examen final del semestre, ambas exhaustas. Ella, como siempre, impecable y llena de energía a pesar del cansancio. Yo, en cambio, sentía que mi cabello y mi
su inquebrantable optimismo, me s
unque lo de las dinas
iré, tratando de ignorar cómo el sudor
ntrevistar a Carlos Torres, conocido como "el Chino", el arqueólogo más rico y famoso del mundo. Había leído tanto sobre él que
eció con fiebre y sin fuerzas siquiera para levantarse de la cama. Me miró co
ir tú, Aletx
a me a
ada de entrevistas, y me
zó las llaves de su auto. Un reluciente convertib
rquitectura moderna y detalles clásicos, como si el tiempo no tuviera poder sobre él. El interior era igual de impresionante: suelo
ibió con una sonrisa
rdad? Por aquí. El señor
ta una puerta de madera tallada, tan grande y majestuosa que par
ela
perfilando su silueta. Era un hombre alto, de hombros anchos, y de esos que te hacen pensar que los dioses deben haber estado de b
esculpidos con precisión, y unos ojos oscuros y profundos que parecían estudiar cada rincón de mi alma. Su cabello, negro y
ave, envolvente, y me hizo olvidar por un se
ra de lugar, tan insignificante. Ahí estaba yo, con mis jeans gastados y una camiseta que apenas lograba disi
da, y ese simple gesto me hizo tragar sali
stificarme mientras le estrechaba la mano
onrió de lado, mostrando unos dientes
ueno, no. -Sentí que me ahog
no supe si estaba entretenido o sim
iento, p
e libros antiguos y artefactos que parecían contar historias de civilizaciones olvidadas. Pero lo que más me inqu
a preparado, pero sus ojos no dejaban de observarme, c
quez... ¿cómo terminó aq
aba enferma, y yo era solo su reemplazo improvisado? Por suerte, él pare
las quietas. Respiré profundamente, intentando calmarme, pero su mirada me atravesaba como un rayo. Carlos Torres no era solo impon
erviosismo,
z? -preguntó con un tono que m
antó de su silla y dio la vuelta al escritorio, tomando asiento en una silla frente a mí,
so. -Sonrió levemente, y sentí que la sangre
e debía mantener la compostura. Saqué la grabado
n poco nerviosa.
¿por qué
. No quería sonar poco profesio
rma para venir. Ella es la periodista
si mi respuesta
lo sencillo. Empiec
logía. Él respondió con precisión, aunque su tono dejaba claro que este tipo de entrevistas no lo emocionaban demasiado. Las siguientes preguntas fueron similares
en presencia de alguien de otro mundo, completamente fuera de mi al
é a la pregunta número diez. La leí en voz
.. o simplemente no le
que él podría escucharlo. Sentí cómo mi rostro se encendía de vergüenza y levan
té las manos, como si intentara defenderme. Señalé el
una ligera sonrisa apa
Diría que más b
arté la mirada, fingiendo revisar la sigu
le interesa
ró rápidamen
que... -Las palabras se amontonaron en mi garganta, y su
os se clavaron en los míos hizo que mi corazón diera un vuelco. -El trabajo
ándome en la siguiente pregunta, pero no podía sacarme de la cabeza su respuesta. ¿Cómo
da para ver su expresión, sentía que mi nerviosismo volvía con más fuerz
a. -Su voz interrump
Qu
a once. No
uenta de que estaba tratando d
e profundo -¿Qué b
o y cálido que hizo que
te, esto lo es
s mejillas ardían, y quise
e la re
decir. ¿Era u
palabras. Él se inclinó hacia adelante, apoyando los codos
que no se impresione por lo
alabras resonaron en mi pecho. Durante unos segundos, olvidé por completo dónde estaba o por qué. So