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EN LOS OJOS DE LA REINA

EN LOS OJOS DE LA REINA

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👑"Todos mienten y aquí, nadie es la excepción"👑 La tercera era humana llegó al mundo y con él, el reinado de seres dotados de fuerza extraordinaria y mirada roja regida por la poderosa dinastía Tamos. Sin embargo, todo imperio podrían disolverse con el nacimiento de la princesa OFELIA, la primera fuerte sin fuerza de mirada azul registrada en el reino de VICTORIA. Pero a estas tierras aún le resta mucho por descubrir, pues una oculta condición podría alterar la balanza en la que las intrigas, mentiras y traiciones tomarán un control distinto, mientras la llegada de un antiguo sirviente confundirá el corazón de la princesa. 👑"Todos sistema tiene errores y yo... soy el suyo"👑

Capítulo 1 Ha vuelto

Me encuentro dentro de una de las tantas habitaciones del piso cero de este palacio. La vista se reviste en paredes de azulejos grises que invaden cada centímetro de la sala del interrogatorio en el que me han aposado. Aquí, no existe nada excepto aquel espejo que refleja mi decadente y difuso aspecto, una mesa y dos sillas enfrentadas la una a la otra. Supongo que bien me he ganado este sitio por lo ingenua que he llegado a ser a lo largo de estos meses, sin embargo, me niego a tal destino.

Espero sentada al borde de la desesperación, ansiosa de que aquella maldita puerta se abra y así, poder destruir a cada uno de los hombres que me lo han arrebatado todo, sin embargo, después de un largo tiempo aquello no sucede.

Mis nervios como rabia se acrecientan en semejante proporcionalidad, causando que termine por recurrir a mi olvidada y de nuevo adquirida, manía de tronarme los dedos.

De pronto, mi visión se cumple. La manija gira y tal como esperaba, el joven General de Victoria, la nación a la que sirvo, aparece. Espero ver en Damián Marven Farfán una reacción de decepción pura, sin embargo, su rostro es capaz de reflejar nada más que imperturbable serenidad.

Zigzaguea entre la sala con los brazos detrás de su espalda sin saber cómo iniciar nuestra conversación. No después de lo que ambos nos hemos causado. Supongo que no ha de encontrar las palabras idóneas, aunque esto no representa un obstáculo para él, pues después de un profundo suspiro, se decide por finalmente hablar.

-Comprendes porque estás aquí o no, Ofelia.

No me atrevo a dirigirle la mirada ni hablarle siquiera o temo perder el control. Escucho el resonar de sus botas avanzar y rodear la mesa hasta llegar a un costado mío.

-¿Serás capaz de responder o continuarás mirando la mesa? -sigo sin inmutarme-. Sabes que si quisieras, podrías convencerme justo ahora de dejarte ir y desaparecer tal como lo hizo el resto de tu familia.

Sus palabras evocan que mis venas hiervan hasta estremecer cada centímetro cúbico de mí ser, pues ambos conocemos el significado de ello, así como lo es mi pena y lo que busca provocar, siendo que él desea que todos aquí contemplen por si mismos lo que él cree por verdad. Lo que mis constantes mentiras provocaron para que de ese modo, no exista duda alguna de los delitos que me imputan a una sentencia a muerte, por lo que con brusquedad, me levanto de la silla tirándola ante tal ímpetu adquirido y de la nada, lo repliego hasta la pared con mi antebrazo posándose sobre su cuello, consiguiendo que sus ojos se claven en los míos.

Lo contengo con todas mis fuerzas pese que comprendo a la perfección que esto no debería ocasionarle problema alguno, porque de antemano sé que mi fuerza apenas y es un cosquilleo para él, aunque con todo ello, me permite someterlo.

-¿Quieres besarme? -murmura apenas en un susurro audible y cómplice.

