, vamos- la amable guía llamada Arantza le hizo al hombre una seña con si mano para que la siguiera.
El interior del centro médico era incluso más inmaculado que su exterior; las paredes eran tan blancas que algún recondito lugar de la consciencia de los visitantes pensaría que ensuciaban con su presencia, el suelo era de un mármol negro perfectamente pulido y encerado, tan pulcro que podía utilizarse como espejo para suelas; el olor característico a alcohol anticéptico permanecía en el aire junto a un atisbo de aroma a cherry, un enorme cubículo yacía en el centro de la sala principal con varios tumultos de carpetas amarillas, lámparas de escritorios, herramientas de oficina, computadoras y archiveros enormes que ocultaban la información confidencial de los trabajadores y pacientes más recientes.
-¿Puedo ayudarte en algo más?- cuestionó Arantza cuando cruzaron la puerta de cristal.
-Ahora me toca buscar, eso lo haré yo- contestó el castaño con su tomo dócil y sereno-. Muchas gracias- le regaló una sonrisa y la mujer se alejó.
A Eliot le resultó un tanto complicado encontrar un rostro específico entre tantos uniformes blancos, entonces se acercó a la recepción con intención de hablarle a una de las secretarias para que le facilitara la búsqueda. No obstante, el lugar adquirió un ambiente pesado cuando una camilla entró disparada por dos paramédicos, un enfermero y una doctora... Esa doctora.
Eliot permaneció estático en su sitio, sin saber discernir el motivo de su conmoción. Su anatomía estaba paralizada, pero su corazón bailaba al compás de las melodías ficticias que producía su ensueño. Después de tantos años, la imágen viva y representante de su insomnio melancólico, estaba frente a él.
Ante sus ojos y falta de cordura entonces, la mujer del cabello naranja pasó frente a sus ojos en cámara lenta como una ninfa mágica que lo insitaba a descubrir los enigmas de su extraña y peculiar existencia; y como siempre aparece la aguja que pincha la brillante burbuja del encanto efímero, ella no se percató de que alguien la contemplaba como a una creación de Afrodita.
La mujer pasó frente a él junto a su equipo de trabajo a una velocidad abismal, todos al borde de un desespero crítico por la vida que acababa de pasar a estar responsable en sus manos.
Eliot siguió los pasos de todos hacia un pasillo algo desolado, a unos metros de distancia se percató de que todos habían entrado a una sala para atender al paciente recién llegado. Optó por quedarse junto a la ventana.
Se fijó en cómo la mujer daba órdenes a los enfermeros mientras rasgaba la tela de la camisa del hombre moribundo. Ignorando el agetreo que envolvía al grupo a través del cristal, se permitió detallar a Mia; se notaba que su cabello estaba más largo, a pesar de estar atado en un moño con un lápiz, su rostro había adquirido más madurez con el transcurso de un par de años, no lograba discernir la figura de su cuerpo bajo la bata blanca, pero apostaría cualquier cosa a que no había cambiado mucho. Y añoraba que sus sentimientos del inicio tampoco.
Quizás sintió el peso de los ojos de aquella doctora caer sobre él a través de la ventana, o quizás fue su delirio del momento que se había encargado de fusionar un poco el deseo con la realidad. No lo supo.
La cara del hombre se encontraba con un semblante sereno, la única excepción fueron sus labios entreabiertos por el atribulamiento que lo embargaba. No pudo negar que se sintió feliz por ver con sus propios ojos y en tiempo real que la chica a había cumplido uno de sus objetivos más soñados, y la amargura de un recuerdo marchito lo hizo desviar la mirada un momento; ¿En serio fue tan egoísta en el pasado como para intentar convertirla en alguien que, en definitiva, no era? Esa sólo fue una del centenar de preguntas que lo avazallaron, lo único que tenía seguro era que ya no era el mismo de antes. Y que tampoco quería volver a serlo.
