colat
abri
nuestra soledad, conocer nuestros defectos y en medida de lo posible disminuirlos para así no caer en un profundo hoyo lleno de problemas, desgra
orario que su padre le impuso, abrió la puerta principal con tanta sutileza, que sin duda tenía ya experiencia, quería entrar y subir a su habitación rápidamente p
jo su padre, que se encontraba leyendo el periódico sentado en el
mbro que le causaba verlo ahí. Estaba nerviosa, moría de temor, pu
uir quién me trajera hasta acá. Era ya muy tard
ola y haciéndola sentir aún más atemorizada. Ella cerró los ojos, pues, pensó por un instante que su padre enfurecido, la abofetearía como era su costumbre-. ¡Hueles a pro
char Julián -dijo Lia y al instante sus ojos se llenaron de lágrimas que
r, pues, que escuche, así que se dé cuenta la clase de hermana que
ni un minuto en salir corriendo a ver lo que sucedía-. No te atrevas a ponerle una mano encima, Jorge, ¿qué demonios te pasa? -dijo la m
capatoria, ahora sí necesita de ti, hasta es cap
ba sorprender a Lia ni a su esposa, pero
sabes que no está bien lo que hiciste, por ahora déjame a solas con
ión y poner seguro en la puerta. Después de recibir aquellos insultos dichos por su propio padre, Lia no podía definir con exactitud lo que estaba sintiendo; sentía que su padre la había denigrado a tal grado de hacerla sentir una basura, ll
a mujer más sucia de to
padres que venían desde la sala, una discusión que creía era causa de ella. Temía hablar y descubr
... puedo escuchar tus lame
arla, pues, había escuchado todos aquellos gritos e insultos. Lia se levantó, con ambas
aún para ti -dijo Lia sonriendo tan forzadamente,
quiero estar a tu lado. Si
do a su hermana a hacerle compañía. Ella no podía comprender cómo un niño de nueve
ián mientras ambos permanecían recosta
a, solo que no sabe cómo expr
ra un monstruo, pero ella quería que su hermano t
dicho que en realidad solo hay uno y es la que tenemos que
s minutos hasta que ambos se quedaron dormidos, olvidando lo que había afuera: dos adultos discutiendo, seguramente llenándose de insultos y reproches que
ido diferente. Por otro lado, se encontraba Alexander, aun sin llegar a su apartamento. Él tenía la libertad de llegar y salir a la hora que le placiera, con quie
y antes de ir a dormir cómodamente quería tener el estómago lleno. Así fue como, con toda calma, disfrutó su mañana, recordando c
o para poder descansar. No sin antes tomar un baño refrescante y así dormir plenamente en su cama, cubierto de sus sábanas blancas,
speraba encontrarse con Lia en algún pasillo y saludarla, quizás invitarle un desayuno y conocerse un poco más. Al llegar a la escuela por la mañana, buscaba con la mirada por todas
ón para no estar del todo bien, pero los insultos que había recibido todo el fin de semana la habían llevado a generar una inseguridad tan grande, al grado de creer que su valor como mujer era menos por haberse involucrado sexualmente con
uscarla a casa, algo no estaba bien. Pero también era consciente de que no podía invadir así su privacidad y su espacio personal; después de todo, las malas noticias son la
rarla y en cuanto la viera poder hablar, entender por qué lo estaba evitando. Y así fue como consiguió dar con ell
abri
o Alexander, al mismo tiempo la tomó del brazo y la
qué hablas? ¿Ocultarme? Para nada -e
ce daño, Lia? -preguntó Alexander tomándola del rost
opósito, me serviste en algo con lo que eres muy b
dó estupefacto ante lo que había escuchado. Ella mentía, le dolía decirlo, pero su sufrimie
ismo que experimentaba-. Esta no es la dulce
res a nuestro antojo, ¿te creíste especial? Despi
a misma entendía por qué estaba diciendo aquello tan hiriente y o
Yo te quiero -dijo Alexander, completamente lastimado, pero también lleno de furia. Dio la e
esta vez la pregunta quedó en el aire,
scuela, pues su rutina diaria estaba establecida: ejercicio, limpieza, tareas, entre otras cosas. Pero esta vez sus sentimientos lo hacían sentir agotado y fue a la cama. En tan solo diez minutos logró quedarse profundamente
rente y la ansiedad lo dominaba, el hombre junto a él les decía a gritos que debía controlarse, debía mantener la calma, todo parecía indicar que un auto los perseguía a toda velocidad y ponía en riesgo sus vidas. Alexander no podía controlarse y desviaba la mirada del camino, de pronto, al volver la vista al frente, impactaba el coche contra una ladera que se encontraba justo frente a una curva que no logró esquivar. Todo se volvía borroso, el ruido en sus oídos era lejano, el hombre que iba junto a él estaba ensangrentado y mostrando sufrimie
todo el tiempo? -preguntó aun mirando al espejo como si
. Los cuatro integrantes de la pequeña familia se encontraban en silencio, un silencio incómodo, pero nad
tu habitación -dijo el padre sin levantar la mirada.
