ismo
ia, P
ia
varnos a la cima si los conquistamos o hacernos añicos cuando fallamos. Aunque, si lo pienso bien, son más que eso. Son una trampa bien disfrazada, un
rilla viendo las olas romper una y otra vez sin atreverse a sumergirse. Otros, adictos a la adrenalina, se lanzan sin mirar atrás, sin
ando controlar lo incontrolable, convencidos de que pueden doblar el destino a su voluntad. Son estr
avanzan con cautela o de las que se dejan arrastrar por la tormenta? Tal vez ni siq
ión temeraria, audaz y arriesgada, la única capaz de llevar las riendas del imperio de los Gambino. Así que, más allá de la furia que me
ero su mirada destilaba veneno. Sabía que aquella operación era un desafío sin precedentes: kilos y kilos de droga moviéndose bajo nuestro control, una jugada maestra que marcaría la diferencia. Yo iba a demost
imperio. Pero yo no era cualquiera. Un viejo senil no me iba a ganar, mucho menos arrebatarme lo que había conseguido a pu
se clavó en la mía, pesada, desafiante, buscando la más mínima señal de flaqueza
ho tiempo. He cerrado la puta boca de tus rivales, he mantenido tu imperio a flote y lo he hecho mejor que nadi
jos. Exhaló un suspiro cargado
abras. Aún soy el pat
n mantiene tu
servándome con esa mezcla de e
jo -admitió al fin, arrastrando las palabra
con f
us expectativas. Sigues creye
mis palabras se filtraran ba
eso haré una operación que nos forrará en dine
entre nosotros antes de que Franco hablar
s no dudarás en aceptar mi propuesta. Si todo sale bien, sigues al frent
alofrío helado, pero no parpadeé. Mantuve
respondí con seguri
ión, sino con esa maldita condescen
s recibir a tus pretendientes hasta que el embarq
nteniendo las ganas de
i ser tu títere, me guardo el derecho
esonó en la sala, un
, Oriana
nos medíamos en un último cruce de miradas. El
cer unas llamadas-o al menos fingir que lo hacía-la verdade
zás es paranoia. O quizás es el peso de mi ocupación. Pero si se trata de la seguridad de mi hijo, no puedo darme el lu
cómo el líquido ardiente me baja por la garganta, mient
me arranca de mis pensamientos. Le
tarda en presentarse cuando aparta la silla
do de advertencia-, pero no soy tan estúpido como para darle un arma a mi
un re
torio con un leve golpe seco-. Aunque permíteme corregirte, Tiziano. Si acepté el desaf
rodeando el escritorio c
s ojos, evaluando cada
s te sabotea el embarque y consigue lo que anhela -asegur
la mirada si
o lo conozco. Su codicia y su ego están por encima de cualquier cosa.
instala en mis labios
uzando los brazos-. Y lo sabes. Esa fue la razón por
rdo el
obornos. Quiero que hables directamente con el jefe del puerto y con el comisario. Sobr
con un leve movi
é a traba
rarse hacia la puerta, se detien
tendientes para una velada romántica contigo. ¿Lo atenderás? ¿
o un
ien, asegúrate de hacer bien tu trabajo pa
arcajada mientras se
é tan bien juegues
rle. Tengo cosas más impo
nutos m
omé mi tiempo. Un baño de espuma, eligiendo cada detalle de mi atuendo con precisión. No para imp
tacones repican sobre el mármol mientras desciendo las escaleras, cada paso medido, cada movimiento
á ahí, charlando animadamente con Franco, como si fueran viejos amigos. Dos
algo en Carlo
que la última vez que lo vi. Su piel bronceada, su cabello castaño oscuro y la
con descaro... No es más que una rata disfrazada de hombre. Sus ojos ma
calma, acortando la
verte -su voz empalagosa me eriza
isimular mi fastidio-. No puedo decir lo
deada se insta
ro ve acostumbrándote, pasaremos mucho tiempo
o con una mueca burlona-. Franco, ¿no le has dicho a Carlo que tiene compet
Su expresión se endurece, su v
engas una sortija en t
oculta s
que charlamos. Ahora siéntate -gruñe Fra
po para seguir est
nte de mi celular
digo con frialdad, alejánd
ocido. Dudo por un instante, pero la
¿Quién
, pausada, con un matiz de con
el sujeto que conociste
n silencio
a entusiasmado con la idea de ir por un helado. Aún podemos h
to la
ta los labios con fastidio. Y yo...Yo sonrío mientras me sumerjo en un debate int