llo y los botones marcando tensión en el pecho. No era cansancio lo que lo retenía ahí, sino algo más di
jer d
se sentó junto a ella, como si una parte suya, dormida desde hacía años, se hubiese despertado de golpe. La imagen se repetía con nitidez: ella, con la piel salada,
ia viva, natural, como si el mar se le hubiese quedado pegado al cuerpo. Una mezcla de fuerza y suavidad, de seguridad y
úsica suave que salía del restaurante. Lo conocía bien. Durante los últimos siete meses, desde que lo transfirieron a la sede policial de la playa, había pasado po
ta
la toalla al hombro y las sandalias en la mano, mirando el mar con esa paz de quien pertenece al paisaje. Se sintió atraído sin saber por qué. Tal vez fue su forma
pensarlo demas
-preguntó con voz grave, su
ía sentarse, lo hizo sin dudar. Pero eligió sentarse a su lado, no frente a ella. No por estrategia, sino po
o, el cabello revuelto por la brisa marina. Le olía a mar, a sol, a algo fresco. Y aún así, no parecía incómoda. Se mo
Tenía una forma de hablar pausada, clara, como quien elige las palabras sin prisa, pero con precisión. Le contó que era escritora. E
rullar cerca de la costa. De cómo algunas madrugadas le gustaba detener la patrulla, apagar el mot
sintió que el tiempo se ralentizaba. Su mirada la siguió, inevitable. Ella avanzaba con una seguridad natural, sabiendo que estaba siendo observada. Y entonces, justo antes
silueta hablara sin decir una palabra. Javier sintió que el aire se volvía más denso, más cálido. No se trataba solo de dese
era tan perfecto que debía acabarse pronto,
nía número "por si necesitaba algún dato o información sobre seguridad". Una excusa tan obvia
una línea dire
. Algo que no dijo, pero que sintió como un eco. Como una compli
pareció ese
posesividad. El tipo no era cualquiera. Tenía historia con ella, eso lo supo de inmediato. Y cuando se
a de marcar su lugar, de dejar claro que no era solo un extraño más. Le preguntó si podía invitarle el d
bía leer las señales. Y esa no fue un "no" definitiv
a leve, una última mirada,
a distancia, Javier no pensaba en otra cosa que en volver a verla. No iba a apresurarla. No ib
ia -los mismos siete meses, el mismo lugar, e