-Quisiera matarte -le afirmo con los ojos cubiertos en furia sin poder creer lo que le exclamo de vuelta. Debo ser una buena mentirosa, porque pese a todo, sé que no tendría el valor de hacerle tal cosa.

Los guardias corren para abrir la puerta con prontitud y someterme, por lo que retiro las manos del General yendo a la esquina del cuarto con éstas vacías, puesto que Damián ingresó sin ningún arma que yo pudiera arrebatarle y defenderme. Consigo percibir en los rostros de aquellos hombres que no desean hacerme daño. No sabiendo que no hace mucho me protegían, aunque pienso que eso ya no importa ahora.

Damián no es un hombre al que la palabra ingenuidad le describa y con un ademán de manos, pide a sus hombres que no crucen más allá de los pasos ofrecidos del marco de la sala de interrogación. Me ofrece la espalda tan pronto que no soy capaz de verle el rostro cubierto de satisfacción por lo logrado, ya que cierra la puerta en un azote simultaneó al de mis ojos.

Quisiera derrumbarme, pero no lo haré porqué no he olvidado que existen cámaras en el interior de este sitio del mismo modo que sé que del otro lado del espejo que me refleja, debe de existir espectadores. Apostaría que vieron mi tempestivo arranque hacia el gran General de Victoria, por lo que no me queda nada más que levantar la silla con la poca dignidad que aún me resta y sentarme de nuevo. Sin esperanza alguna, coloco mis dedos índices sobre las sienes, cuestionándome cómo carajos es que llegué hasta este punto de mi vida.

Pero claro que lo recuerdo.

Poseía 13 ciclos cuando algo extraño sucedió en mi vida y es que como era de costumbre, mi hermano mayor Benjamín me molestaba. Él era un fuerte. El más poderoso fuerte de todos los de su edad, pues no en vano algún día sería nuestro rey.

-Ben, basta -le exclamé al tiempo que cerraba mi libro.

Seguido de ello, le otorgué un manotazo como era de costumbre por no dejar de presionar con su dedo mi brazo, aún si una mirada asesina por mi parte le advirtió que se detuviera, pues pagaría con creces. Dante, nuestro hermano menor me defendió de él, siendo que era decenas de veces más fuerte que yo pese que todavía poseyera solo 11 ciclos. Eso me dejaba a mí con el segundo sitio de los hijos del Rey de esta nación, Claudio Tamos Viraren.

Así que yo soy o... ¿era?

No lo sé. Es difícil asegurar mi posición en estos momentos, considerando el sitio en el que me encuentro ahora, sin embargo, todos estos ciclos de mi vida fui nombrada Princesa Ofelia Tamos Jacobi o por lo menos eso dicta mi acta de registro pese que muchos han dudado de mi origen desde mi nacimiento y del cuál en ocasiones yo misma me lo he cuestionado con cada reflejo mío en el espejo y no es que no me pareciera a Sus Majestades.

De hecho, heredé los mismos risos necios de mi padre, así como el ligeramente menos dorado tono de mi cabello, aunque mis afilados rasgos y redondos ojos fueran más semejantes a los de mi madre, siendo justo esa la diferencia en donde radica tal misticismo con respecto a mí.

Y es que mis ojos son intensa, profunda y exageradamente azules y si, sé que eso no debería ser relevante. No sí los de todo ser que me rodeaban fuera literalmente rojos. Y es que ese es el pago que se obtiene por tal habilidad de fuerza otorgada desde que aquel virus lo infectó todo en el mundo hace más de 700 ciclos. Desde entonces, poseer esa mirada roja en sus cuencas oculares es el signo de que son superiores al resto de la población que no la posee. El que por alguna razón se me despojó al nacer.

Por esa misma razón que mis padres hayan dedicado toda su vida a protegerme cuál delicada flor que podría desquebrajarse en cualquier instante, por lo tanto, no me permitieron salir demasiado del palacio ni a sus alrededores, pues a diferencia de mis dos hermanos yo no presentaba ninguna fuerza descomunal que me otorgara diferenciar del resto de la humanidad que no la ganó.

