la impotencia en su pecho la o
. -comenzó a decir- me ha maltratado po
elas de tus maltratos y humillaciones, ¡por tu culpa el colegio se convirtió en un infierno y deseaba morirse! -gritó-. Y, aunque ella te suplicaba que pararas, nunca lo hiciste. Hasta en la un
s con fuerza, hasta que sus
las palabras de su esposa? -preguntó-. ¿O simp
una sonris
al -soltó él con amargura-, mucho menos sentiría arrepe
la que desde niña me ha maltratado?! -preguntó con amargura-. Ojalá nunca se deba arrepentir por todo el daño que usted me ha h
los papeles al
por todo el daño que me ha ocasionado, po
pleados ya se habían marchado, así que la joven caminó con premura por los cubí
sus puertas y ella logró entrar, vio al fondo del corredor al hombre avanzar con de
censor ascendiera, respirando pesadamente, sin
entrada del edificio presintió que algo muy malo iba a suceder. ¿
iciendo al ver que todo estaba tan solitario, co
sible del edificio. Iba a cruzar la carretera para poder acercarse
la sangre. Entre más se acercaba a V
nas si logró ver el auto que se aveci
y cayera bruscamente a varios metros de distancia. El cau
volante, golpeándolo con fuerza en la frente. Dentro del vehículo nada más podía escucharse
e Valentina. Le salía sangre de la cabeza, era tanta que todo su torso comenzaba a
ngre caliente corr
resuró a agacharse, pero al notar que no respiraba, entonces lo entend
s manos y soltó un grito al ver que la s
rastabilló hacia atrás. Obser
la mujer tendida en el sue
nvertido en
da por la mucha luz. Cuando abrió los ojos logró verse en
hí estaba su viejo escritorio blanco de madera; la ventana que daba hacia el parque y hasta lograba escucharse a l
uerte, te hacía recordar mom
tiras blancas. Salió de la habitación y al caminar por el pasillo logró ver su
no hasta su cuello y notó que aún no estaba la cicatriz. A los diecis
s real?