Di
olondrada había derramado. El reflejo de las luces del techo se deslizaba sobre las manchas mojadas,
ra que se encargara de limpiar esa maldita alfombra. Mis palabras resonaron en la habitación, mezclándose con el zumbido distante del tr
... Cada pensamiento era una nota discordante en la sinfonía caótica de mis responsabilidades empresariales. Luchaba por man
ados. Su legado de desprecio se arraigó en mi ser como una semilla de amargura, creciendo con cada decisión que tomaba. Temía ser más indulgente de lo que él
n, ca
i atención hacia la desagradable voz estridente de Montserrat. Su presencia era como una nota disco
ticular que había captado mi interés. Sin embargo, mis sentidos estaban alerta ante la invasión de mi espacio pers
uiera mirarla, mis palabras eran cortantes
ciones que nublaba mi mente y amenazaba con desatar un caos aún mayor.
igo, estaba preocupada por ti, por nosotros -se acercó y se sentó en mi regazo, sus palabras
rentando las olas turbulentas de un mar embravecido. Era evidente que esta mujer no comprendía que no iba a convertirla en mi esposa
manipulación, como un guerrero entrenado par
me harás la propuesta de matrimonio? Podríamos invitar a la prensa y hacer público nuestro comprom
amenazaba con sofocar mi libertad. No deseaba estar atado a nadie, y mucho men
u discurso sin apartar la mirada del currículum e
na exótica. -Bromeó, pero yo seguía concentrado en l
at mientras continuaba parloteando, mi mente buscaba encont
lgo más interesante y
ochar su vestido y dejarlo caer al suelo. Sus gestos eran seductores,
ualquier hombre, pero no despertaba ni un ápice de interés en mí. Era c
ara mí -dije en voz baja, con mis palabras cargada
rrat mientras se sentaba sobre mí, sus palabras eran como el zumbido mole
uítate, tengo trabajo, y no esperes una propuesta matrimonial porque no la tendrás. -La aparté de
un i
es de que pudiera reaccionar, t
s tú ni ninguna otra mujer. Ahora vete
error monumental, una cadena que me arrastraría hacia un abismo de insatisfacción
e importaban sus quejas, ni su enojo, ni su desdén. Mi mente ya estaba en otra parte, pensando en la mujer de