Y puede que quizá ese sea justo el motivo por el que nos encontrábamos reinando la mitad de este mundo extinguido y renacido de su propia destrucción. Aquella ligera fuerza a soportar un violento golpe y devolverlo, junto con una veloz capacidad de sanar cualquier herida o enfermedad es la que nos hace temidos y respetados por un pueblo que después de guerra y enfermedad que la segunda era nos dejó, solo deseaban vivir en los calmados brazos de un gobernante que les proteja.

Sin embargo, tristemente eso no sucedió, porque el poder al igual las leyes se deforman, se corrompen y se instalan a la orden de quién las produce y para fortuna nuestra, son los fuertes quienes dominan este mundo, aunque todo sistema tiene errores y yo soy el suyo, ya que la hija del rey de Victoria, no parecía poseer tal habilidad digna de la dinastía Tamos, causando que mi destino solo dependiera de un nombre y posición que otra familia gobernadora o reino aprovecharán para afianzar lazos y crear alianzas.

Así que si, mi situación era patética y por ello, mis manos constantemente se unían con angustia la una a la otra, torciendo mis dedos en una manía que jamás me abandonaría.

"Eres una princesa, una fuerte sin fuerza y mis padres, mis hermanos, el reino entero lo sabe. Yo lo sé"

-No lo repetiré de nuevo, Ben -le advertí por tercera ocasión.

-¿Qué me harás pequeña hermanita? -me cuestionó Benjamín manteniendo sus ojos entre cerrados. Mi joven hermano de 16 ciclos estaba seguro de que mi habilidad se presentaría con el tiempo y que lo único que necesitaba era un poco de "presión"-. ¿Qué debo hacer Ofi? Estoy aburrido. Aburrido y acalorado -me giré para mirarlo fijamente.

-Sí estás tan aburrido y acalorado entonces porque no te vas a refrescar a la fuente del jardín principal -le espeté con una sonrisa, esperando que él por igual lo hiciera, sin embargo, solo conseguí que se reincorporara y emprendiera paso a la salida de la sala.

Su comportamiento me pareció un tanto extraño, pero no hice ni dije nada para detener su camino, porque en ese instante me percaté de la presencia de Rolan.

Él era nuestro pequeño sirviente personal o bueno, pudiera que quizá ya no fuera tan pequeño en ese instante puesto que poseía 14 ciclos, aunque le recordada desde que mi madre lo trajo a nuestras vidas cuando lo encontró en el gobierno de Marina, desolado y hambriento, tras un viaje suyo cuando yo tenía 8 y él 9 y desde entonces, se convirtió en un amigo para mí. Su labor era simple: proveer de todo pedido y antojo excéntrico que los hijos del rey y reina exigieran, sin embargo, tras crecer a nuestro lado, terminó por convertirse en un buen compañero de juegos pese que él fuera una persona sin fuerza o como son llamados coloquialmente desde el inicio de nuestra era, seguidores.

-Buenos días, Ron -exclamé con una sonrisa en mi rostro deslizando mi libro a un costado para que pudiera sentarse.

-Buenos días, princesa Ofi.

Aún bajo nuestras posiciones, emergía a flote la amistad que ambos manteníamos con aquel "Ofi", siendo que mis hermanos por igual me nombraban de tal forma.

-¿Se les ofrece algo a Sus Altezas?

-No -dije con avidez para que se quedara a mi lado, sin embargo, Dante habló requiriendo un poco el agua fresca para calmar el tempestuoso calor surgido en primavera y pese que estaba claro que invitaba a Rolan dentro de su exigencia tras pedir 4 y no 3 recipientes, Dan comprendía a la perfección la posición que Ron ocupaba en nuestras vidas: un sirviente.

