n el banco del parque al que solía ir con sus padres cuando era niña. Dado que su vuelo despegó
adamente a Luca, un pequeño pueblo en Italia, Victoria sabía que a es
vivamente incluso después de tanto tiempo. Solo cuando sus piernas se cansaron decidió ir a la
n el jardín frente a la casa donde creció seguían hermosas y evidentes,
e algo estaba mal. La puerta entreabierta la sorprendió, haciéndola creer que sus padres, por alguna razón, podrían haber llegado a casa ant
ó en la posibilidad de que sus padres estuvieran heridos, arrojó todas las bolsas que sostenía con fu
vio por primera vez. Escondido detrás de la pared que separaba la sala de estar y la cocina, no la vio de espaldas. Y así perm
agradable en su rostro. Algunos mechones sueltos de su largo cabello caían sob
apsó automáticamente en el suelo marcado con la sangre derramada anteriormente,
mente, buscaban clemencia de una fuente vacía. De vez en cuando, los ojos negros del jefe que los mantenía a
lógicamente, decidió aprovechar su invisibilidad ante los hombres que los tenían como reh
nredadas en su bolso, y en ese momento vio una luz al final del túnel al mirar
al verla con lágrimas en los ojos. La agarró del brazo sin ninguna delicadeza, arrastrándola hacia la cocina. L
asa."Los padres de Victoria entraron en pánico en cuanto vieron a su indefensa
char contra el suelo, dificultando a
tos e intimidantes hacia la pelirroja
tono grave de su voz. "¿Estás sorda? ¡Levántate ya!" Esta vez, desen
a en subir cada vez que se movía. El líder de los otros hombres siguió el movimiento de sus manos tirando del tejido del vestido ajustado
que una amplia sonrisa aparecía en su rostro. Él no respondió, solo
que Victoria quisiera escupirle a la cara. Sin embargo, debía pensar con
ó con voz temblorosa, viendo los ojos
ncesa. Ven conmigo." El hombre arrastró el frío acero de la pistola que sostenía firmemente sobre la pi
rio y extendió su mano temblorosa hacia el hombre que la había
Era obvio para Victoria que no era más que un sádico que, en