ti
e hombre llegaba a descubrir el cruel engaño, sería yo quien cargaría con la culpa de algo que jamás hice a propósito. Todo fue obra de esa mujer, una manipuladora que parecía estar involucrada tanto con mi jefe y que, para col
os. Lo único que deseaba era encontrar una forma de salir de ahí sin que e
rqué a la asistente del jefe, una mujer siempre seria, y le pedí que a
eñorita Aiti
él con una calma que
trar, lo encontré sentado detrás de su enorme esc
s días
nos días. ¿Có
des innecesarias. Coloqué los
enuncia. No quiero segui
on con una mezcla de
do? -dijo, con un tono casi burlón
í el
hay algo pendiente, como los días que no vine a trabajar, qu
la, entrelazando los de
trabajo y ahora lo desprecias
repliqué, levantando ligeramente la v
rás con tu
. Si se refiere a lo que me pidió hacer
cercándose lentamente has
n venga a darme lecciones. Cumpliste con lo
mi mentón con fuerza,
o a dañarme, ¿entiendes? Eres mía ahora, un si
u agarre, re
rioneta. Cumpliré lo nec
stra-. No vas a ninguna parte. A part
le pregunté con la voz
mí, su mirada hel
te. Ahora lárgate de mi oficina a
jos, pero me obligué a no llorar frente a todos. Apresuré el paso hacia mi escritorio, p
ida a convertirse en fuego. Si él pensaba que podía aplastarme, estaba muy equivocado. Tenía que buscar
la pared, mirando el lugar, queria llorar por no poder irme de aqui por ahora. El aire se sentía denso, casi irrespirable, mientras estaba revisando las pastillas. Mi corazón latía con fuerza, golpeando mi pecho con un ritmo agobiante. Busqué la tableta, anoté
y caminé hacia un café cercano. Pedí algo ligero, apenas lo suficiente para no quedarme con
Como estas? -preguntó su voc
en -mentí, intentando que
me dejaste. ¿A q
iro, buscando fuer
si termino temprano, creo qu
go? -preguntó c
¿qué q
o un par. Sabes que no
ré unos dos. Te quier
ién te q
e que tenía que seguir adelante por ella. La preocupación de llevarla a un buen médico volvía a aplastarme,
ncio era evidente en las ojeras que comenzaban a formarse, pero intenté ocultar
as puertas se abrieron, mi corazón dio un vuelco: dentro estaba el señor Xav
e coloqué al fondo, intentando pasar desapercibida. Pero sabía que era imposible. Su presen
-preguntó de repente, con una voz
rtamudeé, tratando de d
o pregunté. Te
o estoy acostumbrada
elevador se detuvo bruscamente. Las luces ti
ora? -gruñó, marcando un
apoderaba de mí. Mi respiración se volvió pesada y mi visión se nub
-preguntó, su voz m
spacios pequeños -respondí con esfu
un agujero con las manos para exhalar lentamente. Su tono era
sencia, tan imponente, no ayudaba. Además, estaba el temor latente
irada se volvió
? -preguntó, con una lige
creo -mentí, evi
resulta f
il por hora. ¿Había reconocido mi voz? ¿Sospechaba que yo era la mujer que lo traici
a vez más pesado, tanto literal como metafóricamente. N
él haya descubierto que era yo con la qu