s que habíamos nombrado la noche anterior. El pequeño local francés, resultó ser un elegante restaurante decorado como
alle. Pedimos un café y Oliver insistió en que probara una de las especialidades del re
dos a la perfección. La luz del sol primaveral entraba por la ventana, cayendo suavemente sobre el rostr
r en una conferencia-, dijo
nté-, ¿Cómo acabas
rida, pero iba a cumplir con mi deber
le estaba escuchando mientras me metía en
omo si tratara de averiguar qué le había impulsado-, no
bía orquestado nuestro encuentro-, me invitaron a ir a un
ladeó l
uro de creer
lo tomé como razón su
y, de alguna manera, los dos acabamos frente a la barra de Chupilandia. Muchas cosas tuviero
pondió Oliver.-,Ese fue el prim
sea lo primero que pides de beber cuando entras, pero es
acuerdo con mi explicación del destino, -Definitivamente no puedo explicarlo de otra
eguntado sobre el cuadro del edificio Empire State Building, que estaba tras la barra, y yo le había contado algun
o fue historia. Compartimos charlas el resto de la noche. Hablamos sobre historia, música
arme a un restaurante y continuamos nuestra discusión durante la comida, que se transformó en filosofía, psicolo
él no sabía lo que yo estudiaba. Pero hechos como ése palidecían en comp
larga conversación sobre todas las cosas importantes de la vida sólo lo hacía más atractivo.
arlo. No habíamos podido quitarnos las manos de encima y besarnos en
tos terminara, pero sabía que tenía que volver con Ángela. No iba a abandonarla en nuestro últi
b esta noche, ¿quieres venir con nosotr
en su rostro desvan
giendo mi mano. Su simple contacto seguía siendo eléctrico.
ta. Oliver sacó su cartera del bolsillo y sacó un billete de cien dólares para p
camarero, cuyos ojos se abrieron de
ien dólares. Intenté ocultar mi propia sorpresa. La suite presidencial era señal suficiente de que Ol
y Oliver volvió a cen
eguntó-, me gustaría mucho seguir
n no era unilateral. Sólo conocía a este hombre desde hacía doce h
teléfono del bolso. Las cejas de Oliver
le? ¿Eres una espía secreta? ¿Temes que el go
que sigo con el plan telefónico de mis padres y no querí
me hiciera parecer
-, asintió, aparen
para añadir el número de Oliver cuando,
edado sin batería
mi teléfono-, dijo sacándolo del bo
s anoche como para preocuparnos de cargar nuestros
dquirió un tono más grave que me reco
ue podíamos hacer esto a la antigua usanza y anotar
dudarlo, a pesar de la gran canti
inero en efectivo? Pregunté, incapaz de r
ad es algo que aprendí de mi padre. Nunca sabes quién puede necesit
, sacando un bille
lígrafo que el camarero había dejado en nue
-expliqué-, por si lo gastas. No quiero q
e no lo gastar
en la cartera de Ol
amarme o mandarme un mens
iendo que tenía que volver con Ángela y que Oliver tenía que
vemente, cogiendo mi
más suave, más tierno que cualquiera de los que compartimos la noche ant
to mi teléfono esté
ome a alejarme de él o no me i
en el destino-, dijo, con ojos suaves
una ca
que no cree en el destino,
y decidí no volver a mirar. No quería ser un cliché. Me moría de ganas de volver c