ciente indignación, no daba crédito a lo que sus palabras revelaban, como era posible que pudiese vender a su propia hija sin import
más, pero debía ser prudente, esperar el momento propicio, ya que de otra manera el impediría mi salida y
ndía entregarme a otro tipo sin escrúpulos y depravado al igual que el, pero no iba a permitírselo, la sorpresa que le esperaba sería su peor castigo. Los minutos pasaban, y el tiempo me parecía una eternidad, sentía que frente a mí había una bomba de tiempo que en cualquier momento explotaría de
me bendijera y me ayudara a sortear las adversidades que surgirían a partir de ese mome
re tirándome por el pelo, luego me arrastró
tás lastimando,
in ambiciones, pero yo te voy a enseñar a que conmigo no se juega, aprenderás a obedecerme te gu
uise correr, pero él me jaló nuevamente por el pelo, y cuando quiso arrastrarme de nuevo se desplomó. Por Dios, el sedante había hecho efecto por fin, no perdí tiempo, tomé mi bolso y corrí ha
l
me refería a lo material, porque nunca tuve un afecto significativo al cual aferrarme, todo el tiempo estuve solo, y el único cariño genuino que había existido en mi vida se apagaba considerablemente con el paso del tiempo, la extrañaba tanto, la necesidad de abrazarla me embargaba y debía protegerla a toda costa, sin importar lo que tuviera que hacer para conseguirlo, mi abuelo no sería clemente conmigo y mucho menos con ella si no cumplía al pie de la letra con sus exigencias. Jamás conocí el amor verdadero, lo mío sólo fueron relaciones carnales, atracción física
la vi a lo lejos y mi corazón dio un vuelco, esa mujer provocaba algo inexplicable, algo que no podía descifrar, no sabía qué era, pero la sensación me gustaba y mucho. Abrí la puerta del coche para recibirla, y a medida que se acercaba los ner
rúpulos que se presentó ante ella y que con aires de superioridad le había propuesto matrimonio, nunca me gustó dejar a relucir mi verdadera esenci
iempre es así de impuntual?, Le
rios golpes en el rostro, me preocupé, algo extraño en m
do?, Necesita que le lleve a un hos
manos a quien se hubiese atrevido a tocarla, nunca he sopo
er, estaré bien, tuve un accidente, eso es t
roblema en su casa y estuviera huyendo, el cuento del accidente no me lo creí, pero tampoco quería ho
le dije sacándola d
reojo la miraba, estaba pálida, su semblante lucia triste, no me explicaba por qué, pero sentí la imperiosa necesidad de