o que acaba de pasar. Apenas puedo creer que él se ha detenido justo frente a mí, que sus ojo
r; un escalofrío, un temblor que intenté disimular a toda costa. Pero, ¿quién era él para mirarme así? El hijo del dueño, el próximo en la
r él en alguien como yo? Soy solo una asistente más en este enorme engranaje. He aprendido a desaparecer, a no llamar la atención, a no mostrar mis propios miedos y d
y con un toque más dramático en la
nta Lucero, posando suavemen
sa, tratando de
o que... no esper
o aliviar la tensión, pero su sonrisa se desvanece al ver
cuando ni yo misma lo entiendo. Todo lo que sé es que, por un instante fugaz, tuve la s
tras el dolor se arremolina en su interior, mientras el miedo consume. Y eso me aterra. Me aterra porque no estoy preparada para que algui
. No puedo dejar que alguien y mucho menos él me desestabilice mi mundo de esta manera.
Solo me sorprendió
n el salón de conferencias, su int
rlo -le contesto, volviendo la vista a mi trabajo-.
ote? -pregunta Lucero, curiosa-. Debes informarlo
de prueba; si se enteran, acabarán mi cont
cuando ya no p
ando termine el período de prueba,
mas no te delaten antes
ento y salimos del área de producción en busca de n
ren y, como si el destino se empeñara en ponernos a prueba, ahí está él: el se
a un lado, dejándolo entrar junto a su acompañante. Él
para romper el incóm
nte francés en la esquin
ierta mi apetito, y no
tar, me antoja una co
entrelaza su brazo con el mío mien
al levantar la mirada, el estómago se me revuelve al verlo entrar al restaurante, acom
una broma -susurro
jos se agrandan-. No puede ser... ¿Nos
e en mi plato, pero antes de terminar, una ola de náuseas me invade. Me levanto de la mesa
s ojos y trato de respirar con lent
ncuent
a
ovocándome aún más náuseas. Me alejo de inmediato, entrando
dita
ntes de lo planeado. Me esfu
rita F
cubículo y enfrentándome a él-. ¿Qué
i intentara leerme. Mete las manos en los bolsill
, ¿segura qu
sintiendo mi vulnerabilidad a flor
me desarma. Pero antes de poder responder, sient
e siento son