dos llevaban máscaras de calaveras, muchas mujeres se habían maquillado como la Catrina.
ercó a la barra ubicada junto a la recepción. Pidió un tequila el cual bebió de un sorbo cuando se le acercó una mujer solitaria con un vestido corto color rojo y con un gran escote. Su cara estaba pintad
po! ¿Por qu
ariño, pero y
a que no la ve
o debe
r su mano por debajo de su falda para que descubriese que no llevaba
as largas y cuello alto, ceñido a su cuerpo esbelto. Su largo cabello negro lo traía suelto, decorado con u
itaba los guantes para luego desecharlos. A pesar de su rostro esquelético
ciosa! - excl
u amiga? - pregu
i am
oja. Te vi hab
e acercó, yo solo
ería, si se
lla, pero le informé que y
omo tú debe ser acosado a
- exclamó riendo. Supongo qu
que eras ca
vorc
por qué us
moró en
buena p
as comenzaron a bailar lentamente. Elena sonrió y,
, apuesto. ¿Qué mujer p
rendería. - exclam
reve conversación le fue suficie
bailar? - p
al ritmo de la balada. No dejaban de mirarse ni por un segundo, percibiendo ambos el perfume del otro. Frank de vez en cuando miraba el contorno de sus seno
rriba a mi
sorpresa, seducido
o quiero morir sin antes haber estad
en, no deberías p
ldar mi deu
len
on su mano derecha par
modesto. -
Frank sonrió, tom
muy her
seas. - exclamó
gustas mucho, per
no puedo esta
deberías enamorarte de un homb
rió entre
erías. - re
deseo her
imas aún sonriendo. - Perdóname si te
do y la besó en la frente como si ella fuera su hija. Elena c
on a ver la presentación. Pronto el vestíbulo se despobló quedando ellos
que regrese a mi habi
año hasta
exclamó ella
erraron las puertas, Frank la percib
stás
óbica. - respon
ascensor y caminaron hasta la puerta de la habitación en silencio. Una vez allí, Elena sacó la tarjeta-llave de su bolso y ab
to tiempo t
ntrarla en este hotel, pero tal
runció
ntrar a
la M
sesinar al Senador Manuel Pedreira. Prométeme que tendrás
soy policía, Elena.
ar, como hipnotizad
anses, Frank! - l
ambién
ndos. Al notar que Frank no se iba, se ac
que ella en separarse. Elena se quedó inmóvil. De repente estaba en otro mundo.
ento, n
ntes de que pudiera
cantando rancheras con el mariachi en el jardín. Elena ya se había quitado sus tacones negros y su diade
érame aquí. - le
la se miraba al espejo contemplando el aspecto estrafalario de su rostro. "Este es mi verdadero rostro. Soy la muerte y él aún
Silvia Figueroa,
a de rabia como si quisiera borrar sus pecados. Sabía muy bien que Frank era un