isma
ia, P
d
, ciegos a las advertencias y mudos ante la prudencia. Ninguna señal nos conmueve, ningún consejo nos hace titubear. Nos encerramos en su celda invisi
luso convencerte de que lo tienes bajo control, pero basta con que encuentre un solo motivo para despertar de su letargo. Solo necesita una chispa, un latido de más, una mirada que se clave en lo más hond
ho, me había impuesto una coraza de hierro después de la muerte de mi hijo. Tal vez una parte de mí se había ido con él, o s
adolescente suspirando por su primer amor. Y no sé todavía me cuesta darle un nombre a esto. No sé sí es un
lo de casarme con una desconocida por una alianza de negocios. Sin embarg
r no sería solo una descortesía; sería una declaración de guerra. Y si bien no le temía, tampoco era tan insensato como para buscar
ón endurecida por la preocupación. Yo, en cambio, me pasé una mano por la nuca, exhalando con frustración m
ia de mi padre. -Lo miré con frialdad, cada palabra impregnada de irritación-. S
tensó y su voz adquirió un matiz más grave
asiado tarde y termines enredado con esa mujer y su hijo. Pero l
. Mi mandíbula se contrajo y un ama
rla hacia él-. Dame la dirección de Oriana. Luego llamas a Franco o, mejor aún, te presentas en su mansi
rcajada breve y si
chaste nada de
ign
r excusa convincent
abios se apretaron en una línea delgad
me presentaré en la mansión de Franco, pero solo con una condición: Sí tú c
bre la mesa hacia mí,
número
era la de un hombre que no daría marcha atrás. Un segundo de duda. Un silenc
éndote a la idea de que cenarás con Franco y su protegida
ño, su mandíbula se
rédulo, cruzando los brazos c
re en la escuela, lo más probable era que me mandara al carajo sin pensarlo dos veces. Pero Renat
marqué su número. Mis dedos apenas titubearon, pero mi
sonó. El segu
empezó a irritarme, pero no iba a colgar. No todavía.
no ate
mansión de Gambino, con cara de pocos amigos, soportando la charla pretenciosa de Franco, m
se cruzó por mi mente para convencer de cenar juntos. Sin embargo, su silencio me t
la hubiera tomado por sorpresa-. No hacen falta las disculpas... entie
u voz tenía ese filo de cautela, de algui
a y mi mandíb
piración antes de que añadie
er
é termina
olviéndose más suave, pero firme-. Dime dónde vernos o, si p
me hizo apretar el te
e nuevo. Lo sentía en la forma en que e
de golpe, su
Pomo Sikulo Emporio. Es un restaurante
or un instante, no respondí. Una sonrisa
vemos
opinión, pero fui arrancado de mi pequeño momen
y prepárate para una v
s, pan recién horneado y un leve toque de vino. La iluminación es tenue,
anticipación o el maldito miedo de haberme precipitado. Mi mirada se desliza por el lugar, es
l y radiante estalla entre
Ad
olviendo mis costillas con sus pequeños brazos. Me tensa por un segundo la inesperada
separándose apenas para mirarme de pies a cabeza con oj
te solo encajaba en la versión de mí que llevaba jea
endo su cabello con suavidad-. Tú
gullo, como si estuviera en
? ¿Cómo sigue
eocupado-. O hago como mis amigos: no m
co y suelta en to
mamá, ¿eh? Si se entera, me tratará
ajada, dándole una p
pes, te guard
en el instante en que levanto la vista,
uaves ondas. Pero no es su apariencia lo que me deja sin palabras, sino la forma en
, recuperando
amento la tardanza, no en
ro sin rastro de hostilidad-. Nosotros ta
vor, ad
ala en mi pecho. Esto es solo una cena, me recuerdo. Pero al
oras m
versación, de las anécdotas de Renato o simplemente su manera sutil de intentar conocer más sobre mí. Aunque fue una velada amena,
rapado sin remedio, y lo peor es que cada vez que sus ojos o
istiera. ¿Qué pasó con ese hombre? ¿Por qué está ausente? Y si los abandonó, es un idiota. Renato es un niño increíble, y Oriana... Oriana es
sonido del mar acompaña nuestros pasos. Llevo los zapatos en una mano, el saco al hombro, mientras unos metros adelante R
serena, pero con un dejo de vulnera
o dedicarle más tiempo a mi hijo. Pero intento hacer lo mejor que puedo,
o no es de culpa, sino de resignación, como si llevara años repiti
as-. Ser padres es difícil. La mayor parte del tiempo no sabes si estás haciendo las cosas
sin darme cuenta, mi mirada
o si tuvieras un hijo -rebate ella
undo, hasta que sacudo la cabeza
engo
to lento, como si estuvie
hora que lo pienso, nunca te di mi número de celu
ravieso en sus ojos, como si estu
on simpleza-. Pensé que Renato había olvidado su gorra y
e ha estado rondando desde que la conocí sig
é pasó con el padre de Renat
mo su mirada se desvía hacia el mar. Por primera vez en toda la noche, siento que he