palabra que pudo pronunc
junto a ellos, así que se levantó y sin aviso se fue. Lia y su madre miraron a Jorge, que miró a Jul
or qué hiciste que se
tes que acontecen en esta familia -dijo su madre colocando su mano sobre la de ella que estaba en recargada e
dijo groseramente y dio un tra
-. Como lo escuchaste, Lia, tiene cáncer en los huesos. Eso ha provocado sus constantes desmayos derivados del dolor insoportable que ti
do aquella noticia era cruel, parecía que para él se trataba de un te
mas-. ¿Sutil? No me hagas reír, soy honesto y soy real. Mi pequeño hijo tiene cáncer, si corremo
tan vacías, con falta de amor y empatía. Lia se levantó de la mesa y cor
de levantarse de la mesa y dirigirse a su habitac
ión para evadir sus miedos y sentimientos de tristeza y dolor. Las cervezas no fueron suficientes, pues, al terminarlas, fue a la alac
y violento que los hacía vivir un infierno todos los días. Lia estaba pasando una etapa de rebeldía que ella comprendía a la perfección, y por último se encontraba Julián, su pequeño hijo que frente a sus ojos era su adoración, su pequeño amor, como ella le decía todo el tiempo, atravesando por u
s ruido, pasa
eró por más de dos horas en la ventana la llegada de su hija para prevenirla, pues Jorge, su padre, estab
ación, ¡deja ya de darme más prob
mirada a la sala y pudo ver ahí a su padre. Él también pudo verla y cruzaron miradas, despertando nuevamente el pánico en
-dijo al levantarse y caminar hacia ella, aun con dificultad, pues, su e
olo podía gritar del dolor y la impotencia que le causaba ser abusada de esa manera, si bien su padr
-dijo Mariana, dando un fuerte e
recogerlo, pero fue muy tarde ya, pues, Jorge lo había visto también. Mientras ella terminaba de levantar el bolso a punto de ponerse nuevamente de pie, Lia le recibió el bolso y lo colgó en su hombro. La situación cada vez era más complicada, Jorge enfurecía y ellas temblaban. Se levantó del suelo y miró fijamente a su
rarle la mandíbula dejándola completamente noqueada en el suelo, Lia miró la escena de pie, quedando inmóvil, viendo cómo su madre caía al suelo golpeándose la cabeza y sin tener reacción después de caer, con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas. Lia no quería ni levantar la mirada para evitar ver a su padre, a este no le interesó en lo más mínimo ver
era de alegría, sino de confusión y coraje-. Tienes 17 años y eres una cualquiera -di
pero no podía irse y dejar a su madre tirada en el suelo, posiblemente mue
o eres tú, por favor, tienes que recapacitar -decía Lia mientr
a en el suelo sin levantarse, Lia no podía siquiera moverse para ayu
ro que me toques! -gritó Jorge de una forma
uelo, quería alejarse de él, cayendo sentada y así empujándose con sus manos hacia atrás muy rápidamente. Jorge avanzó y pateó las piernas de Mariana que se atravesaban en su camino, al llegar a Lia
y su voz podían verse el sufrimiento que estaba viviendo. Aterrada suplicaba a quien fuera que la escuchara,
der sus palabras, pues el llanto hacía que su voz temblar
matar a ti y al maldito engendro que llevas
, llena de sangre, con la mitad de sus dientes desprendidos y la mandíbula con poca movilidad; pero pudo apreciar cómo Jorge golpeaba a su hija una y otra vez con tanto odio, que s
portable. Jorge logró escucharla, pero no le importó y siguió con su atroz acto de violencia, tomando ahora a su hija por los cabello
stimaron a nuestra princesa -dijo Mariana
