Ella solo quería ser una chica como todas las demás pero descubrirá que no solo se trata del físico, y que ser aceptada en el mundo puede ser mucho mas difícil de lo que ella hubiera imaginado jamas.
Roxana tenía veinte años, había repetido dos veces noveno, estaba atrasada en la escuela, me la pasaba comiendo y acostada, comía chocolates y hamburguesas a las cinco de la tarde, no me afectaba mi gordura, hasta que Prizila me quitó a mi novio. Ahí me di cuenta que ni las tortas me iban a dar bola si seguía comiendo así.
Salí esa noche en el auto con Prizila y unos pibes, empecé a tomar cocaína para bajar de peso, también coca dietética, ja ja, me arreglé con el que más merca me daba. Así era mi vida, tomar merca, coger y después volver a comprar.
Martín le contó a mi vieja que yo me estaba drogando y vomitando para perder kilos, no quería empezar una dieta ni ir al gimnasio. Para vengarme, fui a ver al padre de Martín y le conté que él tomaba merca hacía dos años. Pero que hace mi hijo con una gorda como vos? -me dijo- y me cerró la puerta en la cara.
Un mes después lo internaron y pensé que eso le había sucedido por haberse ido con Brizila. Mi venganza ya había sido servida como las empanadas que estaban sobre la mesa y que no pensaba comer, ja ja. Hacía ejercicio en la cinta, así pasaron diez meses, estaba flaca, había pasado de grado y esperaba pronto terminar el secundario. Me llevaba gimnasia, como Lisa Simpson, pero no tenía ninguna importancia.
Empecé a vomitar en casi todos los baños e ir a la pileta con Mauri, ya no tomaba más cocaína, llegaba a mi casa y no comía nada, simplemente me acostaba. Un día fui al mercado con mi vieja y sentí ganas de vomitar, abrí la puerta del auto, me bajé y vomité al lado de un árbol. Volví a subir al auto y me encerré. Cuando mi vieja volvió con las bolsas del mercado para cargarlas en el auto me encontró desmayada, me había vomitado toda la remera y la pulsera que me había regalado Mauri. Le dije a mi vieja que solamente me había bajado la presión. Como ella no se calmaba, me enojé y me fui. Me siguió con el auto pero me perdí escapándome.
Por ese entonces, pasaba mucho tiempo con una amiga, estábamos formando una banda de rock, la banda se llamaba Anorexia. Llevábamos meses ensayando y mintiéndole a mi familia, pero un día no pude más.
Me sentía muy mal pero no quería que me llevaran al hospital, me daban puntadas muy fuertes en la panza, sentía que me estaban comiendo las entrañas y gritaba muy fuerte. En la desesperación se me enredó el cable del micrófono al cuello, como si fuera una serpiente eléctrica y asesina. Creía que iba a morir electrocutada, dos latidos más. Mis compañeras gritaban para que me saquen el cable del cuello porque estaba a punto de ahorcarme. Me desmayé, lo último que recuerdo es que se abrieron las puertas del garaje, eran mis viejos. Se habían enterado que hacía más de un año que venía vomitando, por eso me había resultado tan bien la dieta. Mi viejo se iba a enojar, iba a decirme todo lo que él hacía para que me alimentara, que era una desagradecida y que encima de todo también era drogadicta. Mis viejos no se callaban, me iban a hacer reventar la cabeza.
Me desperté atada a la cama de un hospital, con cicatrices de cuchillos y agujas en los brazos. Cuando abrí los ojos, estaba mi hermana con mis dos sobrinos. Me sentía fatal.
