horas que hemos salido del instituto, y nada más darnos la orden de que iban a apagar las luces, he
, follando, o con sus familias, pero nosotros no, nosotros estamos sentados en el suelo jugando a un juego de carta
do escuchamos las llaves que indican que no
cia uno de los dos c
e mà para ser acompañado por uno de los
–pregunto antes de que el vi
poya en la pared y me mira de brazos cruzados. Por su expresión sé q
madre, y tiene un hijo, asesino, sÃ, pero soy su hijo y no puede desentenderse de mà fácilmente. SonrÃo el pensar que lo
té bien ‹‹sÃ, lo está›› me digo a
, que espero que siga viva a pesar
sta vez marco el de casa
.. –su
uel
al otro lado de la habitación, haciénd
on las piernas estiradas y fumándome un cigarrillo, el úl
a dar por vencido. Quiero saber a qué viene su asco u odio hacÃa m
te toc
Detrás de él están los mismos celadores de antes, y
¿Q
ien que ha ve
adez, y paso por su lad
tas abiertas de la sala de visitas. Busco por el lugar a alguien que conozca, y camino entre las mesas que están siendo ocupadas, principalmente por los más jóvenes, l
que venga, con ella puedo desconectar de toda mi mier
reando su nombre lentam
te y entrelaza los
ir a ver a mi amigo? Seguro que necesita compañÃa... –suspira se muerde el labio
unto más la silla a la plancha de me
enorme salda atorada de chavales
ver el sába
ro querÃa
os manos por la cara
mierda de sitio? –pregun
razan dibujos invisibles –. Al parecer todos aquÃ
lo puedo i
ahÃ, a cada lado de sus preciosos labios, y mis ganas de besarla aumentan. Ladea la cabeza y su pelo cae hacia ese lado de fo
nunca me han visto en esta sala porque nunca nadie viene a
unta en susurro, y es que nuestra cercan
ber, fumar, jugar a las cartas, mo
crédula, hasta que asiente con la boca
i mano y retiro los mechones de pe
ábamos en el institut
o y arrugo la nariz por las c
ños está encima de un hombre que deduzco que es su padre. Todos los celadores corren hacia ellos, y se forma un barullo, pero al mom
uina apartada de la escena. Apoyo mis manos a los lados de su cabeza y la impido la vista hacia todo el barullo de persona
da –m
e la chica que sigue shock ante lo que está pasando. Sigo teniendo los ojos
ta, pero su voz me suena ale
erzo, y solo me centro
ultado vientre. La sangre. Los gritos. Mi abuela con marcas de los golpes de mi padre. Los llantos. Las siguientes puñaladas. Yo encima
la frente. Me atrevo a volver a abrir los ojos, y la veo a punto d
o lo hagas po
llor
o el
a razón que tiene, estoy llorando cómo los niños pequeñ
és
iere con los
, Isis,
s. Llevo mis manos hasta ponerlas encima de las suyas, y trazo cÃrculos en el dorso de su mano durante el rato que nuestros labios se mueven con lentitud. TodavÃa puedo saborear la sal de mis lágrimas y algunas de las suyas, pero eso hace que este beso sea diferente, n
ico que puedo deci
n? –pregunta
cias, de
rÃe –. Para eso
ie
crÃo siendo esposado mientras que el padre está tumbado enAza
l porqué, pero me pongo delante de Isis y la cubro con mi cuerpo, como si fuera un escudo hum
ué p
ntadores se han alterado al pensar que podrÃas descontrolarte cómo
ejillas rojas y eleva una mano a modo de saludo. El agente me sonr
ue se vayan las
asombrado, y as
e gustará saber lo que tienen que dec
l niño. Salimos al pasillo y seguimos el pasillo hasta girar a la izquierda e ir por el pasillo de habitaciones. Al
r los mismos pasillos una y otra vez, ver las mismas caras, los mismos delitos... te acostumbras. Los siete que estamos en el proyecto somos los qu
iere, y noto un a
ca con los l
e hacen. Marcos entiende mi caso, y por eso mi condena no es de die
nte el porqué de tu ac
cabeza y la m
cuando salga
bien –
orientadores hacen un seguimiento nuestro. Los cuatro están sentados alrededor de una mesa de madera pulida, y
dena Marcos c
co como Maxwell, el señor de sesenta años con el
de que se instaló el proyecto, y tras mucho
los
ya? –casi gri
a terapia, tal y como lo hacÃas antes, sigues teniendo las pesadill
ilegales, buscaré trabajo, y me alquilaré algo
oder!