-Por supuesto, príncipe Dante -exclamó Rolan inclinándose en una reverencia. Regresaría pronto, por lo que no había porque preocuparse de su partida. Giré de nuevo hacia Dan para reclamarle al respecto, pero él ya se encontraba saliendo del balcón, mientras reía vertiginosamente.

-¿Qué sucede? -pregunté mientras me levantaba del diván de nuestra sala personal y me acercaba de lo que pudo ser su motivo de risa.

Pude haber hecho lo mismo, sin embargo, de inmediato me estremecí ante lo visto. Se trataba de nuestro hermano mayor zambulléndose en la fuente, mientras guardias fuertes intentaban sacarlo a base de palabras tras no atreverse a tocar al heredero.

-Hizo lo que le dijiste, Ofi. Me parece que siempre si se encontraba muy aburrido y acalorado ¿no crees?

-Si, temo que sí, Dan Dan -después de eso, terminé por reir a su lado sin prestarle mucha importancia al suceso.

Supongo que ese pudo ser el primer momento en mi vida que se sintió invadido y extraño, aunque si he de elegir el instante preciso que lo cambió todo, iría ocho meses atrás a mi estado actual cuando casi poseía 17 ciclos. Mi madre, la reina Carina Jacobi junto con Magnolia mi institutriz y la madre de mi padre, mi abuela Rebeca Viraren, se encargaron de convertirme en toda una princesa refinada y obediente de la cuál pudieran regodearse y estar orgullosas, mientras que Benjamín y Dante se marcharon del palacio para ser educados militarmente como lo han hecho todas las generaciones de Tamos desde que obtienen 13 ciclos.

El aspecto de Ben no se había alejado demasiado a esos casi cuatro ciclos transcurridos. Cabello castaño oscuro, mandíbula cuadrada, nariz afilada, alto y de constitución fornida, aunque esbelta con la mirada más roja que jamás vi en alguien en toda mi vida, sin olvidar esa encantadora y pícara sonrisa que solo un apuesto joven de 19 ciclos podría poseer. Era todo un príncipe sin duda alguna, mientras que en contraste Dante portaba una muy rubia melena siendo la gota exacta de nuestro padre con 15 ciclos recién ganados, puesto que celebraríamos su festejo justo aquel día. Y fue por eso que yo portaba un pesado y esplendoroso vestido lila cubierto de tules y encajes brillosos del que mis hermanos no dudaron un poco en mofarse tras verme.

-Derecha Ofelia, derecha -habló Magnolia con su mano sobre mi espalda tras el ventanal.

-Lo siento -regresé en voz baja obedeciéndole.

-Una princesa no debería espetar un lo siento a un subordinado.

-Cierto, lo siento -repetí y debo agregar que aquella vez lo hice con toda intención de exasperarla. En ocasiones aquello era mi único entretenimiento.

-Anda, vamos al salón.

En realidad no me apetecía hacerlo, siendo que mi padre había llevado a mis hermanos a un viaje corto dentro de La Capital pese que apenas hubieran arribado el día anterior al palacio con los asociados nobles fuertes que otorgaban sus recursos y favores a la corona para instruirlos en aquel mundo tan demandante que nuestra posición exige.

-Ofelia vamos -volvió a repetir, pero me encontraba lo bastante molesta como para no acatar, contemplando que jamás me concedían hacer lo que yo quería, por lo que con determinación, la miré desafiante y la enfrenté negándome.

-No señorita Magnolia. Usted adentro -le regresé y de manera que no supe como digerir del todo, ella simplemente me miró y otorgó la vuelta para alejarse.

Por un segundo, permanecí perpleja, siendo que ella no opuso resistencia alguna ante lo dicho. Quizá y ella esperaba que demostrará una verdadera actitud de fuerte como la hija de un rey, por lo que sin cuestionarlo más, decidí sonreír con el triunfo en mis manos. Levanté mi falda y corrí hacia ellos por los hermosos jardines del palacio de no ser que la voz grave de un joven me detuvo a mis espaldas.

-Es lindo volver a verle, princesa Ofi.

