molesta, sabía algo que implicaba al desconocido y no pensaba decírmelo; tampoco establecer r
la gravedad de la voz de mi Muse, má
s manos, de todos los poros de mi piel. Asustada y confusa retrocedí por instinto, solté un quej
e atractivo que durante un rato me analizó con la mirada. Hasta que el ceño s
Ella que, como no, todo parecía saberlo confirmó que conocía la razón. Una carca
ó él, su voz me indic
ris eran de distintos colores, uno ámbar y el otro verde, el cabello negro hacía que esos impactantes ojos
conocerle, ir en contra
a sangre de encima -empezó a mo
s de nadie. En el proceso me había contagiado su ira. Suspiré hondo, necesitaba dejar de lado esas emociones que me embargaban.
aba el día. Contemplé por un instante el cielo y luego, me giré para ver lo que fuese mi pr
e nosotros noté una camioneta que asumí, era suya. Colocó con delicadeza a la mujer en el asiento trasero y entró otra vez, regresó con otra en la misma situación que la
na. Por un rato nos mantuvimos en silencio, él estaba
-él fue el primero
as, ¿
carretera para fijarla en mí. Notar mi reflejo e
e recién había conseguido también y todo me lo trasmitía ella. El silencio volvió hace
ban con el tono rojizo del atardecer, algo normal debido a la estación. Cuando la camioneta pasó por un puente, mi atención fue atraída por el río debajo, e
» oí decir en mi cabeza. No comenté nada al res
paso a uno elevado solo de pinos. Unos instantes después vis
n incomodidad y a la vez cierta indiferencia. Aster detuvo la camioneta frente a la más cercana a una plaza. Contemplé el montón de leños, colocados uno sobre otros, mientra
ano sobre la barbilla para mirar hacia otra parte,
sato la abrí y me encontré con la m
una -la sonrisa de la chica parecí
susurró que aprendía rápido antes de irse. Accedió a la ca
rqueó la ceja en c
cé, para luego colocar la cabez
hasta que nos detuvimos frente a un chalet. Vislumbré a la distanc
bajó de la camioneta p
cual resultó ser cálido gracias a la chimenea en la sala. El mobiliario consistía en dos sillones, un sofá y una mesita en medio. No est
e el chalet poseía varias habitaciones. Tras
sa -noté cierto tono de amabilidad en tales palabras per
que el olor de los sirvie
nial, una cómoda y un espejo sobre esta. Había además un armario, pero lo que me inte
encerrada lo destrozó. Sumergí mi cuerpo en la bañera llena de agua calie
para que nos vayamos. No deseaba irme, pero su voz dentro de mi cabeza era un
cansancio y la frustración, mientras observaba mi reflejo. Mis ojos eran dispares, uno negro en su totalidad y el otro blanco. Mis
asta el armario y tras abrirlo tomé lo primero que vi. Elegí lo que me pareció bonito de ambos muebles, puse todo sobre la cama. No tardé mucho en vestirme y caer rendida sob
🐺
ra familiar. Caminé descalza, disfrutaba del pasto que acariciaba mis pies. Una canción de
a figura de una mujer, me llevé una ligera sorpresa
Bienvenida a tu subconsciente -afirmó con desint
deró de mi corazón al recordar que
voz alta y deseé luego no haberlo hecho
, como si le hubiese
cante de mí. La que siente, la humanidad que debí elimin
puñales en mi ser, solo ella
no soy débil. Lo que llamas debilidad nos
s. Noté el cambio de tono en su voz, el cómo tr
con la
rás Hélade,
s tu libertad, y como todos hicieron antes, tratarán de mata
? -si no podía confiar en m
ada por Afrodita, la diosa del amor, a todas las almas sobre
é apenas recordaba lo que soné, solo pocas
rd
be
u
ntina necesid