to era un espacio modesto, pero funcional, con estanterías repletas de libros de arquitectura y maquetas de antiguos proyectos apila
teléfono, llamarlo y decirle que tenía razón, que estaba dispuesta a intentarlo, a enfrentarse juntos a lo que fuera. Pero la otra parte -la
u teléfono, vibrando sobre la mesa. Al tomar
. Café Verona, 8
hizo sospechar que esto estaba relacionado con lo ocurrido esa mañana. Miró el reloj: faltaban veinte minutos para
-
s ventanales que daban a la calle iluminada por farolas. Elena entró y miró a su alrededor. El lugar es
asos firmes y se d
más productiva que la de esta
ista, esbozando un
e. Esta vez, estoy
o, pero finalmente se se
o, exactamente?
abeza, apoyando las
Soler. Es un aviso. Está en
rqueó u
? Porque hasta ahora, es usted
bastián Leduc -respon
o se tensaba, pero mantuv
do. ¿De qué e
hacia adelante,
verdad cree que alguien puede construir un imperio como el suyo sin ensuciarse
iró con de
nto de desacreditarlo qu
tó una br
cuidado. Sebastián es muy bueno ocultando lo que no quiere que se sepa. Y si desc
r. Había algo en la forma en que Mateo hablaba,
ce esto? -pregu
ién está tratando. Y porque no quiero verl
decidida a termina
en usted. Y no voy a dejar que sus ins
tras se alejaba, pero
-
s de Mateo habían plantado una semilla de duda que no podía ignorar
la información era positiva: elogios a la innovación de sus proyectos, reconocimientos internacionales, y entrevistas
, y adquisiciones de terrenos realizadas bajo circunstancias cuestionables. Todo parecía estar meticulosament
orre residencial en las afueras de la ciudad. Según el artículo, un trabajador había muerto debido a fallos de seguridad. Pero lo extraño era que
osible que Sebastián tuviera un lado oscuro del que nunca había sospec
-
determinación de hablar con Sebastián. Si había algo que no sabía
su escritorio. Estaba en un sobre sin remitente, dirigido a su nombre. La
no es una advertencia. E
en que no quería que continuara con *Eterna*. Y no se trataba d
in pensarlo dos veces, tomó su t
ó él al segundo tono,
mos habla
or un momento an
oficina. Ven
-
dejó claro que no estaba de humor para juegos. Cerró la puerta tras
preguntó, sin molestars
. Su mandíbula se tensó, y sus oj
n te d
mañana. Y antes de que lo pregunt
tanal. Su postura era rígida, como si estuvi
Primero Arcadia, ahora esto... -mur
bservó con
go. ¿Hay algo que deba saber? Algo que pued
acia ella, su
haga daño. Pero hay cosas en este negocio... co
-replicó ella, dando un paso
ó, su expresión
a. Pero confía en mí, estoy hacien
una oleada de
la verdad. Y si no puedes dármela, ento
ápidamente, to
Por favor. Dé
lgo en él que la desconcertó: miedo. No por sí mismo,
no confío en ti -dijo con fi
nte, como si aceptara la
por favor, ten cuidado. Hay personas que no dudar
éndose más confusa que nunca. A
aba dispuesto a decirle la verdad,