nrÃen y me extienden un papel y u
la mano de Isis y la hago correr conmigo hasta mi habitación para coger mis cosas. Me voy riendo por el camino como un niñ
ndome un abrazo fraternal y g
leta de tela negra –. No te desharás de m
mientras abraza a Isis, que está riéndose p
separo mirando a mi amigo enarca
? –pregunta
suelo y también cojo la del instituto, asegurándome
surro –. Y tú deja de llorar,
ágrimas y golpea mi br
n –espeta –, nos
hasta que estamos en la primera planta, dónde residen las chicas cri
ós cabr
al compás de otros gritos despidiéndose de mà a pesar de no haber ha de chicos pasa por nuestro lad
me los años que os saque –amenazo, haciendo que
onos –rÃe
y los dos policÃas que se encargan de vigilar a las personas que entran o
de lluvia, y no puedo evitar n
o en el aparcamiento, y al irnos acercando me quedo como un
rreras ilegales, pero necesito sacarme
, pasando el dedo por
y sÃ, es la
anca. Rodeo el coche y sin que me diga nada me
s por l
nte irresistible verla conducir con una pose súper sexy, mientras tamborilea los dedos sobre el volante y tararea una canción de la radio. Conduce con agilidad por la calle recta que nos lleva en dirección al instituto, y a medida que avanzamos por la calle, puedo apre
regunta una vez es
os, y ella asiente aparcando delante de esta. Los do
o en mi mandÃbula y rodea el coche par
orche de la casa. Pulso el timbre y espero de brazos cruzados hasta que alguna de
te me abre la puerta. Larga un bostezo, y tengo que reprimir una carcajada al ver cómo el antifaz de noche
los ojos y los pasa por todo mi cuer
za y empieza a reÃr, pero c
dentro de la casa para poder cerrar la puerta –, me han dejado lib
por el pelo y v
e a dormir. Mañana hablaremos mejor, no
s de cochazos de lujo que tenÃa a los quince, el mismo escritorio de mierda dónde nos hacÃamos las rayas de cocaÃna, y las mismas dos camas individuales que usábamos cuando yo me
y me tiro en la cama con la ropa y todo, q
intención de golpear a aquella persona que me despierta, pero joder,
omento en que me doy cuenta de
rlota...
–exclama, y se tira e
o a hacer cosquillas, haciendo que se remueva a mi lado y empiece a chillar como una loca. Echaba esto de
o parezca mamá también extrañaba t
r si tan de la fam
ama, y dejo que me lleve hasta
r los cuadros que hay colgados en las paredes, todos ellos son sobre la fruta. Carlota se mueve
stada
endo lo único que c
el centro de la encimera. Cada uno coge dos, y se pasa todo el
is amigas, no se creen que pueda conocerte ¡Eres una leyend
o decir, las
do. Abre la boca y solo me ordena que suba a ducharme y a ponerme
a habitación de ElÃas. Carlota ya me ha visto desnudo, y de hecho ya me la he follado, pero eso mi amigo no lo sabe, quiero tener una vida larga. Y es que apenas tenÃa quince años, era un crÃo y ella estaba igual de buena que ahora, y sin controlarno
fuéramos a la
gancha a mi brazo nada más cerr
bicicletas ¡Hay unos Lamborghini! –exclama frustrada, claramente ella es una de esas personas que salen a pasear en bicic
coche y que aparques tu bici
o –suspira –. Ya no están las barcas para alquilar, y la gente ha dejado de ir a pesar de que está a tan so
a el capullo de tu hermano tendr
n plena plaza de la colonia residencial de los pijos de mierda, y ahora que veo que en lugar de un parque hay un paseo de árboles y bancos, que en lugar d