-¡Preparen los desfibriladores, el paciente se nos va!- por primera vez escuchó su voz con claridad. Lo único que había cambiado en su todo era que había desarrollado más seguridad y decisión en él.
Eliot se sintió un poco más feliz al darse cuenta de que ambos habían cambiado para bien. Pero no llegó a sonreír, pues no sabía si ella estaría dispuesta a dejarlo entrar una vez más a su vida. Él tenía toda la intención de sanar por completo las heridas que había dejado, más era cuestión de suerte que ella no aceptase.
Un sonido abrupto lo sacó de sus pensamientos, obligándolo a volver su vista a las personas en el otro lado. Le habían dado una descarga eléctrica a su paciente para intentar renaudar su pulso cardíaco, lo supo cuando vió a Mia frotar entre sí un equipo médico que sólo había visto en las películas, y colocarlos sobre el pecho del hombre en la camilla, provocando un leve levantamiento por parte de éste.
-¿Presión arterial?- la escuchó pronunciar aquel cuestionamiento con una nota exhasperada.
-Ochenta y cinco sobre noventa- le contestó una enfermera.
De pronto, la máquina que contaba los latidos comenzó a disparar bips consecutivamente rápida. Mia volvió a frotar los desfibriladores con frenesí, y envió las descargas eléctricas nuevamente al hombre que estaba siendo perseguido por el metafórico hombre de túnica negra.
-Tenemos pulso -musitó la enfermera con un alivio indescriptible.
Si el órgano vital de Eliot había comenzado a latir frenéticamente desde que vio a Mia pasar frente a sus ojos después de tanto tiempo, ahora amenazaba con salir disparado de su pecho, extasiado y orgulloso por la heroína que laboraba al otro lado del cristal.
La doctora se llevó ambas manos a la cabeza mientras suspiraba con un enorme alivio, y es que no notas que en realidad vives en paz, sino hasta que sales de una situación donde una vida corría peligro, sólo entonces sabrás que la serenidad es la octava maravilla del mundo.
-Hay que trasladarlo a la UCI. Que allá el traumatólogo se encargue del resto -Mia observó el reloj de la pared mientras soltaba las órdenes-. Es todo. Mi guardia ha terminado.
Al Eliot percibir las intenciones de Mia al caminar hacia la puerta, se giró adrede para que no notase su presencia. La doctora Suarez caminó por el pasillo hasta desaparecer de su vista, entonces Eliot decidió echarse a andar hacia la salida y buscar el hotel más cercano para pagar una estadía y comenzar a planear un poco el próximo reencuentro.
Al regresar a la recepción, se dio media vuelta para dibujar con los piés el trayecto a la salida, pero su andar se detuvo al igual que la noción del tiempo cuando sus ojos se posaron sobre la pareja que se besaba en la sala de espera; una sensación de abismo se manifestó en todo su ser en cuestión de microsegundos, su garganta se había convertido en un enrredo y su naríz comenzó a adquirir un rubor desagradable e indeseado.
Mia besaba a un hombre con alegría y una nota discreta de pasión, ahí Eliot notó que nadie en el mundo puede ser feliz sin que a otro le afecte. Esos labios que una vez pronunciaron hacia él confesiones geniunas, los mismos que le pertenecieron a su piel; ahora besaban otros ajenos a los suyos. Esas manos que recordaba cálidas y suaves ahora acariciaban el rostro de otro hombre; las mismas manos que pocos minutos atrás salvaron la vida de alguien, que sostuvieron las suyas durante muchas noches sin estrellas, que dibujaron son las huellas de sus dedos las facciones de su rostro.
Ya no se sabía si aquella doctora sentiría el deseo de sanar la herida del remordimiento de aquel hombre sin rumbo. Eliot detestó al maldito karma como a ninguna otra cosa en ese momento, porque ella merecía ser feliz después de todas las lágrimas que derramó por las mentiras del pasado. Se sintió igualado por pretender a una mujer que ya había encontrado otro amor. ¡Se sintió muy estúpido! Pues habían pasado siete años desde que dejó una vela encendida, y la decepción quebró su entorno porque no hayó ni un atisbo de luz.