absoluto lo que su madre estaba hablando, su mente no era capaz en ese momento de comprender la mentira que Mariana había creado para liberarla. Jorge se inclinó y miró a Lia, quien no podía creer aún lo
, cambiando por completo su semblante y actitud. "Estás completamente enferm
era una falacia, pero eso estaba ayud
ecando sus lágrimas, su cuerpo completo temblaba de miedo y dolor. Jorge
dónde vive? -La serie
justamente fui hoy a la
fue del agrado de Jorge. Soltó una fuerte bofetada que la derri
omo aquel cuchillo que está al filo de
irección errónea era una opción viable; pero permaneció en silencio tanto tiempo, que Jorge cumpl
, Condesa. Se l
ran llamado a la policía y detuvieran a su padre antes de que este subiera al coche, pero no fue así; Jorge salió al instante de la casa caminando tranquilamente, mientras ambas mujeres estaban en el suelo mirando su partida. Julián esta
yendo de rodillas hacia su madre
gran pesar, sabiendo que había un hombre viole
cia las sirenas de las patrullas policiales que iban en cami
prometo -dijo Mariana, demostr
era un esfuerzo en vano, ya que ninguna de las dos tenía la fuerza suficiente. La policía llegó por fin, al ver la escena, los oficiales procedieron a distribuirse por toda la casa, dos de ellos subiendo las escale
Zamora, 73, colonia Condesa. Quiere hacerle daño a la persona que vive ahí... ¡Por favor, no lo permitan! -dijo mientras la oficial de policía la escu
d, cualquiera pensaría que fácilmente sería identificado y detenido, pero no fue así. Con total libertad logró burlar semáforos en alto
o hacía pocos minutos después de regresar de cenar. Sonreía y disfrutaba su noche, tratando de olvidar el nombre de Lia por completo y, sobre todo, las cosas hirientes que ella le había dicho hacían unas cuantas horas
un brinco y su corazón se exaltó, su piel se erizó y sus cejas se arrugaron, una mezcla de emociones lo invadía: miedo, confusión y enojo. Había alguien golpeando brutalmente su puerta y es
a un indigente queriendo pedir algún tipo de limosna. Pero aquel hombre continuó golpeando y azotando su cuerpo completo contra la puerta, que era de madera, y no iba a resistir un empujón más de esos-. ¡Te largas o llamo a la p
uieras, cuando lleguen a ayudarte, ya estar
amente y no comprendía lo que sucedía. Esto debía ser algo personal y no una simple casu
i hogar golpeando la puerta, estoy seguro de que está ebrio, por favor ayúdenme. -Sus
que tienes más cerca, estamos recibiendo un segundo reporte dando como referencia esta ubicación. ¿Te encuentr
el segundo reporte, pues todo acababa de comenzar h
es este soltó el teléfono dejándolo caer, Jorge había logrado derribar la puerta, era una puerta muy linda de
ron la puerta de atrás hacia adelante varias veces forcejeando, era una lucha injusta. Alexander era un joven delgado y Jorge un hombre alto, de gran peso. Alexander fue venci
én eres? ¿Qué demonios qui
no, con una mirada atemorizante. Alexander no conseguía comprender sus int
enfermo! Vete que la pol
en un estante junto a él, desprendió el vidrio de este, lo tiró al suelo y tomó la parte más g
incesa! Es mi niña, mi adoración ¡y tú la lastimaste! -gritó Jorge estando ya a solo un metro de Al
el pantalón con ambas manos, poco a poco y sin quitarle la mirada de encima-. Está completamente loco, ¿qué está haciendo? -Las lágrimas comenzaron a br
