anto nervioso, retiró las manos del cuerpo de la
osas que Marla dejó caer al piso al echarse para atrás evitando ser arrollada y las colocó
trado con aquel extraño nuevamente y que un simple roce de sus m
mpo de reaccionar, ni agradecerle. Pero el ho
é la hacía estremecer de aquel
rió la puerta, colocó sobre el asiento las bolsas, y luego se dispuso a subir al auto. Justo cuando estaba po
mpagna. (Mi querido Elio, ¿quién es la hermosa chi
ato (hola Jerónimo, es mi nieta que acaba de llegar de España y es abogada
la vez arrogante de aquel hombre; no sólo quería robar a sus abuelos, sino que por unos centímetros más, se la lleva por e
ombre dejó escapar una carcajada y echó a andar su au
azza, tr
quello stronzo. (No s
n el arrogante CEO. Durante el regreso a la hacienda, le pidió a su abuelo que le explicara con absoluto lujo de detalles lo que
para ducharse y al pasar su mano por su cuerpo, instantáneamente recordó la tibieza de las manos del hombre
isma ciudad, era algo muy extraño para ella. Entró a la ducha, reguló la temperatura, sintió como el agua se deslizaba sobre su piel y comenzó a r
que pronto se endureció y le permitió sentir la miel de sus fluidos brotando como cascada. Su respiración estaba acelerada y
dre y su abuela Carmina, eran realmente idénticas. Tenían rasgos muy similares, la forma ovalada del rostro, los ojos gatunos, el cabello ondulado y castaño claro, además de sus labios gruesos. Sonrió con
cuatro espacios (sala-comedor, dos habitaciones y el baño). Se incorporó cuidadosamente para no dejar caer el retrato que reposaba aún sob
nica de Jerónimo Caligari. Marla lo miró con enojo y fue hasta donde estaba su abuela preparando la cena. Entre murmuracion
diéndole que se marchara. Viendo la actitud repulsiva y distante de Marla, Jerónimo se puso d
ó a mirarlo y sonrió brevemente sin mostrar sus dientes. Je
a ante la presencia de Jerónimo, el cual le parecía detestable; y la otra, era de una inexplicable atracción por e