Me llevó tiempo reconocerle una vez que lo tuve de frente a excepción que pronunció aquellas palabras tan características de él. Y es que esa frase me la otorgaba cada vez que nos veíamos.

-¿R-Ron?-espeté confundida, ya que hacía tres ciclos y medio que no le veía, pues aquel mismo ciclo del evento de Benjamín en la fuente fue enviado a otro lado del cuál no volví a saber nada más de él hasta ese instante.

Había cambiado demasiado en esos ciclos, pues su complexión se tornó amplia y robusta dejando muy atrás aquel escuálido niño que tiempo atrás vislumbré, pese que su corto y oscuro cabello y fina sonrisa parecían estar intactas al igual que aquellos profundos ojos grises que en otro ser humano no llegué a ver jamás.

-Esperaba el no haber cambiado lo suficiente para que usted pudiera recordarme, pero temo que fallé.

-Si, temo que... ¿de verdad eres tú? ¡Pero claro que eres tú! Dónde...

-Fui enviado a una base de la guardia azul en los límites de Palma.

Era un soldado. Rolan fue enviado a una comandancia militar para seguidores liderada por fuertes porqué si, Victoria es una nación militar y si, los fuertes lo rigen todo.

-Y estás ileso y tan... tan alto -realmente eso último no fue del todo cierto, pero considerando que yo soy una joven de altura superior a la del promedio, pudiera que él si lo fuera comparado con el resto.

Me acerqué a él con entusiasmo, mientras le contemplaba tocarse una pequeña cicatriz yacida en su sien derecha un tanto reciente. De unas cuantas semanas atrás, quizá. Solo obtuvo eso y no es que las fronteras fueran peligrosas, pero son tierras límites entre Victoria y Libertad (la otra nación sobreviviente a la guerra) que quizá pudieran esperar a que solo un soldado nuestro rompiera las reglas y de esa manera contra atacar, aunque qué sucediera aquello era un tanto imposible, pues todas las tierras y seres vivos se habían casi consumido por completo después del término de la segunda era humana debido a las constantes disputas por más territorio y recursos, dejando así, que fuera más probable ser atacado por un rebelde o desertor de nuestra propia nación que por un soldado de Libertad, ya que ambas naciones poseían poder y no la arriesgarían por nada.

-Tan solo mírese usted, princesa. Luce tan... -me observó por un segundo- distinguida.

-Es demasiado ¿cierto? lo sabía, luzco ridícula, pero hoy se celebrará el festejo de Dan y...

Avergonzada, bajé la mirada recordando todas las horas que pasé para lograr aquel aspecto al mismo tiempo que pensé que en realidad deseé que él me dijera algo más que "distinguida" después de un amplio tiempo sin vernos. Mi mirada debió reflejarlo, pues intentó cambiar su respuesta de inmediato, ya que a diferencia mía, él portaba un simple atuendo de camisa blanca con pantalones y casaca azul oscura similar a la de un real (soldados seguidores), pero sin emblemas en su pecho que pudiera revelar su estadía actual o futura.

-¡No! luce perfecta. Discúlpeme. Es solo que no creí verle algún día así, luciendo tan... tan princesa.

-Oh -solo fui capaz espetar eso, siendo que ahora que ya no éramos unos niños, los halagos y disculpas se sentían distintas. Más intensas y personales.

Por fortuna el llevó el rumbo de la conversación a otra instancia.

-Entonces Dan Dan posee 15

-Si. Tal vez... no lo sé, podrías felicitarlo. Estoy segura de que le gustaría verte.

-Dudo que me dejen adentrar más allá de los corredores exteriores como antes. Su festejo es la razón por la que me han hecho regresar a decir verdad. Me parece que jamás se hay suficiente servidumbre aquí para conseguir la celebración perfecta ¿no?

Eso último abrió la brecha al silencio nuevamente, puesto que no importaba cuanto cariño pudiera guardarle, él no dejaría de ser un seguidor y yo una fuerte.

