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Historia

Capítulo 5 La última palabra de Emily

Palabras:1746    |    Actualizado en: 28/04/2025

La última pal

o hasta ahora -las citas, las expectativas, las sonrisas falsas- había sido solo una pesadilla. Pero al levantarme y ver mi reflejo en el espejo, supe que no era así. Mis ojos, aunque brillantes,

queño acto de rebeldía silenciosa, una forma de no complacer a mis padres con sus elecciones de ropa perfectas, diseñadas para

la mesa. Llevaba un vestido de diseñador, verde esmeralda, que resaltaba su belleza fría, y su pelo estaba recogido en un moño impecable. Tomaba su café con una elegancia estudiada, como si el

si esperara que hubiera cambiado de opinión, como si en su cabeza ya estuvie

a seguir con este juego, no quería fingir una vez más que todo estaba bien. -No me gusta -dije con firmeza, dejando que las palabras se cola

diente, una muñeca que asentía y sonreía, que cumplía su papel sin preguntar. Pero esta vez, no. Su rostro se tensó, sus labios apretándose en una línea fina, y por

arme atrás ahora. -Quiero que dejen de buscarme novios -dije, mi voz temblaba pero era firme-. Quiero deci

sus manos quietas sobre la mesa. Pero no mi padre. Henry Spencer, que había entrado sin que lo notara, se acercó con su aire serio, s

recemos. Cada uno de esos hombres tiene una posición que tú no podrás alcanzar sola. Estás demasiado preocupada por el "amor" cuando lo que necesitamos

el amor no es suficiente para construir una familia, hija. Cuando Henry y yo nos casamos, no fue por amor. Fue un matrimonio arreglado, y te puedo asegurar que el amor llegó después, con el t

entender algo tan lejos de lo que yo sentía? Ellos no sabían lo que era el amor verdadero, esa chispa que te consume por dentro, que te hace sentir viva. Yo no quería un matrimonio basado en la

starás sola. Y créeme, serás infeliz. Todos lo somos al principio, Emily. Eso no significa que sea malo, ni que no valga la p

las noches que pasaba leyendo novelas a escondidas, soñando con un amor que me viera, que me valorara por quien era. Pero antes de que pudiera responder, mi padre me interrumpió, como si ya supiera lo que iba a decir:

a rabia que había sentido antes se mezcló con una impotencia que me aplastaba. Asentí, bajando la mirada, porque sabía que cualquier resistencia sería i

ido rojo oscuro, elegante pero atrevido, con un escote que mostraba más de lo que me sentía cómoda enseñando. -Jonathan e

yo, sino una versión creada para complacer a otros. Bajé al vestíbulo, donde Jo

hillo. Su traje negro estaba impecable, pero había algo en su postura, en cómo ocupaba el espacio, que mostraba dominio. Me miró de arriba abajo, no co

la vuelta y caminó hacia su coche, un sedán negro que brillaba bajo la luz de las farolas. Lo

odía respirar. Las mesas estaban separadas por biombos, creando una ilusión de intimidad que solo aumentaba mi incomodidad. Jonathan se sentó frente

su tono no era un cumplido, sino una afirmación que esperaba q

rdatorio de que este no era un hombre que aceptaba un "no" por respuesta. Habló de sus negocios, de sus planes para expandir el imperi

ada palabra suya, cada mirada, me hacía sentir más pequeña, más atrapada. Cuando la cena terminó, me acompañó al coche, su mano en mi

ros. Me quité el vestido rojo y lo dejé caer al suelo, como si pudiera desprenderme también de la humillación de la noc

iba a permitir que esta fuera la única forma en que viviría mi vida. No s

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