Eliot Marín estaba comenzando a perder la esperanza. Pero no estaba dispuesto a aceptar su karma.
No existe nada más doloroso que perder al amor de tu vida sin haber tenido la oportunidad de decirle adiós, y no hay nada más egoísta e insano que estar con una persona porque te recuerda a otra que amaste con cada partícula de tu corazón, con cada fragmento de tu alma. Pero a Eliot eso no le importó, prefirió ser el Romeo egoísta que aprovechó cualquier oportunidad para volver a tener a su adorada Julieta, una vez más. Por fortuna, Mia era identica a aquella muchacha que frecuentaba con demasía la memoria de Eliot, físicamente igualitas, personalmente... Quizás sólo un poco. Por desgracia, no era "Ella", a pesar de que fuese identica, a pesar de que Eliot quería inmortalizar a su eterna Julieta en esta nueva chica. Pero la dicha es injustamente algo efímero, por eso puede que ella no sepa ser Julieta. Primer libro de la bilogía "Ambos nos equivocamos"
La vida de Candice dio un extraño giro la noche de su boda. Su marido, Greyson, no apareció para consumar su matrimonio. En su lugar, un desconocido irrumpió en su habitación y la violó. El matrimonio se convirtió en un infierno para ella. Mientras intentaba dejar atrás la pesadilla, su suegra aprovechaba cualquier oportunidad para desacreditarla. A Greyson, que debía apoyarla, le importaba un bledo. Al contrario, llevó a su amante a su casa. No pasó mucho tiempo antes de que Candice fuera expulsada de la casa. Todos pensaban que era una debilucha indefensa, sin saber que era una abogada extraordinaria. Llevó al hombre que la violó a los tribunales. Quería pagarle con la misma moneda. En el transcurso del proceso, descubrió estupefacta que el violador es el hombre más rico de la ciudad. Las cosas se le fueron rápidamente de las manos. El hombre intentó por todos los medios pedirle que se casara con él. Ella se dio cuenta de que se estaba buscando más problemas. ¿Cómo ella logría deshacerse de él pero acusarlo al mismo tiempo?
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
Lucía Balstone pensó que había elegido al hombre adecuado para pasar el resto de su vida, pero fue él quien acabó con su vida. Su matrimonio de diez años parecía una broma cuando su esposo la apuñaló con una daga. Afortunadamente, Dios nunca está ciego ante las lágrimas de las personas. Lucía tuvo una segunda oportunidad. Ella renació a la edad de 22 años, antes de que sucedieran todas las cosas terribles. ¡Esta vez, estaba decidida a vengarse y dejar que aquellos que la lastimaron pagaran! Hizo una lista elaborada de sus objetivos, y lo primero en su lista era casarse con el peor enemigo de su exmarido, ¡Alonso Callen!
Sinopsis Amelia, huyó el día de su boda, pues era fiel creyente en el amor, huyó lejos de su familia y todo lo que le rodeaba, para darle paso a una nueva vida, pero estaba lejos de imaginarse, que el hombre que dejó botado en altar la buscaría para vengarse de ella y hacerla vivir el sufrimiento más grande que ella pudiera sentir. Unos años más tarde, después de haber sometida a tantas humillaciones, Amelia regresó convertida en otra mujer, empoderada, y llena también de unos deseos inmensos de vengarse del hombre que le hizo tanto daño. Pero con lo que ninguno de los dos cuenta, es que siempre estuvieron destinados a estar juntos ¿Crees en las segundas oportunidades? ¿Crees en el amor verdadero? Acompáñame en esta conmovedora historia.
Él es el director del hospital más grande de Shine Empire. Ella es la hija del director del hospital Chengyang. Cuando el frío, despiadado y orgulloso Álvaro Gu se tope con la traviesa, simpática e impulsiva Ángela Si. ¿Qué química saldrá entre ellos?
Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".