-En realidad, él y Ben están por allá -señalé hacia donde mis hermanos permanecían.

-Esperaré aquí si no le molesta. No desearía interrumpir al rey con mi presencia.

-Cierto -contesté bajando la mirada con algo de incomodidad.

Y no es que mi padre haya sido un tirano o un fuerte rey despectivo con su población seguidora, pero Rolan recordaba mejor que yo todo esto acerca de las castas y jerarquías. Las reglas y clases que nos separaban y que abrían esa brecha que antes como niños nunca notamos, pero que cobraban sentido ahora que la adultez nos invadía.

Fue entonces que me dirigí con mi padre y hermanos momento antes de que ingresaran al gran salón. Sujeté a Dante del cuello y tallé mis nudillos en su cabeza, provocando que Ben saltará en defensa de nuestro hermanito y me tomara de la cintura alejándome de Dan para que él me atacara con cosquillas.

-Niños dejen a su hermana, la lastimarán -dictó mi padre recordando que de niños eso ocurría constantemente por no saber controlar su fuerza conmigo, causándome moretones y fracturas de huesos, aunque con el paso de los ciclos las accidente desaparecieron tras aprender a lidiar con la deficiencia de su hermana.

-Ensuciarán mi vestido, zoquetes -exclamé, mientras me soltaban y alisaba mi falda.

-Luces ridícula, Ofi ¿No te faltó acaso más tul en ese vestido?

-Yo digo que se ve linda -agregó Dan.

-Gracias Dan Dan. Ves, él aprecia mis vestidos, pequeño insolente -mis dedos golpearon la nariz de Ben.

-Dante, Ofi. Dime ahora Dante. Ya no soy un niño.

-Oh vaya discúlpeme usted, príncipe Dante. Sería tan benigno de ofrecerme su mano para besarla -estiré mi mano, mientras elaboraba una reverencia exagerada y reímos hasta que mi padre se dirigió a mí.

-Te ves preciosa mi pequeña Ofeli -espetó mi padre tomando mi barbilla y besando mi frente.

-Y tú apuesto, padre.

-Cinco minutos -advirtió, pues muy pronto los invitados arribarían al palacio y ambos hermanos necesitaban de alistarse para la celebración-. No más ¿entendido?

Los tres asentimos.

-¿Qué tal tu día? -preguntó mi hermano mayor observando mi atuendo.

-Tedioso -respondí-. ¿Qué tal su junta?

-Tediosa -respondieron los dos en unísono.

-Rolan ¿lo recuerdan? ha vuelto. Sé aposa por los jardines principales, esperándonos. Vamos.

Nos dirigimos hasta él entre los hermosos arbustos rojos y naranjas que adornaban la fuente en la que un día Ben se instaló, mientras recordabamos con una sonrisa aquel evento para terminar por burlarnos nuevamente de él.

-Ni siquiera recuerdo porque lo hice -contestó con la misma vergüenza que siempre aplicaba ante tal recuerdo suyo-. ¿Es que algún día lo olvidarán?

-No -respondimos Dante y yo.

Sin duda, yo fui la más entusiasta ante el regreso de Rolan contemplando que durante el camino, les llegué a contar acerca de que pertenecía a la guardia azul desde aquel día de su partida antes de que él lo platicara por sí mismo, así como que también había vuelto al palacio a resguardarlo debido al festejo de esa tarde, sin embargo, para cuando llegamos al sitio dónde dijo que esperaría, Ron se había desvanecido.

-Tal vez no pudo esperar más -habló Ben tras notar mi decepción-. Quizá y debía volver a su deber

Deber. Cuanto de esa palabra no es una exigencia.

Creó que en el fondo aquel día tanto mis hermanos como yo supimos que pese que insistiéramos, jamás nos permitirían mezclarnos con Ron, así como tampoco ninguno de nosotros podríamos escapar del propio.

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