lescente, cuando besaba a una chica, siempre estaba atento a la velocidad de la respiraci
generosos, sobre el escritorio donde estaba el pan y aspiró el aroma de los rollos de canela recién horneados. Santiago aguz
itiría la dama, sin embargo, ese gusto tomó mayor degustación, cuando escuchó a la amiga de enfrente tener sexo, su madre lo envió, al hogar de la amiga, a entregarle un asunto que les había lleg
que nunca perdía oportunidad de verla. La sorpresa, fue encontrarla contra la pared del estacionamiento, mientras el portero de turno la empotraba una y otra vez. Santiago se quedó perplej
nes. Por más que intentó alejarse del lugar, no pudo. Parecía que tenía los pies pegados al suelo. Incluso, sin percatarse, arrugó el papel que envolvía el paquete en un reflejo automático de impotencia. Era como tener parálisis del sueño
én sus hermosos ojos que, poco a poco, consiguieron focalizar que afuera, en medio del patio, estaba la hija adolescente de la
utarle, pasando a verse más pervertida y excitada al ser co
gemir
sus extremidades endurecidas fuera de allí. Al llegar a casa, le mintió a su madre, explic
mblorosas, para luego proceder a darse alivio. Terminó tan rápido que le dolió el cuerpo, incluso le costó respi
o el día anterior, en el regazo. Se veía hermosa en un vestido rojo que dejaba entrever una buena porción de sus piernas cruzadas. Al verlo
está Santia
n, encontró sosiego al pensar que la vecina de ninguna mane
mento? -preguntó con naturali
nas cosas del deposito, presté la escal
que no hizo ningún tipo de gesto cont
Le acarició los hombros en un supuesto masaje y le susurró al oído con pericia femenina que lo notaba muy tenso y nervioso. Luego, exhaló su aliento tibio c
yuda en mi habitación -dijo
en la
lzando solo un par de zapatos de tacón de color rojo claro, que rato antes habían combinado con el vestido rojo y en ese momento, con sus pezones enhies
como tampoco, verla haciendo movimientos de arriba abajo, hasta succionar con soltura y gemir. Ese sonido le perseguiría por
uno tranquilo. Solo existían dos cosas importantes en ese momento para él: sexo con aquella muj
tina, para bien o para mal, aquella mujer significó una transformación sin prece
despu
a, al punto de no percatarse de la presencia del doctor Hidalgo, un médico soltero que era el objeto de deseo de todas sus empleadas, El doctor tampoco pasaba desapercibido para las clientas de la tienda, que solían mirarlo de arriba abajo, excepto
, la siguió con la mirada hasta que se dirigió a la caja registradora como cada sábado o domingo, dependiendo del
archaba. Esa era su rutina de siempre. Él solía mirarla desde alguna ubicación privilegiada, detrás de las vitrinas. Santiago, se preguntó cómo sería la interacción entre ello
tímida y seria, las cosas no resultaran igual y por primera vez en tanto tiempo, Santiago se sintió muy nervioso por hab
ojos y abandonó esa nube de pensamientos que la hacían moverse de un lado a otro, observo a Frank, durmiendo muy tranquilo a su lado. Minutos des
tina y miró la calle despertar. Se dio cuenta que el día seria relajado para ella.
e había tenido. A ella siempre le había gustado tener sueños muy vividos. Pe
ueño con el pas
ta un jardín de una casa cercana, para depositar basura. Pasaron los días, hasta que Christina se fue a hacer recados y diligencias del dí
bolsas de basura si terminara con Frank? Desde hacía un tiempo había comenzado a analizar cómo sería la vida
de Veinte años y cinco años después, se pregun
¿Hacer el amor tres o dos veces por semana? ¿Hacer las compras de la casa sola porque Frank odiaba acompañarla
opa sucia alcanzase alturas que desafiaran la gravedad, emborracharse los sábados. Era una fantasía, un placer privado. No que
a contrastaba con el blanco impecable de la camisa. Fue hasta la cocina, llenó el va
sta mañana -dijo, sin apar
é por qué
, se ha acabado el ca
S
gris. Tomó una Pera del refrigerador y caminó hasta el centro comercial que tenía cerca. Allí revisó las vitrinas. Curioseó las cestas llenas de peras, duraznos y manzanas. Se paseó
costoso. Mientras rebuscaba dinero en el bolsillo, sacó el billete y antes de entregárselo a la cajera, revisó la etiqueta del Chocol
eche, má
u mano izquierda la
raído desde mi casa.
al con comida de otro l
-preguntó mantenie
la p
e se prohibía la entrada al local c
do, dijo
de la cesta de las pe
cho -respondió u
mercial. Segundos después, se presentó un hombre alto, tenía tatuajes en los brazos, muy apuesto, que l
ocolate con vainilla. Cuando se dirigía a la
Muchos clientes han entrado al lo
o he sido una de ellas
el Chocolate con vainilla. Christina lo miró perpleja tras escuchar aquel informe que le había expuesto. El hombre la invitó a acompañarlo hasta el
de las frutas más contaminadas de pesticidas y a la