ente, no está llena de gente, porque las personas que hay son gente joven, pero aun a
to –paso mi brazo por sus hombros y la
labios, y empieza a tirar de m
er al dueño de esto, un cuarentón que mantenÃa el negocio cómo podÃa. Echábamos partidas a las máquinas, y nos pulÃamos aquà el dinero de nuestros padres, por no hablar de que tenÃ
s chicas que chatean por teléfonos de último modelo
o, ¿Sigue estand
mirando cómo si tú fu
a mano a modo de saludo, a lo que él solo sonrÃe, porque a pesar de todas nuestras gamberradas, esto era un c
esita vid
rte mi amiga apuntá
legal lo que voy a
nos, ritmo. Los jóvenes del bar levantan la vista de sus aparatos tecnológicos, y empiezan a quejarse por el sonido de la música, pero no voy a permitir que convierta el refugio de mi infancia en una biblioteca para gili
lo que queréis es silencio os vais muy a tomar por culo. Voy a subir la música, quién quiera bien, pero escucho una puta queja, y esa persona se desp
, que sonrÃe aún más al ver a personas levantar
–rÃe, y me da unas palmadas en
momento –nos avisa, y ser
y me cruzo de brazos
te contrato –extiende su mano hacia mà y me sonrÃe –, cob
ándola de arriba abajo –. ¿Y las máquinas? No me c
y a fumar. Entonces ahà las veo, todas las máquinas de mi adolescencia están limpias y desenchufa
a col
cerca de la entrada, un sitio donde poca gente baila, y mucha
os todas colocadas, enchufadas, y y
inas también es para ti –me informa, y y
o hace quince minutos me avisaba de que
l parecer casi todos saben quién soy. Terry sirve copas, zumos, batidos y algún que
está en pleno apogeo, y no tengo pensado irme hasta m
de agua
antes de servir el agua del grifo a la chica que lo ha pedido. Lo
nto, pero cómo para venir
a y lo deja sobre la barra pasándose los dedos
o de las máquinas, y la música han creado el mismo ambiente al que h
S
sonrÃe, y mira
ena? Ya sabes..
ano sobre la encimera que llamamos barra, y la acompaño has
hantajista
cido nada a ca
gancha en mi cuello y lleva su boca a mi oÃdo –. Gracias por cambiar este
cogemos aire, y nos volvemos a besar. Me imagino el revoltijo de pelos que tengo por su
–susurro, haciéndonos c
a saber lo atraÃdos que estamos el uno del otro. Terry me mira alza
rás de la barra, y Terry se acerca a mÃ
egunta de br
a co
mucho tiempo por las tardes. A parte de que mi mujer está encoñada c
ie
quinas, otros bailan entre las mesas, y algunos solo rÃen en las mesas. Veo a Matt e Isi
es tu primer dÃa y un domin
tengo nada
manos con un trapo y me abraza. Salgo escopetado del bar, y camino un rato po
piense mucho en que el miércoles tengo que volver al reformatorio a ver al psicólogo
parca a unas casas de distancia de dónde me encuentro. De él salen Isis y Matt, que al parecer me ven y agitan las man
–bromeo –. Si lo que quieres es
ellas entre los dedos, y mis pensamientos van hasta tal punto que p
Ãble –murmu
ita? Te quiero lista e
er
levanto un dedo delante de
reocupo más por pegarla a la pared de fuera de su casa que porque nos vean. Acaricio su cintura desnuda, y doy gracias porque existan las camisetas cortas. Paso mis manos por su espalda, y sin ser muy evidente bajo mis manos hasta su culo. No se queja en ningún momento, solo
rita una voz
cogida los dos retrocedemos. Suelta una risilla
oltarme –ena
puedo, pero
ro de su casa antes de llevarme h
scabulle de mis brazos regalándome un