us costas. El aroma de la sal, la arena y la brisa marina entraba por las ventanas abiertas de la gente que d
n con gafas de sol oscuras, una camisa holgada y casual, y un par de jeans azul claro estaba sentada en el asiento del pasajero, obser
Tang. De vez en cuando todavía tenía la sensación de estar viviendo en un sueño. El hecho de q
que brillaban bajo las ardientes farolas. Ahora estaba en la C
ndo el vehículo entró en una de las mejores villas de la ciudad. Todo el lugar estaba diseñado en estilo gótico y la puerta de hi
ugar a dudas una familia de muchos recursos. Es más, mucha
ntes brillaban a través de los cristales de las ventanas. Cassandra sintió que se le revolvía el estómago a pesar de la magnífica vista que se desplegaba frente a ella. La familia Tang, a pes
legado", el conductor
bre procedió a salir de él para abrir
o. Se quitó las gafas de sol y contempló la casa tan grande como u
ara sus adentros. 'Parece que todavía
ta!", anunció una voz en
nciano: líneas profundas que se extendían en su frente y arrugaban el rabillo de sus ojos, pero que en lugar de darle al hombre una ap
os, pero antes de que pudiera rodearla, una aguda exclamación resonó desd
e caminó hacia el lado de su marido Horace, levantando una ceja perfectamente arqueada al ver la ropa
su nuera. Echó un vistazo horrorizada a Cassandra, deteniéndose en la camisa de algodón y los jeans, como si la existencia
uegros cortésmente, hablando como si Jil
sada del viaje. Toma asiento primero. Li
duras y severas de Jill, pero en ese momento, su mente estaba obsesionada con el nombre que Horace acababa de pronunciar. ¿Cuánto tiempo h
vidado la apariencia del hombre cuyo nombre
disgusto de Jill no había abandonado su rostro y miró a un lado, como si ver a Cassandra fuera una molestia. Horace se hundió en el cuero suave, inclinando la espalda. Hasta donde Cassandra podía recordar
tación silenciosa en la que se encontraban los tres. Cassandra comenzó a sentirse
labras, la madre se levantó bruscamente y caminó hacia la puer
ta lo inevitable. Habían pasado cuatro años desde la última vez que había visto a Lionel, su esposo, el hombre que se suponía que era la persona más cercana a ella en el mun
es, con impaciencia claramente escrita en sus rasgos hermosos. Ni bien entrar en la casa, sus manos tiraron de la corbata que llevaba al cuell
se apretaron involuntariamente, esperando la emoción que sabía que sin duda daría a conocer su presencia. El dolor llegó lentamente, de mala gana, como el agua que eros
rápidamente, volviendo los ojos a otra parte. Podía sentir sus manos hume
a vuelto", dijo Hora
anera su apariencia tranquila fuera impenetrable. Los segundos temblaron como una bomba de re
tes, como si se tomara su tiempo para observar la cara de una persona c
tía como nombre en el certificado de matrimonio, y no había cambiado de
da, y su rostro dibujaba una suave linea curva desde la frente lisa hasta los pómulos, con una leve inclinación hasta la delicada p
a sido el caso en este tipo de reunión familiar. Por el contrario, sentía un resquemor lleno de vene
ucharme", dijo L
o como si no estuviera en la misma habitación. Sin siquiera volverla a mirar,
cuando Cassandra tiró de su mano y le habló con su suave voz: "Padre, les he tr
a verse afectado, a pesar de la posibilidad. Entonces, otro pensamiento cruel se formó en el fondo de su mente. '¿O tal vez éste sea un intento para ganar