ó varias veces la cara de Jorge dando varios puñetazos, pero estos parecían no hacerle nada, en ese momento Alexander fue tomado por las dos manos, su única forma de defenderse entonces serían sus piernas. Comenzó a lanzar patadas en l
ada palabra, sus ojos saltaban cada segundo, Jorge mordió su cuello d
normal y cotidiano, no le interesaba ver el dolor que Alexander estaba sufriendo, después comenzó a golpearlo una y otra vez en la cara; reventó sus labios, rompió su nariz, hizo sangrar sus ojos. Los golpes eran interminables y Alexander parecía ya haber perdido toda fuerza en su cuerpo. Cuando dejó de patalear y moverse intentando escap
lo que vendría sería peor y la ayuda no parecía estar cerca siquiera. Dio una fuerte patada en el rostro de Jorge que lo derrumbó, no lo vio venir, no pensó que el chico tuviera la fuerza suficiente aún para lograr defenderse, cayó al piso de espaldas y Alexander pudo levantarse, tomó nuevamente el vidrio y fue directamente c
Alexander con ambas manos y lo hizo caer nuevamente al piso, esta vez Alexander cayó poniendo los codos y esto lastimó sus brazos aún más. Estaba boca abajo en el piso, s
s y calzones completamente abajo, solamente porta
es y después pegó su cuerpo al de él. Alexander sentía un asco incontenible, aquel hombre estaba haciéndole algo que él jamás creyó que le podría suceder, había escuchado historias en don
a aquel chico de sus pesadillas, el cual lo acompañaba en el auto, pero esta vez estaba en un extraño lugar que parecía ser un santuario, había dos mujeres muy hermosas, una lo miraba con amor, com
ijo antes de levantar la mano y apuntar con ella hacia una lámpara que había al fondo de su tocador. Se mantuvo así por varios segundos, concentrándose en el pesado objeto. Sucedió lo impensable, logró mover la lámpara solo con pensarlo-. Si, soy yo, ¡la puta muerte! -gritó y no solo la movió, logró mover la lámpara, sino desp
a detenerlo. Jorge veía a Alexander enfurecido levantarse del suelo, tomar su cobija y cubrir su cuerpo. Los ojos del joven cambiaron por completo, aquel hermoso azul que los caracterizaba, cambió
dió con el resto de su cuerpo en forma ascendente y hasta llegar al rostro, donde la cara de Alexander desapareció en su totalidad. Era un esqueleto, con partes de carne podrida, en tonalidades negras, verdes y rojas por la sangre seca. Alexander no dejó de cubrir su cuerpo ni
e, pues, aun estando a 3 metros de distancia de él consiguió quebrarle el cuello solo con pensarlo. Jorge cayó desfallecido en el suelo, quedando con los ojos abiertos, u
rlo por completo del cráneo. Toda esa fuerza emocional que Alexander demostró esos últimos minutos se desvaneció por completo, se dejó caer al suelo y comenzó a llorar desconsola
, no quería ni hacer un recuento en su mente de lo que le había sucedido, pues, eso lo ponía en una situación aún peor
un oficial de policía que al entrar p
de dieciséis años tirado en el suelo, desnudo, lamentándose y con heridas evidentes en todo el rostro y a solo un metro de él, u
da sobre el cuerpo inerte de Jorge, lo alejaron de la escena, pero Alexander siguió viéndolo hasta el último segundo, antes de que lo sacaran de la habitación para llevarlo al
abras que salían de su boca eran las mismas. Lo subieron a la camilla y lo sac
-preguntó el detective
tá en shock -dijo el paramédico sin detener el
s le indicaron que estaba el cuerpo de Jorge. Quedó
io, el chico solo se defendió -dijo el o
eguro de eso? -preg
os -dijo el oficial dando unas cuantas palmadas en la espalda
preguntó a sí mismo completamente conmoci