Se habían enterado que Martina, la amiga de Prizila, me daba laxantes y que nos juntábamos a vomitar como dos cerdas flacas. Mauri también había hablado con mi viejo y le contó que varias veces me había desvanecido en la calle y que cuando fuimos a comprar un vestido, el vendedor me había ayudado a levantarme. Si tuviera fuerzas para levantarme lo haría y le clavaría las uñas a mi hermanita en la cara como una gata mala y le haría lamer mis heridas. De acuerdo a las palabras de mi hermana, yo era una fracasada y un dolor de cabeza para mis padres. Le pedí a la enfermera que sacara a mi hermana de mi vista y que no quería recibir visitas, prefería morirme de una buena vez, no quería sufrir más, ni escuchar más a nadie. Antes me decían gorda, ahora me decían flaca, nada les venía bien, todos fijándose en mis defectos para adular a mis viejos y mi hermana no era tan perfecta, se copiaba en la escuela y fumaba cigarrillos en el baño.
Me quedé dormida, la médica había comunicado que si seguía bajando de peso mi vida corría peligro, empezaron a pasarme alimentos a través de una sonda y yo soñaba que estaba desapareciendo, que era un fantasma, nadie me veía ni gorda ni flaca, caminaba por los pasillos del hospital llena de harina, era como un fantasma con una sábana que me cubría el cuerpo entero.
Sentía que nadie me iba a ver y que no me iban a llegar a conocer nunca. Creía que iba a morir en esa cama y que me iban a sacar del hospital en una bolsa de consorcio y me pondrían en la vereda junto con los restos del asado. Soñaba que estaba internada en el loquero con Martín y Prizila y nos besábamos los tres.
Sentía que me consumía dentro de las sábanas del hospital, me tenían como a un bebé, ni siquiera podía empezar a nacer. Me veía corriendo hacia la luz, de repente estaba en el cielo de las flacas. Veía muchas chicas flacas a mi alrededor, pero también había chicas gordas. Me preguntaban si quería ser gorda o flaca, veía un balde para vomitar y una mesa llena de pizzas, milanesas y hamburguesas. O me moría comiendo como gorda o dejaba un lindo cadáver como flaca. Fui hasta la mesa y empecé a comer pizza y empanadas, arrasé con todo lo que había y después vomité en el balde. Me vi comiendo mi propio vómito que estaba sobre una torta gigante de mi cumpleaños. Mi corazón se detuvo y podía sentir a los médicos aplicándome electroshock y una inyección de adrenalina. Me desperté en el cielo de las flacas y de las gordas.
No quería a ninguna de las dos, tomé el balde y se los tiré a las gordas, se rompieron todos los espejos y los vidrios me cortaron toda. Mi corazón volvió a latir, en ese momento me desperté y les dije a los médicos que quería tener un peso normal, no quería ser ni gorda ni flaca, que no quería morir comiendo ni morirme de hambre, sólo quería ser normal. Necesitaba un equilibrio.
Me inyectaron una medicación para tranquilizarme y me dijeron que mi corazón estaba bárbaro, que era raro que hubiera dejado de latir y me dieron miles de recomendaciones.
Me dieron el alta ese día, mi familia estaba esperándome y me llevaron a casa.
Al poco tiempo había logrado subir unos kilos, pero me miraba al espejo y volví a verme gorda, miré mis cepillo de dientes con la intención de metérmelo hasta la garganta y provocarme arcadas y así poder vomitar. Vi a una flaca caminando por la calle y también vi como todos los tipos la miraban. A la gorda se le reían o la ignoraban. Me aferré a la pileta del baño y pensé que tenía que mantener mi peso, ni muy gorda ni muy flaca, no quería ir a una clínica donde no hay espejos. Salí del baño y mi familia estaba mirando Cuestión de Peso por televisión.
Esa noche canté en un bar, estaba Martín sentado con Mauri y Prizila, me acerqué y me senté con ellos. Estaban tomando un par de cervezas, menos Martín que estaba con su vasito de agua, yo lo entendía porque yo también me estaba recuperando de mis vicios y de mi anorexia.
Así se llamaba mi banda, no era apología, era para que las chicas tomaran conciencia. Martín dijo:" Es como decir que Estar Sedados de los Ramones es para drogadictos, cuando en realidad es para recuperarse de estar sedados". Martín me había delatado con mi vieja y yo con la de él, así que estábamos a mano.
