s
ocadas en la ventana- me indicaron que era mediodía. El vien
aciar entre dos montañas a la distancia. Me concentré en la majestuosidad del paisaje, deseché por completo toda preocupación de mi cabeza
recordaba al de un campo de flores. Se detuvo a cierta distancia, noté que lle
a me preocupaba. Ella giró la cabeza, supuse e
urla. Tal actitud me fastidió muchísimo p
una mueca
án -frené en seco, no creí
Decidí mantener la boca cerrada, no daría información a a
vez frente a frente, pude notar lo baja que era en comparación a mí, sin embargo, su presencia imponía cierto respeto. Tragué saliva mient
ible movimiento. Mi cuerpo se estremeció e imágenes de un bosque de arces llegaron a mi cabeza: vislumbré un edificio abandonado, c
ente, supe que era la de aquella mu
tu destrucción, pero
🐺
r. Fruncí el entrecejo al advertir que dormí sobre los informes mensuales, aquellos que mi Beta entregaba sin falta tras una larga jornada como capataz. Me enfrasqué otr
estaba montado en mi camioneta e iba de camino a ese lugar que con tanta claridad veía. No sé quién sería esa chica que apareció en mi sueño, pero su ar
eso fue lo
io, cubierta de sangre. Supe entonces que esta chica poseí