Le di un beso a Mauri, supuse que a Martín no le molestaría, él se había ido con Brizila, me di vuelta, la miré a Brizila y le dije: "Vos sos mi amor, nunca te dejaría ni por todos los chicos del mundo". La besé y ella se enojó y me dijo: "No sabía que también te pintaba". Se levantó de la mesa, tomó de la mano a Martín y se fueron.
Mauri se quedó mirándome sin entender demasiado. Me dejó re mal, estaba re en pedo, quería salir con él y le di un beso a Brizila, que manera de armar quilombo, yo sola recuperé mi peso y me la banqué. Rompí un vaso contra el piso y salí corriendo del boliche, fui a la casa de Prizila.
Cuando la encontré le dije que pensaba que ella también estaba enamorada de mí. Me preguntó quién me había metido esa idea en la cabeza, porque a ella no le gustaban las minas, le gustaban los tipos. Me produjo mucha furia lo que estaba escuchando, sin pensarlo saqué un vaso de mi cartera, le roté la cara y cayó al piso, en ese momento le corté un pecho, no la iba a matar, sólo quería lastimarla un poco. Me había quitado a Martín y ahora no quería estar conmigo, querían enseñarme moral, querían hacerme sentir culpable, que si era flaca, que si era gorda. Martín me dio una patada en la cara, perdoname, me dijo. Salí corriendo otra vez, llegué a mi casa y me metí el cepillo de dientes hasta la garganta. Vomité todo el alcohol y todo el rencor. Me sentía llena de odio, no podía zafar de los bardos. Mi hermana estaba en la puerta del baño observándome y me dijo: "Nunca te vas a recuperar, sé que todo lo tuyo es una mentira, nos vas a destruir a todos".
Pensé que le iba a contar a mis viejos y no podía permitirlo, la agarré de los pelos y la tiré sobre el sillón, le rasguñé la cara y le di un par de piñas. Mi viejo se despertó y vino a ver lo que ocurría, mi hermana le dijo que yo estaba re borracha y que me había encontrado vomitando en el baño. Les dije a los gritos que había recuperado mi peso como ellos querían. Me incorporé y salí de arriba de mi hermana.
Salí corriendo de mi casa y volví al bar, estaba desesperada. No me querían dejar entrar, les expliqué que era la chica que cantaba y alguien me dijo: si, yo soy Mercedes Sosa, hasta que por fin me vio un conocido y me dejaron pasar. Me encontré con Martina, la chica con la que me juntaba a vomitar.
Me invitó al baño a tomar cocaína, después transamos, no merca sino besos. Amanecimos juntas en la casa de la guitarrista de la banda. Me desperté descompuesta y fui al baño, me miré al espejo y pensé: "soy tu gorda", le di una trompada al espejo y unos de los vidrios me partió el labio.
Agarré a Martina y pensando que era la gorda, le di la nuca contra el suelo mientras le decía que no iba a desaparecer, la guitarrista nos separó. Volví a entrar al baño y le pegué otra vez al espejo cortándome toda con los vidrios.
Quise matar a la flaca y a la gorda que están en mí pero yo soy las dos. Ahora odiaba también a todas las chicas que me recordaran a mí. Convivo con una chica gorda y una chica flaca, las dos viven en mí, tratamos de ayudarnos para no enloquecer, ni odiarnos por lo que somos, nos amamos por lo que podemos ser. Sólo podemos ser nosotras mismas, es decir, sólo puedo ser yo misma y mis fantasmas se amigaron conmigo porque encontré el amor, ahora me arregle con una flaca y una gorda nos amamos y vamos a casarnos al menos con una ,nunca más vamos a volvernos a olvidar de ser nosotras mismas.
Él solo buscaba una mujer que lo ame en el lugar equivocado. Ella convertiría su vida en un infierno
Jennifer Bennett, la legítima heredera de los Bennett, luchó denodadamente por el reconocimiento de su familia, solo para verse eclipsada por una impostora. Enfrentada a falsas acusaciones, acoso y humillación pública, Jennifer acabó renunciando a ganarse su aprobación. Con la promesa de superar la injusticia, ella se convirtió en la pesadilla de quienes la agraviaban. Los esfuerzos de la familia Bennett por doblegarla no hicieron sino alimentar su éxito, llevándola a la altura con la que sus rivales solo podían soñar. Alguien le preguntó: "¿Te sientes defraudada por tus padres?". Con una sonrisa tranquila, Jennifer respondió: "No importa. Al final, el poder prevalece".
Adelaide ha sido despreciada por su padre desde el mismo día que nació y destinada a ser cuidada y criada por una sirvienta, alejada de las comodidades de su familia. Cuando su hermana Nadia huye con su amante a solo dos días de su boda con el multimillonario Egil Arrabal, su padre la obliga a cumplir con el compromiso asumido quince años atrás con ese despiadado y arrogante CEO del que ha oído hablar desde que tiene uso de razón. Condenada a ser la esposa sustituta del hijo mayor de los Arrabal, Adelaide camina hacia un futuro incierto donde la muerte, la traición y la venganza pondrán a prueba su temple. ¿Podrá salir ilesa de las garras de este hombre? ¿Qué cosas debe hacer para pagar la huida de su hermana y así evitar la debacle de su apellido?
Sólo había un hombre en el corazón de Raegan: Mitchel. Tras dos años de matrimonio quedó embarazada. Raegan se sintió muy feliz. Pero antes de que ella pudiera darle la noticia, él solicitó el divorcio porque quería casarse con su primer amor. Más tarde, Raegan tuvo un accidente y, tumbada en un charco de su propia sangre, le pidió ayuda a Mitchel. Sin embargo, se fue con su primer amor en brazos. Afortunadamente, Raegan escapó por poco de la muerte y decidió retomar su vida. Años después, se hizo famosa en casi todo el mundo. Después del divorcio, Mitchel se sintió muy incómodo. Por alguna razón, empezó a extrañarla. Le dolió el corazón cuando la vio sonreírle a otro hombre. En la ceremonia de su boda, él irrumpió y se arrodilló. Con los ojos rojos, preguntó: "¿No dijiste que tu amor por mí era inquebrantable? ¿Por qué te casas con otro hombre? ¡Vuelve a mí!".
Jenna Murphy se había casado con Hansen Richards, el hombre al que amaba desde la infancia pero el que más la odiaba. Ella creía que él finalmente la amaría. Pero antes de que su sueño se hiciera realidad... Un accidente automovilístico terminó con la vida de su padre y llevó a su madre que estaba entre la vida y la muerte en la unidad de cuidados intensivos del hospital. Su descarado y codicioso tío aprovechó la ocasión y les robó todas las propiedades. Para conseguir los honorarios del cirujano que atendía a su madre, Jenna solo podía estar de acuerdo de divorciarse de Hansen. Pero Hansen la invitó a la fiesta de cumpleaños de su abuela tratando de salvar su relación. Sin embargo, Jenna encontró algunas pistas que mostraban que el accidente automovilístico que arruinó a su familia tenía alguna relación con Hansen..."" "
Para el público, ella era la secretaria del CEO. A puerta cerrada, era la esposa que él nunca reconocía oficialmente. Jenessa estaba eufórica cuando se enteró de que estaba embarazada. Pero su alegría se vio reemplazada por el temor cuando su marido, Ryan, se reunió con su primer amor. Con el corazón encogido, decidió dejarlo libre y marcharse. Cuando volvieron a encontrarse, Ryan se fijó en el vientre prominente de Jenessa. "¿Quién es el padre del niño?", le preguntó. Pero ella se limitó a burlarse. "¡No es asunto tuyo, mi querido exmarido!".
Ella cayó en la trampa de su hermana y tuvo una aventura de una noche, y, peor aún, se quedó embarazada. Cuatro años después, cuando regresó con su hijo, un caballero encantador apareció en su vida. Desde el momento en que ella lo vio, le pareció familiar, pero no encontró la razón hasta que vio a su hijo junto a él.